El Papa inaugura el Mes Misionero Extraordinario, una sacudida para ser misioneros

  • On 2 de octubre de 2019

OMPRESS-ROMA (02-10-19) El Papa Francisco presidió ayer por la tarde en la Basílica de San Pedro las Vísperas inaugurando así el Mes Misionero Extraordinario, convocado por él mismo en agosto de 2017. La celebración estuvo precedida por la vigilia misionera y los testimonios de misioneros en Asia, África y Oceanía.

El Papa, en su intervención, reflexionó sobre la parábola de los talentos, oída en el curso de la celebración, en la que el Señor se presenta como un hombre que, antes de partir, llama a sus siervos para entregarles sus bienes. “Estos dones, estos talentos, no representan algo para guardar en una caja fuerte, representa una llamada: el Señor nos llama a hacer fructificar los talentos con audacia y creatividad”, decía el Papa Francisco. “Dios nos preguntará si hemos hecho algo, arriesgando, quizá perdiendo el prestigio. Este Mes misionero extraordinario quiere ser una sacudida que nos impulse a ser activos en el bien. No notarios de la fe y guardianes de la gracia, sino misioneros”.

“Se hace uno misionero viviendo como testigo: testimoniando con nuestra vida que conocemos a Jesús. Es la vida la que habla. Testigo es la palabra clave, una palabra que tiene la misma raíz de significado que mártir. Y los mártires son los primeros testigos de la fe: no con palabras, sino con la vida. Saben que la fe no es propaganda o proselitismo, es un respetuoso don de vida. Viven transmitiendo paz y alegría, amando a todos, incluso a los enemigos, por amor a Jesús”.

Haciendo referencia al siervo que enterró su talento, el Papa habló del pecado de omisión: “Quien está con Jesús sabe que se tiene lo que se da, se posee lo que se entrega; y el secreto para poseer la vida es entregarla. Vivir de omisiones es renegar de nuestra vocación: la omisión es contraria a la misión. Pecamos de omisión, es decir, contra la misión, cuando, en vez de transmitir la alegría, nos cerramos en un triste victimismo, pensando que ninguno nos ama y nos comprende”.

Volvió a insistir en este inicio del mes misionero en que la Iglesia tiene que salir, es para el camino: “Una Iglesia en salida, misionera, es una Iglesia que no pierde el tiempo en llorar por las cosas que no funcionan, por los fieles que ya no tiene, por los valores de antaño que ya no están. Una Iglesia que no busca oasis protegidos para estar tranquila; sino que sólo desea ser sal de la tierra y fermento para el mundo. Esta Iglesia sabe que esta es su fuerza, la misma de Jesús: no la relevancia social o institucional, sino el amor humilde y gratuito”.

“Hoy entramos en el octubre misionero acompañados por tres ‘siervos’ que han dado mucho fruto. Nos muestra el camino santa Teresa del Niño Jesús, que hizo de la oración el combustible de la acción misionera en el mundo. Este es también el mes del Rosario: ¿Cuánto rezamos por la propagación del Evangelio, para convertirnos de la omisión a la misión? Luego está san Francisco Javier, uno de entre los grandes misioneros de la Iglesia. También él nos remueve: ¿Salimos de nuestros caparazones, somos capaces de dejar nuestras comodidades por el Evangelio? Y está la venerable Paulina Jaricot, una trabajadora que sostuvo las misiones con su labor cotidiana: con el dinero que aportaba de su salario, estuvo en los inicios de las Obras Misionales Pontificias. Y nosotros, ¿hacemos que cada día sea un don para superar la fractura entre el Evangelio y la vida? Por favor, no vivamos una fe ‘de sacristía’”.

“Nos acompañan una religiosa, un sacerdote y una laica. Nos dicen que nadie está excluido de la misión de la Iglesia. Sí, en este mes el Señor te llama también a ti. Te llama a ti, padre y madre de familia; a ti, joven que sueñas cosas grandes; a ti, que trabajas en una fábrica, en un negocio, en un banco, en un restaurante; a ti, que estás sin trabajo; a ti, que estás en la cama de un hospital… El Señor te pide que te entregues allí donde estás, así como estás, con quien está a tu lado; que no vivas pasivamente la vida, sino que la entregues; que no te compadezcas a ti mismo, sino que te dejes interpelar por las lágrimas del que sufre. Ánimo, el Señor espera mucho de ti. Espera también que alguien tenga la valentía de partir, de ir allí donde se necesita más esperanza y dignidad, allí donde tanta gente vive todavía sin la alegría del Evangelio”.

Y se preguntaba el Papa: “¿Pero tengo que ir solo?”. No, porque el protagonista de la misión es el Espíritu Santo: “Tú vas con el Espíritu Santo. Ve, el Señor no te dejará solo; dando testimonio, descubrirás que el Espíritu Santo llegó antes de ti para prepararte el camino. Ánimo, hermanos y hermanas; ánimo, Madre Iglesia: ¡Vuelve a encontrar tu fecundidad en la alegría de la misión!”, concluía.

 

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