El Papa condena la masacre en una aldea nigeriana

  • On 16 de junio de 2025

OMPRESS-NIGERIA (16-06-25) “En la noche del 13 al 14 de junio, en la ciudad de Yelwata, en el área administrativa local de Gouma, en el estado de Benue, Nigeria, se produjo una terrible masacre en la que unas doscientas personas fueron asesinadas con extrema crueldad, la mayoría de ellas desplazados internos acogidos por la misión católica local”, decía el Papa León XIV en el ángelus de este domingo. “Rezo para que la seguridad, la justicia y la paz prevalezcan en Nigeria, un país querido y tan afectado por diversas formas de violencia. Y rezo especialmente por las comunidades cristianas rurales del estado de Benue, que son víctimas incesantes de la violencia”.

Hay al menos seis grupos extremistas armados que llevan años asolando el noroeste de Nigeria: el último en llegar, detectado en la región desde principios de 2024, se autodenomina Lakurawa y proviene de Mali. Ataca aldeas en las zonas más remotas del noroeste, entre Sokoto y Kebbi, y se cobra víctimas entre la población civil nigeriana. Los agricultores cristianos dicen vivir con miedo, porque sus hogares y las iglesia son incineradas.

Mons. Fortunatus Nwachukwu, un prelado nigeriano con diversas responsabilidades en el Dicasterio para la Evangelización, ha hablado con “Popoli e Missione”, la revista de las Obras Misionales Pontificias en Italia. “Puedo decir con certeza –afirma– que el problema de Nigeria no es religioso: es decir, no se trata de un problema de persecución religiosa. En todo caso, en ese sentido, me referiría a la difícil coexistencia, especialmente debido al extremismo, no solo islámico”. El prelado explica que «el verdadero problema surge cuando hay quienes utilizan y explotan cuestiones políticas y éticas, las mezclan con las religiosas y crean situaciones híbridas difíciles de controlar.

Entre los “híbridos” el obispo incluye “los conflictos de larga duración entre los pastores fulani y los agricultores locales”. Explica que, aunque “los fulani son mayoritariamente de religión islámica”, el conflicto no tiene nada que ver con la fe, porque también hay fulani convertidos al cristianismo. La verdadera razón reside en el deseo de afirmación económica y conquista territorial: “una lenta transformación de esta población de nómada a sedentaria”, lo que lleva a la competencia con quienes ya viven en el territorio. El vacío del Estado es lo que favorece un sistema de justicia improvisado. La delincuencia local a menudo se mezcla con reivindicaciones pseudo religiosas que se valen de preceptos malinterpretados del islam.

Mons. Nwachukwu confiesa estar preocupado por dos razones: en primer lugar, por el avance de los episodios de violencia del norte al centro del país; y en segundo lugar, porque la “mala reputación” de grupos como los pastores fulani genera odio y represalias, hasta el punto de avivar el temor a un posible futuro “genocidio fulani”.

“Lo que ocurre en la región central está cambiando lentamente”, afirma el obispo, “y los grupos armados están empezando a decaer. Algunas comunidades están empezando a reaccionar, a defenderse”. En cuanto a los secuestros de sacerdotes católicos, que son noticia de gran repercusión en Europa, el arzobispo confirma que “muchos sacerdotes son secuestrados porque los terroristas y bandidos los ven como personas adineradas y, para ellos, son blancos más fáciles que otros”. Y aclara: “También atacan a quienes no son sacerdotes. Pero los sacerdotes son blancos más atractivos: primero, no tienen familia, luego pueden tener coche y, finalmente, los delincuentes creen que la Iglesia pagará un rescate por ellos. A veces mezclan todo esto con la religión y se atribuyen la responsabilidad en nombre de un terrorismo que se dice islamista. Se llevan el dinero y con él se arman. Muchos grupos están mejor armados que el ejército”. En particular, la zona fronteriza con Benín es una maraña inextricable de al menos seis grupos armados, bandidaje local sin escrúpulos y violencia presuntamente afiliada a Boko Haram. Pero en el punto de mira, de hecho, no solo está la Iglesia Católica, sino cualquiera que se perciba como un “generador de ingresos”.

El obispo nigeriano afirma con claridad que “la Iglesia católica es el grupo eclesial más fuerte en cuanto al mantenimiento de la cohesión interna y la paz, así como en las relaciones con los musulmanes, algo fundamental para la jerarquía católica”. Y reitera: “La Iglesia desempeña un papel importante en la educación de los creyentes y continúa su actividad misionera”. Respecto al número de fieles, afirma que “en Nigeria es difícil obtener cifras fiables y un censo exacto. Pero sabemos que la Iglesia nigeriana es actualmente la más grande de África en cuanto a organización y Conferencia Episcopal”. Por eso, señala que como Iglesia “debemos centrarnos en la nueva evangelización, porque el cristianismo exige un cambio de cultura y mentalidad”, y difunde una cultura de convivencia.

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