La moto de la hermana Jeya
- On 30 de abril de 2024
OMPRESS-INDIA (30-04-24) Las Hermanas de Sagrada Familia de Nazaret tienen una casa en la aldea de Kadawal, a unos 70 kilómetros al norte de Goa, India, una de las aldeas más remotas de la diócesis de Sindhudurg, Ellas son el apoyo de las familias católicas que viven en esta zona y, sobre todo, de las mujeres y niños que están en la periferia de las periferias.
La Congregación de las Hermanas de la Sagrada Familia de Nazaret es totalmente India, y fueron fundadas en 1935 en Goa. Desde Goa fueron pasando a las diócesis vecinas hasta llegar a Kadawal, un lugar hermoso, rodeado de colinas y valles de tierras fértiles, con gentes trabajadoras y acogedoras. Las hermanas se establecieron en 1992 volcándose en la educación y la pastoral parroquial. Poco a poco su labor en los últimos años se ha ido extendiendo a la pastoral familiar y social, por lo que en diciembre de 2021 abrían el Holy Family Social Centre en la misma localidad de Kadawal. Ayudan a familias con problemas, sobre todo a mujeres y a sus hijos, que necesitan apoyo y especialmente medicinas, tan difíciles de conseguir en un lugar tan remoto. Se hacen también cursos, de corte y confección, y de otras actividades que puedan ser útiles a las familias para salir adelante.
El problema es cómo llegar a las cinco “sub-estaciones” –así las llaman las hermanas– que dependen a nivel de Iglesia y a nivel social de Kadawal. Son las aldeas aún más remotas de Sonawade, Gotage, Varche Zambote, Khalche Zambote y Oros. Para llegar a ellas la superiora de la comunidad, la hermana Jeya Kody, ha solicitado ayuda a las Obras Misionales Pontificias, al Domund, para adquirir una motocicleta. Son apenas 1.200 dólares y hoy ya cuenta con este medio de transporte para recorrer las subestaciones. Cuenta que hace de 20 a 25 kilómetros desde Kadawal, en cortos pero necesarios viajes que hacen que el Holy Family Social Centre y las hermanas extiendan su labor más allá del horizonte. Como explicaban las religiosas de esta comunidad, en una carta, “en esta tierra de misión estamos convencidas de que nuestra vida pertenece a toda la comunidad, mientras vivamos aquí. Es nuestro privilegio hacer todo lo que podamos porque creemos que cuanto más duro es el trabajo, más vive Cristo en nosotras, por lo que nos regocijamos en dar nuestra vida por su causa”.