La respuesta de la comunidad cristiana ante el terremoto: apoyo, cercanía, “estamos aquí”
- On 23 de febrero de 2023
OMPRESS-TURQUÍA (23-02-23) El director nacional de las Obras Misionales Pontificias en Turquía, el misionero argentino Adrián Loza, habla en esta entrevista de la situación en la zona del terremoto que ha afectado a este país y a Siria, y cómo la primera respuesta que dio la Iglesia fue “estamos aquí”, de apoyo y cercanía.
La minoría católica de Turquía se enfrenta además a la reconstrucción de algunos templos derrumbados, algo de vital importancia para sostener la vida de fe de esta comunidad, puesto que el gobierno turco solo permite el culto en los lugares que estén destinados al mismo. Después de la ayuda directa prestada a través de Cáritas, la Iglesia no se olvida tampoco de la ayuda más a largo plazo que necesitará la iglesia local para seguir con su tarea evangelizadora. La Santa Sede, a través del Fondo de Emergencia de Obras Misionales Pontificias, está ya dando respuesta a esto. El director de OMP en Turquía lo ha explicado en una entrevista con las OMP en España.
P: Usted ha tenido que vivir esta terrible tragedia de Turquía en la distancia porque no estaba en ese momento en el país.
Sí, ha sido una tragedia terrible, porque ha sido una tragedia inesperada, con consecuencias muy catastróficas, mucha gente muerta, mucha destrucción. Tuve que seguir la situación a través de las noticias que me llegaban directamente de la gente. Como director de la OMP, enseguida recibí peticiones de información, además de ofertas de colaboración. Me puse además en contacto con el director de Cáritas Anatolia, especialmente porque es la zona más afectada. Él también estaba fuera del país, estaba en Italia y cuando recibió la noticia del terremoto buscó el primer avión para volver a su ciudad, que es la ciudad de Iskenderun, la sede del Vicariato de Anatolia. Es donde tiene también a su familia, y es el lugar donde la iglesia más sufrió. Los edificios del Obispado no se cayeron, pero sí se cayó la catedral que es una pequeña iglesia, pero significativa. Al principio sí que hubo comunicación, pero después fue difícil comunicarse porque no había electricidad, evidentemente no había internet. Cuando volvió la señal de la red de celulares había dificultad para cargarlos porque no había electricidad, no había agua, no había gas, estamos en invierno. Ha sido una situación muy, muy difícil.
Me preguntaron de las OMP de Australia qué podía decir del terremoto para llamar a la gente a la colaboración, y lo que se me ocurrió decir es que colaborar con Turquía en esta situación es una cuestión justa, de justicia, porque hay gente que no tiene cómo salir adelante. La Iglesia va a necesitar especialmente ayuda, porque la Iglesia, de todas las instituciones de Turquía, es de las más débiles, y la Iglesia tendrá que hacerse cargo también de ayudar a otra gente a salir adelante.
El obispo de Esmirna, el obispo de la ciudad donde vivo, decía que en Turquía los cristianos somos gente esperanzada en el futuro, precisamente porque la fe nos hace vivir así. A pesar de la tragedia, sentimos que el apoyo que hemos recibido de toda la comunidad internacional, nos va a permitir salir adelante. Aunque la situación sigue siendo muy, muy difícil.
P: Usted nos comentaba que se había derrumbado una catedral, ¿se han visto afectados otros edificios eclesiales o templos?
Estaba muy preocupado por tener noticias de Antioquía. Las ciudades de la provincia de Hatay, Iskenderun, conocida como Alejandreta, y Antioquía son las más afectadas. La ciudad de Antioquía ha sufrido las consecuencias del desastre en modo muy grave. La ciudad de Iskenderun que está a unos pocos kilómetros de distancia del otro lado de las montañas, allá sobre el mar, ha sufrido también grandes daños: el complejo del obispado es un complejo bastante grande, porque era un viejo monasterio carmelita con una escuela, aunque esta ya no pertenece al monasterio, porque fue expropiada.
La iglesia, que funcionaba como catedral (el complejo es la sede del Vicariato Apostólico de Anatolia) se derrumbó en el primer momento. De hecho, la noche del terremoto, yo volvía a mi casa y al abrir la computadora vi en la página de Facebook un pequeño video ‒que había podido subir el padre jesuita que está ahí‒ con la catedral de noche ya derrumbada. Al inicio no entendía muy bien que sucedía. No ponía en el pie del video “terrible terremoto”, simplemente “nuestra catedral no existe más”. Cuando comencé a leer las noticias del terremoto, entendí lo que había sucedido. Es una sensación muy extraña porque hasta el día anterior había celebrado la misa con la gente; en esa catedral. Es ver un video donde un lugar querido, no solamente por nosotros, sino por la gente, de un momento a otro desapareció.
Y los edificios de las iglesias son significativos e importantes. Evidentemente, cuando la Iglesia y toda la comunidad de los católicos y de los cristianos se movilizaron en Turquía, no pensaron en el edificio que se había derrumbado, lo primero que pensaron fue en ayudar a la gente y eso continuaron haciendo hasta el día de hoy, especialmente a través de Cáritas. Pero pensando en el futuro, junto con ayudar a la gente a salir adelante, el edificio tendrá que ser reconstruido, sin duda. Porque en Turquía para que la Iglesia pueda funcionar hace falta que exista un edificio, que se parezca o que sea una iglesia, porque ese edificio es reconocido como un lugar de culto ,y viene respetado con algunos derechos que le son concedidos como lugar de culto, y eso nos permite a nosotros estar. Si no tuviéramos una iglesia física donde la gente pudiera venir, nosotros tampoco podríamos estar sirviendo a la gente. Así funciona Turquía. Por eso, el edificio, aunque parezca paradójico, es también importante, porque le da a la gente la posibilidad de juntarse, de celebrar y expresar su fe. Alguno podría decir “bueno, pero la iglesia podría ser reconstruida con el tiempo, si hubiera los fondos, etc.”. Sí, es verdad, no será lo primero que haremos, pero tendremos que hacerlo en un momento.
P: ¿Qué importancia le concede a la decisión de la Santa Sede de crear un fondo de emergencia en Obras Misionales para la evangelización y la reconstrucción de los templos?
Es una cosa muy importante para nosotros, porque la Iglesia católica en Turquía no solamente es una pequeña minoría, sino que especialmente el Vicariato de Anatolia es pobre de medios, porque los cristianos son pocos, nosotros nos sostenemos con las ayudas que recibimos. Antes de vivir en la ciudad de Esmirna, viví en una pequeña ciudad del norte de Turquía, sobre el Mar Negro, una comunidad que se dedicaba al trabajo con los refugiados, especialmente iraquíes. Ahí tenemos solamente la iglesia, una pequeña iglesia muy pequeña, muy pequeña, construida de ese tamaño, porque en el 1840, cuando los frailes capuchinos pidieron permiso para construirla, el sultán les dijo “bueno, hagan la iglesia y la hacen de este tamaño”. Y dio las medidas el sultán, ni siquiera la construimos nosotros por voluntad propia. Dijo: “Hagan una iglesia de 8x 12”, y no más grande, la pueden hacer hasta ese tamaño; y por eso es así, chiquitita. En el “firmán”, que es el documento emanado por el Sultán, están escritas las medidas, en el mismo documento oficial. Con los años se pudo construir una casa de acogida, pero no tiene otra posibilidad, no tiene otro ingreso.
Hay iglesias en Estambul que tienen algún local que pueden alquilar y con eso generar recursos para el mantenimiento de toda la estructura, y la vida, y también las actividades. En aquel entonces si no recibíamos ayuda que nos permitiera tener la Iglesia abierta, vivir y ayudar a la gente, era muy difícil vivir porque la comunidad es muy pequeña. No son suficientes los recursos que se puede generar. Junto con eso, hay que entender que en Turquía las actividades religiosas tienen que ser siempre dentro del templo, no podemos hacer actividades externas, porque pueden ser leídas como propaganda, como proselitismo, y eso ya nos pone en peligro. Todo lleva a que la Iglesia tenga que ser ayudada de algún modo a salir adelante. Nosotros no podríamos como Iglesia hacer frente a una cuestión semejante, porque reconstruir un templo no es poco dinero. Si no fuera con las ayudas que recibimos, especialmente de las OMP, sería muy difícil.
P: En esta situación tan terrible en que le ha tocado vivir al pueblo turco, ¿cuál es la respuesta de fe, qué palabra de consuelo puede dar la Iglesia a los afectados cuando se te ha venido el mundo encima, literalmente?
La primera respuesta que la Iglesia dio fue “estamos aquí”, a través de Cáritas y con los voluntarios. En ese sentido, fue una respuesta de acompañamiento humano, porque el pueblo se unió e hizo frente a la situación sin ningún tipo de distinción de religión. Es decir, nuestros voluntarios, que muchas veces sufren el hecho de ser cristianos en un país musulmán, no dudaron en viajar al sur de Turquía para dar una mano, sin mirar que posiblemente estaban ayudando a alguien que en otra situación los hubiera agredido. Así que la primera respuesta, fue una respuesta de cercanía humana, de servicio, de atención, de acompañamiento, de rescate, de considerar la vida como una prioridad. No sé si hemos tenido tiempo de hacer el duelo, en medio de de la demolición que ha quedado, que ha resultado de los edificios que se han caído. El panorama es un poco desolador. Habrá que atravesar el dolor y hacer el duelo de esto.
Y la Iglesia, evidentemente, como decía al principio, muestra que hay esperanza; podremos reconstruirnos, ayudar a la gente, y a nosotros mismos, como comunidad, como iglesia, decir: el Señor está en medio de esta situación. Tendremos que ver cómo el Señor se hace presente y como Él los ayudará a salir adelante. La fe mueve montañas y la oración nos ayuda a mover las montañas. Así que muchas gracias por la oración, porque es muy importante.
El director de OMP en Turquía, Fray Adrián Loza es argentino. Ingresó en la Orden de los Frailes Menores en 1991 y se ordenó sacerdote en 2002. En 2014 llegó a Turquía como miembro de la Fraternidad Internacional para el Dialogo Interreligioso y Ecuménico de Estambul. En 2017 fue designado superior de la Comunidad de Samsun en el Vicariato Apostólico de Anatolia, reabierta después de un período de 10 años cuyo trabajo principal fue la atención de refugiados iraquíes, además del trabajo con la población local turca. En 2021 fue enviado a la ciudad de Esmirna donde es Administrador parroquial de la Parroquia Santo Nombre de Maria en Bornova. Desde hace 5 años dirige las Obras Misionales Pontificias en Turquía.