La paz está en el centro de la misión de los discípulos de Cristo

  • On 19 de diciembre de 2018

OMPRESS-ROMA (19-12-18) Ayer se hacía público el Mensaje del Santo Padre para la celebración de la Jornada Mundial de la Paz del próximo 1 de enero, que se centra en la política: “La buena política está al servicio de la paz”.

El Papa Francisco comienza el mensaje recordando el texto evangélico, “Cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa”. Porque, “Dar la paz está en el centro de la misión de los discípulos de Cristo. Y este ofrecimiento está dirigido a todos los hombres y mujeres que esperan la paz en medio de las tragedias y la violencia de la historia humana. La “casa” mencionada por Jesús es cada familia, cada comunidad, cada país, cada continente, con sus características propias y con su historia; es sobre todo cada persona, sin distinción ni discriminación”.

El Papa ha hablado en numerosas ocasiones de la responsabilidad de los políticos en el servicio a los demás. En este mensaje señala de nuevo que la función y la responsabilidad política constituyen un desafío permanente para todos los que “reciben el mandato de servir a su país, de proteger a cuantos viven en él y de trabajar a fin de crear las condiciones para un futuro digno y justo”.

El Papa no duda en incluir en el mensaje las conocidas “bienaventuranzas del político”, del cardenal vietnamita François-Xavier Nguyễn Vãn Thuận, que tantos años pasó en las cárceles de su país, sufriendo precisamente la mala política, que culminan con “bienaventurado el político que sabe escuchar” y “bienaventurado el político que no tiene miedo”.

Siendo consciente de los muchos vicios que amenazan a la política y los políticos, como la corrupción y el enriquecimiento ilegal, el Papa Francisco explica que “la auténtica vida política, fundada en el derecho y en un diálogo leal entre los protagonistas, se renueva con la convicción de que cada mujer, cada hombre y cada generación encierran en sí mismos una promesa que puede liberar nuevas energías relacionales, intelectuales, culturales y espirituales”.

La paz implica un no a la guerra ni a la estrategia del miedo y es que, “cien años después del fin de la Primera Guerra Mundial, y con el recuerdo de los jóvenes caídos durante aquellos combates y las poblaciones civiles devastadas, conocemos mejor que nunca la terrible enseñanza de las guerras fratricidas, es decir que la paz jamás puede reducirse al simple equilibrio de la fuerza y el miedo”.

El Papa termina recordando que la paz es una conversión del corazón y del alma y tiene tres dimensiones inseparables fáciles de reconocer: “la paz con nosotros mismos, rechazando la intransigencia, la ira, la impaciencia y ―como aconsejaba san Francisco de Sales― teniendo ‘un poco de dulzura consigo mismo’, para ofrecer “un poco de dulzura a los demás’; la paz con el otro: el familiar, el amigo, el extranjero, el pobre, el que sufre…; atreviéndose al encuentro y escuchando el mensaje que lleva consigo; y la paz con la creación, redescubriendo la grandeza del don de Dios y la parte de responsabilidad que corresponde a cada uno de nosotros, como habitantes del mundo, ciudadanos y artífices del futuro”.

 

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