La promesa solemne de un seminarista en Roma: ser misionero
- On 29 de mayo de 2025
OMPRESS-ROMA (29-05-25) La promesa la emiten el día de Cristo Rey –que en este curso fue el 24 de noviembre–, la hacen en italiano aunque con acentos de todo el mundo, y quien se la acoge es el rector del Pontificio Colegio Urbano “De Propaganda Fide”, cuya capilla está a 250 metros en línea recta del centro de la Plaza de San Pedro de Roma.
Son los estudiantes de este colegio, el Urbano, venidos de los territorios de misión, hay jóvenes pakistaníes, nigerianos, de algún vicariato amazónico de Perú. También hay vietnamitas, de Benín o de Papúa Nueva Guinea. Todos estos seminaristas, más de un centenar, se preparan en Roma para ser sacerdotes en sus diócesis, en muchos casos como formadores de seminarios u ocupando cargos de responsabilidad. Después de todo es un hecho que, humanamente hablando, se ha invertido mucho en su preparación y debe dar frutos. Pero están en un colegio financiado por las Obras Misionales Pontificias, cuyo carisma como ha de ser el de toda la Iglesia es el ser “católico”, es decir, universal. Los donativos que se recogen para el Domund, Infancia Misionera o San Pedro Apóstol se unen en un Fondo común desde el que se reparten a todos los territorios de misión, como hacían los primeros cristianos. Esta catolicidad y universalidad también se les aplica a los seminaristas del Colegio Urbano. Después de todo el lema del Colegio es evangélico y lo deja claro: Id y enseñad a todas las gentes. Se les pide que sean misioneros no solo de su diócesis, de su parroquia de su hogar, sino del mundo. Así el día de Cristo Rey del “universo” los seminaristas emiten la siguiente promesa:
Oh Dios, Padre de todos los pueblos,
Tú que me has llamado a convertirme en trabajador de tu mies
Como sacerdote animado por un fuerte espíritu misionero abierto al mundo entero
Concédeme el don de una disponibilidad generosa
Para vivir con compromiso el camino formativo
Que se me ofrece en este Pontificio Colegio Urbano.
Prometo solemnemente vivir según el Reglamento del Colegio
Y seguir las orientaciones de los formadores
Como guía segura en mi camino hacia el sacerdocio misionero.
Prometo desde ahora que al finalizar los estudios en el Colegio Urbano
Volveré a mi patria poniéndome al servicio de mi Obispo
Buscando siempre cultivar el espíritu misionero de Propaganda Fide
En el presbiterio y en las comunidades cristianas de mi diócesis.
La Virgen María, Mater Misericordiae, y todos los Santos mártires de Propaganda intercedan por mí y me guarden. Amén.
El Colegio se remonta a 1627 y es la iniciativa hecha realidad de un valenciano, Juan Bautista Vives, que deseaba que sacerdotes diocesanos venidos de América, Asia o África tuvieran la misma formación que cualquier otro sacerdote o religioso europeo. Los fondos que lo sostienen vienen de las Obras Misionales Pontificias. Es un colegio que depende directamente del Dicasterio para la Evangelización. Junto a este colegio existe la “Domus Missionalis” –la casa misional–, que engloba otros centros donde se acoge a sacerdotes y religiosas de los territorios de misión –medio millar cada año–, que los obispos y superiores de congregaciones envían a Roma a formarse. Más que una “Domus” –una casa– hay que hablar de cinco: el colegio de San Pedro Apóstol, el colegio de San Pablo Apóstol (estos dos acogen cada uno 125 sacerdotes), el colegio San José (que imparte cursos de formación a superiores, rectores o directores espirituales de seminarios de territorios de misión, durante un periodo de tiempo determinado), el Centro Internacional de Animación Misionera (el conocido CIAM), y el colegio Mater Ecclesiae. Las cuatro primeras “domus” están en Roma, la última, en Castelgandolfo. Poca gente sabe que la mayor parte del “Palacio del Papa” en esta localidad de las colinas cercanas a Roma, y que sirve de residencia estival de los Papas, está dedicada a acoger a más de 120 religiosas, también ellas llegadas de todo el mundo.
Muchas congregaciones tienen casas en Roma y muchas diócesis del mundo envían y financian la formación de algunos de sus sacerdotes en la Ciudad Eterna. Las diócesis de los territorios de misión, al igual que las congregaciones que se han suscitado en estos países, no tienen la posibilidad de dar apoyo económico a sus vocaciones para que se formen en las mejores universidades eclesiásticas del mundo, sitas casi todas en Roma. La Universidad Gregoriana, la Lateranense, el Angelicum o la misma Universidad Urbaniana, más volcada en las misiones, son solo algunas. Pero también están los institutos especializados, como el Pontificio Instituto de Estudios Árabes e Islámicos o el Pontificio Instituto Bíblico.
Son las Obras Misionales Pontificias, gracias a la generosidad de los católicos de todo el mundo con las misiones, las que sostienen económicamente estas “domus” y el Colegio Urbano e intentan que no les falte de nada. De esta manera, quienes son acogidos en ellas, pueden aprovechar, al máximo y sin distracciones, el tiempo y unos medios de formación, a los que no podrían acceder en sus países de origen. Es una oportunidad para cada uno de ellos de abrir su corazón a los horizontes de la Iglesia universal desde la misma Roma. Y esta universalidad será la que lleven de vuelta a sus países, cuando se conviertan en rectores de seminarios, profesores o responsables de tareas pastorales. Una universalidad que también se respira en el día a día. Cada colegio es un “planeta en miniatura”, con jóvenes llegados, sobre todo, de África y Asia y, en menor número, de América y Oceanía.
