Hermanamiento entre los santuarios de Guadalupe de México y de España
- On 14 de febrero de 2023
OMPRESS-CÁCERES (14-02-23) En la Basílica del Real Monasterio de Santa María de Guadalupe, en Cáceres, tenía lugar ayer la firma del hermanamiento entre los Santuarios de la Morenita del Tepeyac y de la Morenita de las Villuercas, por parte del cardenal Carlos Aguiar Retes, arzobispo de México, y el arzobispo de Toledo, Mons. Francisco Cerro.
El Papa Francisco ha enviado un mensaje a este último manifestado su gran alegría ante este hermanamiento, enviando un saludo a todos los que “han querido ponerse en este día a los pies de la Santísima Virgen, como un único Pueblo santo de Dios”. Resaltaba el hecho de que “María, nuestra Madre, es siempre para su Pueblo vínculo de comunión”. Ahora, con este hermanamiento, añadía el papa, el dulce Nombre de María, bajo “una advocación milenaria que ya en su raíz etimológica nos habla de mestizaje, de encuentro con Dios y con los hombres. Mestizaje porque los estudiosos no se logran poner de acuerdo si debemos leer el título ‘Guadalupe’ en árabe, en latín o en náhuatl. Pero es curioso que lo que podría plantearse como un conflicto pueda en realidad leerse como un guiño del Espíritu Santo que hace escuchar su mensaje de amor a cada uno en su lengua”. Hacía un repaso por las etimologías de las tres lenguas. El árabe “río oculto”, recuerda “esa fuente de agua viva que Jesús promete a la Samaritana”. El latín “río de lobos”, el remanso de paz “para aquellos que están atribulados por sus propios pecados, por la violencia, por tantas guerras internas y externas que hacen del hombre un lobo para el hombre”. Y en la etimología náhuatl, “nuestra Señora de Guadalupe se proclama como la que vence a la serpiente, con una tocante evocación al protoevangelio del Génesis”.
Y concluía: “Queridos hermanos y hermanas: En cada momento histórico, en cada cultura, el Evangelio, permaneciendo siempre el mismo, se enriquece de significado. Lejos de descartar, incluye a cada persona que lo acoge. Pidamos a Dios que, en cada tiempo y lugar donde María nuestra Madre nos convoque, demos testimonio de esa íntima unión de la que sólo el Espíritu puede ser artífice”.