Exposición en París: La epopeya cristiana en Japón
- On 30 de enero de 2024
OMPRESS-FRANCIA (30-01-24) La sede de Misiones Extranjeras de París, en el 128 de Rue du Bac, acogerá del 15 de marzo al 13 de julio una exposición con el título “L’épopée chrétienne au Japon”, que recorre una historia de entrega, en la que los protagonistas son tanto los misioneros como los fieles japoneses, pero que no olvida los aspectos geográficos y sociales de esta epopeya. En torno a la exposición, habrá una conferencia el 23 de marzo, “El catolicismo en Japón: arte e historia del siglo XVI al XIX”, impartida por la comisaria de la exposición de Sylvie Morishita, doctora en Teología y comisaria de la exposición, y conciertos y películas.
La exposición busca dar una imagen global de la historia de la presencia cristiana en Japón a través de objetos, mapas, documentos. Una imagen que comienza desde los primeros pasos de la fe, con el “siglo cristiano”, que comienza tras la llegada de San Francisco Javier a la ciudad de Kagoshima, en 1549, con la notable expansión del catolicismo. Se vive la creación de una floreciente escuela de arte en Nagasaki así como los inicios de la imprenta en Japón (1591) mediante la publicación de diversos manuales de piedad o reproducciones de imágenes religiosas. Tras esta expansión se empiezan a sufrir las primeras prohibiciones y las primeras persecuciones. Se suceden los mártires y Japón se cierra en sí mismo, con la promulgación de un conjunto de leyes, en 1614 con el objetivo de eliminar el catolicismo y establecer un estricto control de la población. La primera parte de esta política es la obligación de que cada familia esté registrada en un templo budista. A partir de 1619, primero en Nagasaki y luego en todo el país, se instalaron carteles (kōsatsu) en ciudades y pueblos para recordar la prohibición del cristianismo y fomentar la denuncia de los cristianos a cambio de una gran recompensa. Estos paneles no fueron retirados hasta 1873.
Los primeros martirios importantes tuvieron lugar en Kioto en 1619, luego nuevamente en Nagasaki en 1622 y en Edo (Tōkyō) en 1623. La tortura sistemática apareció durante la década de 1630 con el objetivo de promover la apostasía, como lo muestra, por ejemplo, la película Silencio, dirigida en 2016 por Martin Scorsese. La población cristiana, estimada en 650.000 personas, quedó diezmada. Se perpetraron las torturas más abominables (tortura del pozo, aguas hirviendo de Unzen, etc.) La Rebelión de Shimabara (1637-1638) organizada por campesinos cristianos bajo el shogunato Tokugawa y bajo el liderazgo de un adolescente, Amakusa Shirō, fue ferozmente reprimida, con el apoyo de la marina holandesa que, para apoyar a las tropas leales, disparó sus cañones contra el castillo de Hara, donde se refugiaron los rebeldes. La masacre de 30.000 cristianos duró tres días.
Con el advenimiento de la era Meiji (1868), Japón puso fin oficialmente a su política de aislamiento iniciada a principios del siglo XVII. Unos años antes, el padre Bernard Petitjean (1829-1884), de las Misiones Extranjeras de París (MEP), había podido establecerse en Nagasaki y construir allí una iglesia, consagrada en febrero de 1865. Algunas semanas después de esta apertura, simples pescadores y modestos artesanos, descendientes de antiguos cristianos japoneses (Kakure Kirishitan) e intrigados por la nueva construcción, se dieron a conocer discretamente al misionero. A pesar de su total aislamiento durante dos siglos y medio y de las gravísimas represalias que pesaban sobre ellos en caso de denuncia, conservaron la fe y mantuvieron la transmisión de determinadas oraciones. Los misioneros describen la organización, los ritos y los elementos doctrinales de estos grupos que transmitieron en secreto una fe ferozmente prohibida, durante 250 años, sin sacerdotes y con muy pocos escritos. En 1889, la promulgación de la Constitución Meiji reconoció numerosas libertades para los súbditos del Emperador, incluida la libertad religiosa, lo que permitió una mayor expansión del cristianismo por todo el archipiélago.
Según las estadísticas publicadas por la Conferencia Episcopal de Japón en 2023, habría 431.100 católicos, entre ellos 6.200 seminaristas, sacerdotes, religiosos y religiosas, o el 0,34% de la población japonesa que es de 126.654.244 habitantes. Sin embargo, esta cifra sólo tiene en cuenta a los católicos “registrados”, un sistema desconocido en Europa y heredado de la época de la persecución, durante la cual cada habitante debía estar “registrado” en el templo (budista) de su barrio o pueblo. Con los inmigrantes, particularmente los latinoamericanos que llegaron a Japón a partir de la década de 1990, una buena parte de los cuales son de ascendencia japonesa, o los de Filipinas y, más recientemente, Vietnam, la población católica de Japón se estima en alrededor del 1%.
Aunque los católicos representan solo una pequeña parte de la población japonesa, muchas instituciones (hospitales, escuelas, centros de ayuda e incluso universidades, incluidas las de Nanzan en Nagoya (Verbo Divino) y Sophia en Tokio (Jesuitas) dan al catolicismo una presencia importante en la sociedad japonesa. Aunque la Iglesia en Japón es pequeña, hasta el punto de parecer a veces “invisible”, dedica gran parte de su energía a obras sociales: ayer, orfanatos, centros de trabajo para jóvenes sin recursos, hospicios para leprosos, defensa de personas discriminadas… y hoy también, la asistencia a las personas sin hogar, a los drogadictos, a los alcohólicos, a los discapacitados, a los inmigrantes, a las familias en dificultades, a los encarcelados, a los jóvenes y, por supuesto, a la ayuda y el apoyo a las víctimas de los grandes fenómenos naturales que son numerosos en el Japón (terremoto, tsunami, inundaciones, erupciones volcánicas, deslizamientos de tierra, etc.).