La “pesca milagrosa” de un joven sacerdote camerunés
- On 13 de noviembre de 2025
OMPRESS-CAMERÚN (13-11-25) Las Obras Misionales Pontificias de Canadá comparten el testimonio de un joven sacerdote de Camerún, el padre Gérald F. Endamena, en cuya formación ha tenido el privilegio de colaborar la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol, la que se ocupa de las vocaciones en los países de misión.
“Soy Gérald, sacerdote diocesano de Bertoua, en la región este de Camerún. Ha transcurrido exactamente un año y medio desde mi ordenación. Soy vicario en la catedral local y también presto asistencia en algunas zonas periféricas. Tras un año y medio de sacerdocio, no tengo un resumen que compartir; solo una profunda reflexión: el redescubrimiento de la vida pastoral. Existe, en efecto, una gran diferencia entre la experiencia del seminarista y la experiencia pastoral concreta sobre el terreno. E incluso sobre el terreno, la experiencia misionera del seminarista es de observación. La del diácono es de acción, marcada por una fiel obediencia al párroco. Pero el sacerdote es casi autónomo, y eso lo cambia todo. Aprende a apreciar el contexto misionero por sí mismo. Los cristianos acuden a nosotros para ser escuchados o para recibir ayuda, y el único punto de referencia es Cristo.
En este redescubrimiento de la vida pastoral o misionera, describo la vida misionera de mi diócesis como «una pesca milagrosa en aguas turbulentas». Una «pesca milagrosa» porque Cristo nos manifiesta verdaderamente su presencia y nos permite traer a casa a un número cada vez mayor de cristianos. Hemos administrado unos 500 sacramentos de iniciación cristiana y celebrado 15 bodas religiosas, sin contar los sacramentos de unción de enfermos; en tan solo un año, dentro de nuestra área pastoral. ¿Por qué «aguas turbulentas»? Simplemente por la complejidad del campo pastoral, marcada por el surgimiento de nuevos movimientos religiosos, llamados «iglesias del despertar»; la mestizaje cultural en las zonas urbanas; y la emancipación descontrolada de poblaciones; la pobreza de las poblaciones autóctonas; la cuestión de la brujería, etc.
Ante todo esto, la alegría de la misión permanece, porque Cristo responde y nos sabe decir dónde echar nuestras redes. Es más, cada día llama a nuevos pescadores de hombres a su barca. Con este espíritu tuve la inmensa alegría de presenciar las ordenaciones de cinco diáconos y cinco sacerdotes el pasado 28 de junio: una señal de que la misión avanza, y nosotros con ella”.

