La Palabra de Dios suscita la misión
- On 22 de enero de 2024
OMPRESS-ROMA (22-01-24) Fue en 2019 cuando el Papa Francisco instituía el Domingo de la Palabra de Dios. Ayer en la celebración de este Domingo el Papa presidió la Eucaristía en la Basílica de San Pedro, recordando a los fieles que fue la fuerza de la palabra de Dios la que movió aquellos jóvenes pescadores, los primeros discípulos, una fuerza que “nos atrae hacia Dios y nos envía hacia los demás”.
Aquellos discípulos que dejaron las redes por seguir a Jesús, quedaron impresionados por sus palabras, y sintieron que la Palabra de Dios “dilata el corazón, hace cambiar de ruta, trastoca los hábitos, abre escenarios nuevos y desvela horizontes insospechados”. Porque, añadía, “la Palabra suscita la llamada de Jesús, que nos llama a hacernos a la mar con Él para los demás. Sí, la Palabra suscita la misión, nos hace mensajeros y testigos de Dios para un mundo colmado de palabras, pero sediento de esa Palabra que frecuentemente ignora. La Iglesia vive de este dinamismo”. Y es este dinamismo el que movió a los santos. Por eso, subrayaba el Papa Francisco, “si miramos a los amigos de Dios, a los testigos del Evangelio en la historia, a los santos, vemos que para todos la Palabra ha sido decisiva. Pensemos en el primer monje, san Antonio, que, impresionado por un pasaje del Evangelio cuando estaba en Misa, lo dejo todo por el Señor; pensemos en san Agustín, cuya vida dio un vuelco cuando una palabra divina le sanó el corazón; pensemos en santa Teresa del Niño Jesús, que descubrió su vocación leyendo las cartas de san Pablo. Y pienso en el santo de quien llevo el nombre, Francisco de Asís, quien, después de haber rezado, leyó en el Evangelio que Jesús envía a los discípulos a predicar y entonces exclamó: «Esto es lo que yo quiero, esto es lo que yo busco, esto es lo que en lo más íntimo del corazón anhelo poner en práctica». Son vidas transformadas por la Palabra de vida, por la Palabra del Señor”.
Se hacía el Papa la pregunta “¿por qué para muchos de nosotros no sucede lo mismo?”. La Palabra les llevó a dejar barca y redes, la vida que habían llevado hasta aquel momento. Dejaron y después siguieron tras el Maestro. Y el Pontífice seguía preguntando: “¿Qué puesto reservo yo a la Palabra de Dios en el lugar donde vivo? Allí habrá libros, periódicos, televisores, teléfonos, pero ¿dónde está la Biblia? En mi cuarto, ¿tengo el Evangelio al alcance de la mano? ¿Lo leo cada día para orientarme en el camino de la vida? ¿Tengo en el bolso un pequeño ejemplar del Evangelio para leerlo? Muchas veces he aconsejado de llevar siempre consigo el Evangelio, en el bolsillo, en el bolso, en el teléfono. Si amo a Cristo más que a nadie, ¿cómo puedo dejarlo en casa y no llevar conmigo su Palabra? Y una última pregunta: ¿he leído entero al menos uno de los cuatro Evangelios? El Evangelio es el libro de la vida, es sencillo y breve y, sin embargo, muchos creyentes nunca han leído uno desde principio hasta el final”.
Tras la Misa, en el ángelus, volvía el Papa Francisco a hablar de este dinamismo misionero: “Llevar la salvación de Dios a todos ha sido para Jesús la felicidad más grande, su misión, el sentido de su existencia o, como Él dice, su alimento”. Por eso “anunciar el Evangelio, no es tiempo perdido: es ser más felices ayudando a los demás; es liberarse de sí mismo ayudando a los demás a ser libres; ¡es hacerse mejores ayudando a los demás a ser mejores!”. También ha recordado con dolor recibí “la noticia del secuestro, en Haití, de un grupo de personas, entre ellas seis Religiosas: al pedir encarecidamente su liberación, rezo por la concordia social en el país y llamo a todos a poner fin a las violencias, que tanto sufrimiento causan a esa querida población”.