Festejos por los 50 años de dos misioneros en el Chaco argentino
- On 7 de diciembre de 2017
OMPRESS-ARGENTINA (7-12-17) La comunidad parroquial de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, de la localidad chaqueña de Charata, festejó jubilosamente con una santa misa de acción de gracias y otras demostraciones de agradecimiento y afecto a dos misioneros que hace 50 años decidieron dejar su patria europea y quedarse para siempre en este rincón del Chaco argentino.
Se trata del padre redentorista Emilio Zsopinski, y la hermana Carmen Arbués, de las Misioneras Esclavas del Inmaculado Corazón de María, “dos personas que fueron elegidas y llamadas por Dios para ser misioneros de su amor desde la lejana Europa: de Polonia el padre Emilio y de España la hermana Carmen”, según refirió en declaraciones a AICA, Nilda B. Castillo, catequista de la parroquia.
“En 1967 -contó la catequista- desembarcaron en el puerto de Buenos Aires, una en agosto y el otro en octubre, dispuestos a realizar su vocación religiosa en tierra argentina. La incertidumbre de lo desconocido y la nostalgia del desarraigo no los amilanó sino que por el contrario, el empuje y la alegría propia de los elegidos, con la esperanza puesta en Dios, hicieron que su siembra fuera abundante y los frutos también”.
El padre Emilio Szopinski, de la Congregación del Santísimo Redentor, según recoge AICA, dedicó su vida a ser misionero entre los que menos tienen, a compartir su vida allí donde el Señor le fuera indicando. En las parroquias por donde pasó, dejó su sello. Formó comunidades comprometidas con su fe, trajo muchas ovejas a la viña del Señor, construyó iglesias, salones parroquiales, pero, sobre todo, impulsó la formación cristiana. Comunidades redentoristas como las de Quilmes, provincia de Buenos Aires; Dos de Mayo, en Misiones; Charata, Margarita Belén, Resistencia y Villa Ángela, en el Chaco, son prueba de su siembra pero también de su abundante cosecha.
La acción misionera de la hermana Carmen Arbués Fuentes, nacida en Santa Eulalia de Gállego, Zaragoza, y las otras que la acompañaron, todas pertenecientes a la congregación de las Misioneras Esclavas del Inmaculado Corazón de María, fue prolífera. Residentes en un principio en la localidad de General Pinedo, desde allí se desplazaban hasta Charata, donde enseñaban a las mujeres humildes costuras, bordados, al mismo tiempo que buscaban su promoción humana y espiritual. Enseñaban el catecismo en las zonas rurales, y en los hospitales ayudaron tanto en lo espiritual asistiendo a los enfermos como en su organización. Con los años abrieron hogares para atender y educar espiritualmente a niñas y adolescentes tanto en Pinedo como en Charata. Trabajar con los que menos tienen es su carisma principal, en especial con las familias, los niños y jóvenes en situación de riesgo siendo muy valorado el trabajo promocional que realizan en el Barrio Esperanza, de Charata.
Dos vidas ejemplares donde los jóvenes pueden mirarse y animarse a seguirlos, dos personas que repiten convencidos: “No dudaría en elegir el mismo camino y vivirlo con la misma intensidad”.