El misionero Justo Segura cumple su sueño
- On 7 de marzo de 2023
OMPRESS-JAPÓN (7-03-23) Este misionero guipuzcoano que ha pasado 60 años en Japón hizo una petición a su obispo: “Quiero ser misionero en tierra de misión hasta la muerte”. Quería acabar sus días en el país al que le llevó la misión, mientras seguía siendo sacerdote diocesano de San Sebastián. Su sueño se ha cumplido: ha fallecido este domingo a los 89 años en su tierra de adopción.
Justo Segura Errasti había nacido en la villa de Eskoriatza, Guipúzcoa, el 14 de mayo de 1933. Se ordenó sacerdote en 1958 y, como miembro del Instituto Español de Misiones Extranjeras (IEME), viajó con destino a Los Ángeles, Estados Unidos, para aprender inglés y partir a la misión en Japón. Se podrían dar más datos y fechas sobre su vida, pero él mismo hizo el resumen en 2019 para unas Vísperas Misioneras en el Monasterio de las Brígidas de Lasarte. Su testimonio recoge lo que ha sido su vida:
“Me llamo Justo Segura, tengo 85 años, voy a cumplir el próximo marzo, el día 3, 60 años de vida misionera, los cuatro primeros años en Los Ángeles, California, de paso para el Japón y los otros 56 años en este queridísimo Japón. Todo este tiempo se me ha hecho cortísimo y apenas he podido hacer casi nada de tantas cosas que hubiera querido. Nunca me he sentido descontento ni desanimado; nunca he perdido el celo misionero, pero sí veo que he sido un misionero insignificante. Hay tanto por hacer en este continente asiático…
Hoy, especialmente, quisiera dar muchas gracias a mi gran seminario y a mi diócesis de San Sebastián, pues fue precisamente ese seminario de San Sebastián el que incubó mi vocación misionera, el regalo más grande que Dios me ha dado en mi vida, allá por los años 1952-1956. Siempre me he sentido, y me sentiré hasta la muerte, un misionero vuestro y un misionero enviado por vosotros. Mi decisión, y ya cuento con el permiso de mi obispo, Mons. Munilla, es la de acabar mis días en Japón. Quiero ser misionero en tierra de misión hasta la muerte, y no me siento nada héroe, sino en mi caso, solamente consecuente con esta vocación, regalo de Dios, hasta el final. Lo cierto es que me costaría muchísimo alejarme de estas gentes. Nunca me he sentido más misionero que mis condiscípulos de San Sebastián, que han trabajado en Euskadi o en otras tierras de misión, pero tampoco me he sentido menos diocesano que ellos. Esta espiritualidad diocesana la he intentado vivir siempre con los sacerdotes diocesanos con quienes he trabajado siempre y ahora vivo.
Actualmente atiendo a dos comunidades de religiosas con unas 50 religiosas, la mayoría muy mayores, como yo. Dos días a la semana paso a mi residencia diocesana donde probablemente acabaré mis días, está a unos 80 kilómetros de distancia de la comunidad en la que paso la mayor parte de la semana. Vivo contento. ¡Estoy muy agradecido a mi familia y a todos vosotros! Gracias”.
Con su testimonio, envió una oración: “Bendice Señor, este inmenso continente asiático, tan rico en religiones culturas y espiritualidades, y que nadie se vea privado de la alegría de tu Evangelio. Rogamos a María que nos acompañe en este caminar y alentados por quienes hicieron de su vida Misión, como Francisco Javier y Juan de Ávila, sepamos discernir con verdad y libertad las sendas por donde hoy nos pides construir y hacer vivo el Evangelio del Reino”.