El Papa Francisco recibe al padre Maccalli
- On 11 de noviembre de 2020
OMPRESS-ROMA (11-11-20) El misionero fue liberado el 8 de octubre. Maccalli perteneciente a la Sociedad de Misiones Africanas (SMA) fue secuestrado la noche del 17 de septiembre de 2018 en la misión de Bomoanga, en Níger, casi en la frontera con Burkina Faso, por un grupo armado. “Fue un encuentro muy, muy agradable. Me emocioné, sobre todo diciéndole al Papa lo que viví y también confiando a su oración sobre todo a las comunidades a las que iba y que ahora están sin presencia misionera y sin sacerdote desde hace más de dos años. Le dije al Papa que tenga presente a la Iglesia de Níger en su oración. El Santo Padre estuvo muy atento, me escuchó con mucha atención. También le dije un gran ‘gracias’ por haber rezado por mí, junto con la Iglesia, y luego en el Ángelus del Día Mundial de las Misiones cuando quiso este aplauso de la plaza por mi liberación. Le di las gracias y me respondió: ‘Nosotros te apoyamos a ti, pero tú apoyaste a la Iglesia’. No tuve palabras ante esto: yo, un pequeño misionero y él que me hablaba así… realmente no tengo palabras”. Así hablaba el padre Maccalli tras ser recibido por el Papa Francisco este lunes.
“Fue el abrazo de un padre, este padre que llevo en la oración todos los días”, declaraba a Vatican News. “Encontrarlo ante mí fue realmente una emoción y un sentimiento de gran gratitud. Nunca hubiera pensado que un misionero que va a las afueras del mundo pudiera encontrarse un día ante el propio Papa, que apoya a la Iglesia universal. Son emociones difíciles de expresar… Yo continué diciendo, gracias, gracias, gracias, gracias”. Al misionero le emocionó un gesto del Papa: “Cuando nos despedimos, le di la mano y me besó las manos. No me lo esperaba…”.
Tras el encuentro con el Papa recordó los días de vagar con sus captores por el desierto: “Las lágrimas fueron mi pan durante muchos días y han sido mi oración cuando no sabía qué decir. Incluso me lo escribí un día. Leí en una historia rabínica que Dios cuenta el número de lágrimas de las mujeres y le dije: ‘Señor, quién sabe si incluso cuentas las de los hombres. Te las ofrezco en oración para regar esa tierra árida de la misión, pero también la tierra árida de los corazones que sienten odio causando guerra y violencia’. Y luego se va a lo esencial en el desierto. Allí te das cuenta de que lo esencial es tener agua para beber, tener algo para comer, aunque sea el mismo alimento todos los días, cebollas, lentejas y sardinas. Pero como ves, no son los platos refinados los que hacen la sustancia. Lo mismo ocurre en la vida espiritual: lo que cuenta es el shalom, el perdón y la hermandad, y como misionero me siento aún más animado a ser testigo de la paz, la hermandad y el perdón, hoy y siempre”.