Jacques Berthieu, misionero y mártir de Madagascar
- On 10 de junio de 2024
OMPRESS-MADAGASCAR (10-06-24) Este sábado, 8 de junio, se celebraba la fiesta de San Jacques Berthieu, el primer mártir de Madagascar en ser canonizado. Un misionero jesuita que dio su vida por aquellos a los que había sido enviado: “Esto es ser misionero, hacerse todo a todos, en lo interior y en lo exterior”.
Nacido en 1838 en la región de Auvernia, en el centro de Francia, entró en el seminario y fue párroco de la localidad de Roannes-Saint-Mary durante nueve años. Movido por su deseo de ser misionero, pidió su admisión en la Compañía de Jesús y, en 1875, partía hacia dos islas cercanas a Madagascar, La Reunión y Santa María, en la actualidad Nosy Bohara. En 1881 llegaría por fin a Madagascar, donde comenzó trabajando en Fianarantsoa, en la región sur de los altiplanos. A partir de 1886 dirige la misión de Ambositra, a 250 km de la capital, Antananarivo, y a continuación la de Anjozorofady-Ambatomainty al norte de la misma capital. En 1895 el levantamiento de los Menalamba, los togas rojas, contra los colonizadores, se centra también en los cristianos. Capturado por estos, es golpeado, llevado al poblado de Ambohitra, donde había una Iglesia fundada por él mismo y allí es apedreado, torturado y finalmente asesinado.
Los jesuitas han compartido lo que escribió antes de la canonización de Jacques Berthieu, el 21 de octubre de 2012, el antiguo Superior General, el padre Adolfo Nicolás, que recogía palabras de este mártir: “Como misionero, Jacques Berthieu describía así su tarea: «Esto es ser misionero, hacerse todo a todos, en lo interior y en lo exterior. Ocuparse de todo con corazón ancho y generoso: de las personas, los animales y las cosas, siempre con la mira final puesta en ganar almas». Dan testimonio de esto sus múltiples esfuerzos por fomentar la escolarización, la actividad en el campo de la construcción, los trabajos de irrigación y creación de huertas, la formación agrícola. Fue catequista infatigable. Un maestro de escuela muy joven, que le acompañaba en una de sus campañas, viendo que aun yendo a caballo leía el catecismo, le preguntó: «Padre, ¿cómo es que estudia usted todavía el catecismo?» Esta fue su respuesta: «El catecismo, hijo mío, es un libro en el que siempre hay que seguir profundizando, porque contiene toda la doctrina católica». En esta época, una vez en las misiones, no se planteaba la vuelta al país de origen. «Dios sabe bien, decía, lo que amo mi patria y mi querida tierra de Auvernia. Y sin embargo Dios me ha dado la gracia de que ame más aún estos campos sin cultivar de Madagascar, donde lo único que puedo hacer es pescar con caña algunas almas para Nuestro Señor. La misión progresa, aunque en algunos lugares no tengamos sino la esperanza de frutos futuros, y en otros los frutos sean aún apenas visibles. Pero, ¿qué importa esto, si nosotros somos buenos sembradores? Dios dará el crecimiento a su tiempo». Hombre de oración, de ella extraía su fuerza. Expresaba su fe por medio de su devoción al Santísimo Sacramento y la Misa era el foco de su vida espiritual. Tenía una devoción especial al Sagrado Corazón, al que se había consagrado en Paray-le-Monial antes de salir para las misiones. Él mismo se convirtió en apóstol de esta devoción entre los cristianos malgaches. Devoto ferviente de la Virgen María, había acudido como peregrino a Lourdes. Su plegaria favorita era el rosario, y lo recitaba mientras era llevado a la muerte. Veneraba también a San José”.
El padre Nicolás concluía animando a tomar ejemplo de este misionero: “El Espíritu Santo nos conceda la gracia de poner por obra las grandes opciones de Jacques Berthieu: la interpelación de una misión que le empuja hacia otro país, otra lengua y otra cultura; su unión personal con el Señor, expresada en la oración; su celo pastoral, que era simultáneamente amor fraterno hacia los fieles que le habían sido confiados y exigencia de llevarlos hacia una mayor profundidad de vida cristiana; y finalmente la donación de su vida, gastada en el día a día, hasta llegar a una muerte que le configura definitivamente con Cristo. Que la intercesión de Jacques Berthieu nos ayude a reconocer la fuerza de nuestra fragilidad, a ser alegremente fieles a nuestra vocación y a entregarnos totalmente a la misión que hemos recibido del Señor”.