La energía que traen los jóvenes españoles a Camboya es impresionante
- On 24 de septiembre de 2024
OMPRESS-MADRID (24-09-24) “Kike Figaredo” lleva 40 años en la misión, desde que partiera siendo muy joven con destino primero a los campos de refugiados camboyanos en Tailandia y, después, a la misma Camboya. En el año 2000 era nombrado Prefecto Apostólico de Battambang, una de las tres circunscripciones de la Iglesia en este país del sudeste asiático. Comenzó a ser conocido por su labor con los discapacitados víctimas de las minas antipersona, y las sillas de ruedas. De paso por Madrid, ha visitado las Obras Misionales Pontificias, y en esta entrevista habla de Camboya, de la misión y del Misterio Pascual que da sentido a todo lo que hace.
El misionero jesuita cuenta que cuando llegó a Battambang todo era muy sencillo y muy precario. Había muy pocos católicos, porque la revolución había asesinado a casi todo el mundo. Se trataba sobre todo de “animar a todas estas personas, sean católicas o no, a salir adelante. Entonces estábamos en una situación como muy de emergencia”. Desde entonces y poco a poco la comunidad católica se ha ido robusteciendo, ahora, dice el misionero, “hoy en día hay una fe viva que mantuvieron unos pocos católicos, que sobrevivieron a la revolución”. Ellos fueron la base para reconstruir la Iglesia, “hoy tenemos 30 iglesias de comunidades pequeñitas con carácter de parroquia institucional”. Cuentan con tres sacerdotes camboyanos y dos seminaristas y cuentan con 18 sacerdotes misioneros.
Mons. Figaredo reconoce que a Battambang “llegó con la idea de aprender, a dar todo lo que pudiera, a ser testigo de mi fe y a servir y acompañar y aprender”. Estas situaciones te hacen más humilde, y “aprendes a querer a la gente y aprendes a sufrir. Una de mis asignaturas pendientes es saber sufrir con la gente”. Reconoce que, con la ayuda de los camboyanos, “he crecido en fe”. Ha aprendido a valorar “la labor misionera de tanta gente en tantos rincones del mundo”. Cada vez es más consciente que su labor es descubrir la presencia de Dios, porque “yo no lo he llevado, Dios ya estaba allí”.
Tras trabajar años ayudando a discapacitados por las minas, no es nada especial, dice el prefecto de Battambang, “es lo que está haciendo la Iglesia en todos los sitios y en todos los rincones”. A la luz del Misterio Pascual, hay que aprender a ver los valores positivos, a “fijarte no tanto en la discapacidad como en la capacidad”. No duda en decir que, aunque se rebela contra el sufrimiento, está “en este proceso de aprendizaje, de descubrir el Misterio Pascual, y, pensando la evangelización, si no se descubre el Misterio Pascual, no hay evangelización”.
Da las gracias a las Obras Misionales Pontificias por su apoyo. De ellas “recibimos mucho apoyo, apoyo monetario, pero también apoyo afectivo. Se valora lo que hacemos porque es pastoral y sociopastoral”. Mons. Figaredo explica que ha estado siempre muy relacionado con el mundo del desarrollo y de las ONGs, y ahí el los apoyos como que son más fáciles de encontrar, “pero las Obras Misionales Pontificias, está muy claro, que son para la construcción de la Iglesia, y apoyar al sacerdote y a las hermanas, y al párroco y a los catequistas y eso es fabuloso”. Y señala “dos aspectos preciosos: uno, la fidelidad de las Obras Misionales Pontificias con nosotros. Sabemos que podemos contar y hay fraternidad, hay hermandad. Son los grandes amigos de las misiones”. El segundo punto es “aspecto de animarte y de valoración de lo que se hace de sencillo. O sea que no buscas grandes cosas, sino que vas transformando la vida de los niños, o tenemos una capillita que es de de mesa, de madera y de bambú y eso se valora con muchísimo. Hay una valoración de lo sencillo”. Agradece el apoyo a los catequistas.
Sobre las experiencias de voluntarios que acuden a Battambang, el misionero no duda en decir que “la energía que traen los jóvenes españoles a la Camboya es impresionante. Hay parroquias nuestras, que son pueblitos rurales lejanos, que están esperando todo el año a esas tres semanas o cuatro semanas que vienen; y cuando vienen, juegan y se mezclan con ellos, organizan actividades, cantan juntos, rezan juntos, juegan al fútbol juntos. Es una preciosidad”. Pero es un hecho que el contacto con esa humanidad tan sencilla y tan viva, transforma a los jóvenes “que vienen de aquí, del mundo más desarrollado, donde todo está maquillado, sofisticado, y donde te pierdes en las ideologías”. El cariño que se recibe “de todas estas criaturas, de todos los catequistas, de todo el mundo que está para recibirles, eso les transforma, transforma, porque el amor transforma”. Además, ve “que hay muchos jóvenes que recuperan la fe. Si tenían dudas sobre la Iglesia, sobre la existencia de Dios, Dios está presente allí”, porque la Iglesia es eso, o sea, no son los edificios, son esos críos y esos catequistas que están ahí construyendo, haciendo Iglesia.
De su amistad con el Papa Francisco, cuenta Mons. Figaredo que “me llama el ‘enfant terrible’. He aquí Quique el ‘enfant terrible’, que vienes aquí, que me vienes a montar aquí”. Dice que el Papa conoce muy bien la situación de Camboya y los retos que se tienen y lo vive muy de cerca. Cuenta que le han hecho en Camboya una silla de ruedas para el Papa, que espera entregársela en octubre. Una silla basada en la “silla de ruedas nuestra, la Mekong”.
La entrevista completa se puede ver aquí.