Jornada de la vida consagrada: ocho de cada diez misioneros españoles son consagrados
- On 2 de febrero de 2018
OMPRESS-ROMA (2-02-18) Ocho de cada diez misioneros españoles son consagrados, el 82% de los 13.000 misioneros españoles. Hoy, 2 de febrero, fiesta litúrgica de la Presentación del Señor, que se celebra en la Iglesia la Jornada Mundial de la Vida Consagrada es una oportunidad para agradecerles lo mucho que hacen pero, sobre todo, lo mucho que son.
El lema para esta jornada, “La vida Consagrada, encuentro con el Amor de Dios”, hace mención a la esencia de su consagración y también, como recuerda el Papa Francisco en su mensaje para este día, a la esencia de su misión: poner a Jesús en medio de su pueblo.
El mensaje del Papa se centra en la misma escena de la presentación en el Templo. El Papa, dirigiéndose a los consagrados e incluyéndose a sí mismo, ve en esta imagen de María poniendo a Jesús en brazos de Simeón – en medio del pueblo – lo único que volverá “fecunda nuestra vida y mantendrá vivo nuestro corazón. Poner a Jesús allí donde debe estar: en medio de su pueblo”.
Y anima a los consagrados a que sean verdadera levadura: “Todos somos conscientes de la transformación multicultural por la que atravesamos, ninguno lo pone en duda. De ahí la importancia de que el consagrado y la consagrada estén insertos con Jesús, en la vida, en el corazón de estas grandes transformaciones. La misión —de acuerdo a cada carisma particular— es la que nos recuerda que fuimos invitados a ser levadura de esta masa concreta. Es cierto podrán existir «harinas» mejores, pero el Señor nos invitó a ser levadura aquí y ahora, con los desafíos que se nos presentan. No desde la defensiva, no desde nuestros miedos sino con las manos en el arado ayudando a hacer crecer el trigo tantas veces sembrado en medio de la cizaña. Poner a Jesús en medio de su pueblo es tener un corazón contemplativo capaz de discernir como Dios va caminando por las calles de nuestras ciudades, de nuestros pueblos, en nuestros barrios. Poner a Jesús en medio de su pueblo, es asumir y querer ayudar a cargar la cruz de nuestros hermanos. Es querer tocar las llagas de Jesús en las llagas del mundo, que está herido y anhela, y pide resucitar”.
“¡Ponernos con Jesús en medio de su pueblo! No como voluntaristas de la fe, sino como hombres y mujeres que somos continuamente perdonados, hombres y mujeres ungidos en el bautismo para compartir esa unción y el consuelo de Dios con los demás”.