He entrado en una nueva etapa de mi vida, mejor que las anteriores
- On 13 de abril de 2023
OMPRESS-PARAGUAY (13-04-23) El pasado 3 de abril fallecía en Asunción, a los 103 años de edad, el Misionero Oblato de María Inmaculada Olegario Domínguez, tras 77 años como religioso y 43 años en misión. Había llegado a Paraguay en 1980. Había nacido el 6 de marzo de 1920 en Portilla de la Reina, León. Se ordenó sacerdote en Roma en 1946, donde realizó el doctorado en Teología Dogmática sobre “La misión en Santo Tomás de Aquino”. Destinado al Seminario mayor de los Oblatos en Pozuelo de Alarcón, Madrid, allí empezó su misión como formador y profesor de Teología de los nuevos misioneros. En 1977 se cerró dicho seminario.
Y ahora con 60 años que podía hacer. Pues gracias a esto, pudo realizar su sueño ser misioneros con los pobres, entre los pobres, y empezó su grande y más querida etapa de vida misionera, su destino en América Latina, con sus compañeros de Paraguay. Aquí vivió con los jóvenes oblatos, novicios y estudiantes en el barrio de Lambaré en Asunción, impartiendo clases en la facultad de teología de Asunción, pero sobre todo acompañaba a los fieles de la capilla de la Inmaculada Madre de Cristo. Llegó a Paraguay el 4 de septiembre de 1989, cumpliendo su sueño de partir a la misión, donde entre otras responsabilidades fue profesor durante 25 años en la Universidad Católica. Era muy querido por su labor y entrega a las personas más desprotegidas.
Los Misioneros Oblatos han compartido algunas de las últimas vivencias del padre Olegario. El padre José Mª Riega, OMI, fue el 15 de marzo a celebrar con el padre Olegario sus 103 años. Allí se encontró con la sorpresa de que lo había trasladado a la casa central que los Oblatos que tienen en Asunción. Allí le dijo estas palabras: “He entrado en una nueva etapa de mi vida, mejor que las anteriores, desde que leí el libro del Papa Francisco ‘Soñemos juntos un futuro mejor’”. El 29 de marzo, unos días antes del Lunes Santo, cuando fallecería, escribió sus últimas palabras a este sacerdote que le fue a acompañar: “Querido José María, ¡y bueno!, aprovecho que me reintegraron a la comunidad para mandarte un saludo y decirte que, estando fuera y llevándome de una parte para otra, he estado un poco desconectado de todo y no he podido tampoco contestar a tu llamada. Me encuentro bien. He estado ocho días con las Hermanas del Silencio en el Monte. Lo he pasado bien. Me han tratado muy bien, como ellas saben. Creo que he recuperado algunas fuerzas, porque noté que esta última temporada estaba debilitándome. Estoy bien, sin novedad. (…) Veo muy bien que sigas con tus mensajes, en los cuales has llegado por fin a la conclusión de que la verdadera evangelización procede de una experiencia religiosa. Y, bueno, no es poca cosa llegar a ese convencimiento”.