Inés Arango, una misionera colombiana llena de alegría y entrega

  • On 19 de junio de 2025

OMPRESS-COLOMBIA (19-06-25) El 22 de mayo, el Papa León XIV firmaba el decreto que conducirá a la beatificación de la hermana Inés Arango Velásquez, asesinada el 21 de julio de 1987 en la selva amazónica de Ecuador, junto al misionero español Alejandro Labaka, por miembros de la tribu tagaeri, un pueblo indígena amenazado por la explotación minera.

El departamento de comunicación de la Conferencia Episcopal Colombiana ha elaborado un pequeño documental, que presenta la vida de esta misionera, Terciaria Capuchina de la Sagrada Familia. Como explican, se trata de un hecho histórico para la Iglesia en Colombia. Su muerte representa la fe audaz de una generación de misioneros que entregaron su vida por los más pobres y olvidados.

La hermana Inés tenía como nombre religioso “María Nieves de Medellín”. En la casa de la congregación en Bogotá, la hermana Lilia Barrera explica lo que ha significado la noticia de la beatificación para sus hermanas Terciarias Capuchinas: “Para nosotros ha sido una alegría, una sorpresa. Siempre fue una mujer sencilla, humilde, que quiso estar con los más olvidados, con los últimos, con los más vulnerables. Eso es parte de nuestro carisma: estar con ellos. ¿Qué nos está diciendo Dios con estas experiencias? Es un compromiso que debe ser permanente”.

Inés nació en Medellín el 6 de abril de 1937, en el seno de una familia profundamente católica. Fue la penúltima de 12 hermanos. Dos de sus hermanas se consagraron también como Terciarias Capuchinas, que todavía viven: Fabiola (97 años) y Cecilia (90 años). También en su familia ha habido varios sacerdotes, principalmente franciscanos. Uno de ellos, fue Mons. José de Jesús Arango Velásquez, quien ejerció como primer Prefecto Apostólico de Guapi (1954-1970). Según narran desde el Vicariato, allí, Mons. Arango llevó con alegría, entrega y optimismo “el mensaje de paz y bien a negros, mestizos e indígenas, desde los límites del Naya y Yurumangui en el rio Micay, hasta el sur occidente del municipio de guapi, límites con Nariño”.

Inés tomó los hábitos a los 17 años de edad. Durante mucho tiempo dio clases en diversas escuelas de los departamentos del Tolima, Córdoba y Antioquia. En 1977, finalmente, su sueño se hizo realidad: la religiosa llegó a la selva ecuatoriana para evangelizar a los huaorani, un pueblo indígena aislado. Junto a Mons. Labaka, trabajó durante 10 años en labores de alfabetización, defensa de derechos y promoción cultural.

La religiosa colombiana y el obispo capuchino decidieron ir al encuentro de los tagaeri, otro grupo indígena de la zona, hasta el momento no contactado. Sabían del riesgo que podían correr, pero decidieron tomarlo; querían acercarse para acompañar, evangelizar y mediar para evitar un posible conflicto mayor entre los nativos y los petroleros que invadían su territorio. El 6 de julio de 1987, los misioneros partieron desde la ciudad de Coca hacia la zona del río Tiguino, donde se sabía que los tagaeri estaban desplazándose. Llevaban pocas provisiones y algunos regalos, como señal de paz. El 20 de julio llegaron cerca de un campamento tagaeri. Pasaron la noche en hamacas, rezando y preparándose para el encuentro.

Al amanecer del 21 de julio, los tagaeri rodearon a la hermana Inés y monseñor Labaka. Los dos misioneros salieron con las manos en alto, mostrando que no llevaban armas, pero el uso de un helicóptero vinculado a una empresa petrolera para tal desplazamiento habría provocado la confusión y posterior agresión por parte de la tribu. Atacaron primero a monseñor Labaka. Cuentan que, al intentar socorrerlo, la religiosa terminó también perdiendo la vida. Su cuerpo fue traspasado por cuatro lanzas. Una de ellas, reposa en la capilla de la casa provincial de su congregación en Bogotá y otra en el convento de Medellín, donde han construido un museo en su memoria.

Tres días después sus cuerpos fueron hallados por un grupo de misioneros y militares. Los enterraron en Coca, donde hoy son recordados como mártires de la selva. Su legado sigue vivo. En Ecuador, cada mes de julio se realizan marchas en memoria de ambos misioneros, exigiendo protección para la Amazonía y sus pueblos. Tras ofrecer su vida, la congregación también espera que este reconocimiento a la hermana Inés se convierta en semilla de vocaciones para el mundo; para que muchos otros puedan decir sí a Cristo, anunciando el Evangelio y permaneciendo cerca de los más necesitados.

Las Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia, fundadas en España durante el pontificado del Papa León XIII están presentes en Colombia desde 1905. Desarrollan su misión apostólica desde la pastoral educativa, de salud, programas de acogida; y diferentes obras eclesiales y sociales en favor de la promoción de la mujer, de los migrantes, la justicia, la paz y, por supuesto, la salvaguarda de la creación. Unos años después de la llegada de las primeras misioneras a Puerto Colombia, se establecieron en la Alta Guajira; en los internados de Aremasain (1910) y de Nazaret (1914). Este último es un hogar ancestral de los niños wayuu, ubicado en el corregimiento que lleva su mismo nombre, aún es regentado por las capuchinas. Con el apoyo de la Diócesis de Riohacha, su misión se convierte en signo de esperanza para cientos de niños que habitan Uribia, la capital indígena de Colombia, que aún hoy, en medio de la pobreza y las limitaciones, pareciera ser “la tierra del olvido”.

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