El sacerdote que quería contribuir con toda el alma a la formación del clero de todo el mundo

  • On 8 de mayo de 2025

OMPRESS-PALENCIA (8-05-25) Acercándonos a la Jornada de Vocaciones Nativas de este 11 de mayo, es estimulante recordar al venerable José Pío Gurruchaga (1881-1967), impulsor de la Obra de San Pedro Apóstol en España, y del apoyo a las vocaciones sacerdotales como coronación del esfuerzo de los misioneros en los territorios de misión.

Este sacerdote guipuzcoano, primer director nacional de esta Obra, en los años de 1922 a 1929, fue también fundador de las Religiosas Auxiliares Parroquiales de Cristo Sacerdote, a quienes inculcó su amor a la causa del clero autóctono hasta el punto de pedirles, en el Directorio para la congregación, trabajar con entusiasmo por implantar en todas las parroquias las Obras Misionales Pontificias, con especial predilección por la de San Pedro Apóstol.

Para conocer mejor a este pionero de la animación misionera entre nosotros, entrevistamos a la Madre María Anunciación Elgarresta, superiora general de las Auxiliares Parroquiales de Cristo Sacerdote.

P: ¿Qué cualidades reunía el P. José Pío para ser escogido primer director nacional de la Obra de San Pedro Apóstol?

Su gran amor al sacerdocio y a las misiones. Cuando en 1906 fue destinado como coadjutor a Santa María del Juncal, en Irún, como celoso sacerdote, promovió varias actividades en esa parroquia: catequesis, sindicatos, y en 1916 estableció las Obras Misionales. Y ya en 1918 patrocina, importada de Francia, la Obra de San Pedro Apóstol. Este amor que redunda al exterior es lo que anima al señor obispo de la diócesis para proponerle ante la Santa Sede, el año 1922, como primer director de esta Obra Pontificia.

P: ¿Por qué sentía tanto su fundador la necesidad de ayudar a los sacerdotes locales de los territorios de misión?

El venerable José Pío tenía una visión muy amplia y profética de la misión de las parroquias. Él decía: la obra de las misiones solo estará consolidada cuando la parroquia pueda vivir su vida propia, y para ello es necesaria la formación del clero nativo. Escuchamos de sus labios: “Yo siempre he sido misionero porque amo a la Iglesia que es misionera”; y continuaba: “El Señor había bendecido mis anhelos por contribuir a la formación del clero secular o diocesano, anhelos que siempre fomenté en mi alma, dándome con la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol el medio de contribuir con toda mi alma a la formación del clero de todo el mundo”.

P: ¿Cómo viven las Auxiliares Parroquiales de Cristo Sacerdote esa pasión por el clero nativo que D. José Pío “les contagió”?

Sobre todo, con la oración. Todos los días, al final del rezo del Santo Rosario, añadimos un padrenuestro “por las misiones”, invocando a san Francisco Javier, y poniendo especial empeño en lo que nos inculcó nuestro fundador: “Entre todas las obras de celo parroquial debe esta del Clero Indígena ocupar un lugar de predilección en vuestras almas”. También, derivando ayudas económicas propias o de personas a las que involucramos en la tarea de animar vocaciones nativas.

P: ¿Hay algún otro rasgo del P. Gurruchaga que le gustaría destacar?

Su amor a la Iglesia y su capacidad de trabajo. En el tiempo que ocupó la dirección de San Pedro Apóstol, la implantó en casi todas las diócesis de España. Su diario personal es el reflejo fehaciente de la infinidad de viajes que realizó por toda nuestra geografía. Y esto, con la singularidad de que, según destacaba de él el que fue Cardenal Arzobispo Primado de Toledo, D. Marcelo González, “en la medida que va desarrollándose más su actividad apostólica, no se produce ningún género de dispersión, sino que lo concentra cada vez más sobre sí mismo y sobre su propio sacerdocio”.

P: ¿Cómo animaría usted a colaborar en la Jornada de Vocaciones Nativas de este 11 de mayo?

La mejor colaboración es la oración, ayuda espiritual. Y desde el inicio de la Obra se concibieron becas de estudio para refuerzo de los seminarios en misiones y que hoy debemos alentar en nuestras parroquias como ayuda económica. También aprovecharía para dirigir un llamamiento a todos los que saben por experiencia lo importante que es, para el buen funcionamiento de una parroquia, contar con sacerdotes bien formados, que con generosa entrega se dan a Dios y a los hermanos. Esta es la labor de nuestros misioneros en tierras de misión, el mejor legado: fomentar y formar vocaciones nativas.

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