El lema del Domund “Id e invitad a todos al banquete”, meditado en Ucrania

El lema del Domund “Id e invitad a todos al banquete”, meditado en Ucrania

  • On 22 de octubre de 2024

OMPRESS-UCRANIA (22-10-24) Las misioneras de la congregación de Santo Domingo escriben desde su Misión María Madre de Dios, en Kiev. Tres años después del inicio de la guerra de Ucrania, Antonia, María Jesús y María escriben a sus hermanas de Congregación cómo viven el lema del Domund propuesto por el Papa Francisco. Estas misioneras españolas tuvieron que abandonar Ucrania en marzo de 2022. Meses después volvían con alegría. Hace 25 años, fundaron la “Casa de los niños” (en ucraniano “Dim Ditey”), una guardería y un centro ecuménico de niños, para ofrecer actividades después de la escuela.

“Queridas hermanas, y los que os interesáis por nosotras, y por esta misión, que con vuestra ayuda vamos pudiendo llevar a cabo, buscando la paz, y haciendo también de la Paz, nuestra Esperanza. Al recibir el lema del DOMUND de este año, Id e invitad a todos al banquete, aquí en Kiev, ahora que vamos a completar tres años de guerra, la situación es cada vez más complicada, las alertas y cortes de red eléctrica e Internet más frecuentes. Continúan ataques a objetivos civiles, incluso a hospitales de niños. Ahora, los ánimos no parecen estar tan vivos como estuvieron y el sufrimiento de las personas se prolonga de manera indefinida. Otras veces gente cercana y querida muere o la declaran desaparecida, y cuando ya vas aceptando ese dolor, llega la noticia de otra muerte y no dejas de preguntarte a veces como el salmista: ¿Dónde estás, Señor? ¿Cómo estás presente, en esto que vivimos? ¿A qué banquete invitamos, Señor?

Sabemos que Dios nos ama, que no se olvida de que nos llamó por nuestro nombre, y continúa invitándonos a una vida plena, dada, entregada que se va haciendo con la suya, historia de Salvación. Y cuando el dolor y la muerte, van dejando más niños huérfanos, niños que conocemos, que nos miran con sus ojos inocentes y sus caritas tristes a las que a veces tarda en volver la sonrisa, entonces, la Palabra de Vida, renace en las nuestras con más convicción, de que toda vida, todo en la vida, tiene más un para qué, que un por qué. Y nuestro lema de este año reafirma esa confianza: ‘Confía en el Señor, se fuerte, ten valor, espera en el Señor’. (Salmo 27, 31) Rezadlo por nosotras y con nosotras, recordando a los que ya están participando en el banquete con el Señor y a los que aún sufren torturados, secuestrados, desaparecidos, aquí y en tantos lugares.

Nuestro ‘Id e invitad’ es estar vigilantes y atentas para descubrir lo bueno, lo esperanzador. Literalmente los ‘Gozos y esperanzas’ de los que nos habla el Concilio Vaticano II. Compartir nuestra experiencia de fe, en un contexto interreligioso o no creyente, nos depara sorpresas y somos con frecuencia interpeladas, a profundizar el sentido de lo que vivimos. Unos con otros nos hacemos esperanza y las evangelizadoras, recibimos el Evangelio vivo.

Aprovechamos los encuentros, para tejer relaciones que se van transformando en grupos de colaboración, de los que os enviamos información. Nos escribe Mila, una de nuestras colaboradoras quien nos dice en un correo: Os envió información del reparto de comida en Komarovska gromada, (ahora se llaman así a las nuevas unidades administrativas de un conjunto de pueblos, que se van vaciando por la guerra, o porque se va alejando a la gente de los frentes de fuego). Son paquetes que reparte la asociación Tiempo para nosotros, como ayuda entre los desplazados o a los que quedan en este conjunto de pueblos. Se ha podido ayudar a Samoiliuk, que tiene 3 niños a su cargo, uno de ellos discapacitado; a Vyshniak que no tiene padres; en Kozins a desplazados internos de Chuhuiv de la región de Kharkiv, huérfanos al cuidado de su abuela; a Tatarchuk Iván: un niño discapacitado y huérfano, y a muchos otros. Al estar en Tarashcha, con los bombardeos tuvimos problemas de agua y de electricidad. Un edificio bombardeado se desplomó y causó 15 heridos. Todo ha quedado arruinado y, no se puede vivir allí. Yo empecé a valorar mucho la vida, y también a pensar que podría pasar con mi madre o conmigo con estos bombardeos.

Hace poco, una niña de 15 años ha tenido una bebé: le hemos ayudado en el hospital para el parto, le hemos comprado comida, lo necesario de la farmacia y alguna ropa para el bebé. Ludmila, de la fundación que ayuda a la gente de tercera edad, vino a visitarla y trajo muchas cosas, incluido un carrito. El pueblo está un poco alejado, pero hay que ayudar a esta chica y visitarla. Es muy joven y necesita que se la acompañe, para que a sus 15 años pueda ser una buena mamá. Hay dificultades para hacer llegar los paquetes sociales porque al hacerlo con bicicleta se pueden llevar pocos. Hay que esperar a encontrar coches que se los puedan acercar a las casas, y esos días son de verdadera fiesta. ¡Las personas con invalidez, os lo agradecen mucho!

Galina, la presidenta, de la asociación ‘El tiempo para nosotros’ de Nizhyn, ha preparado una fiesta el día 03.10.24. Se han comprado algunos ‘souvenirs’ para los premios de los poemas, canciones y cuentos de ese día. Esto le gusta mucho a la gente y es una manera de expresar los sentimientos, de compartir lo que vivimos unos y otros y así distraerse de la guerra.

Los heridos y desplazados internos continúan llegando a Kiev desde las líneas de combate y ciudades fronterizas. Las actividades humanitarias, se van realizando no sólo por las iglesias y distintas asociaciones, sino que incluso las embajadas, dan apoyo y ayudan al conocimiento entre las ONGs para fortalecer la labor humanitaria. Nuestra embajada española nos ofreció una reunión para conocernos y en la fiesta del 12 de octubre, también contactamos con otra ONG que nos visitó en casa, con la que compartimos intereses y nos dejaron, una imagen de la Virgen del Pilar y la promesa de colaboración. También hemos tenido la visita de la dominica sor Lucía Caram acompañada de uno de los asesores del Papa, de un grupo de guardias de frontera y del Cónsul de España, Manuel Baena. Estos momentos de compartir misión y Evangelio son una gracia especial de Dios.

Las familias, tienen difícil mantener vínculos significativos por las separaciones propias de la guerra, muertes, desapariciones, consecuencias físicas y psíquicas debidas a los ataques, soledad, miedos y separaciones. Cada vez hay más viudas y huérfanos, necesitados de ayuda y acompañamiento. A veces es difícil saber si la persona está muerta o desaparecida, y en este último caso, hace falta mucho valor y esperanza para establecer líneas de búsqueda, y no dejarse llevar por el desánimo, el dolor y la impotencia.

El muro de la Iglesia de San Miguel, con sus cúpulas doradas, se ha ido llenando de fotos de tantos que han dado su vida por defendernos. Hay muchos otros, héroes desconocidos, trabajadores que nos hacen posible en la ciudad la vida cotidiana. Se trabaja el campo, a veces con artefactos caídos del cielo, con el peligro de minas o granadas enterradas, y continúan sembrando y trabajando, dándonos el pan y ahora las patatas para el próximo invierno que será duro.

En la Casa de los niños y con todos: Signos de esperanza Ser dominicas de la Congregación Santo Domingo y vivir con niños es querer hacer de nuestra casa un lugar de serenidad y calma, un lugar pacífico, pacificado y pacificador. Es intentar revivir cada día la esperanza, aprender con ellos a ser centinelas, a ver un poco del mundo que nace con ellos, con nosotras y con otros. Acostumbradas a programar, planificar y a hacer cronogramas, vamos aprendiendo a hacer micro planes y plan B, en completa incertidumbre no solo en el futuro, sino en el día a día, según se suceden alertas e inconvenientes con los que hay que caminar ahora. Y a pesar de todo tenemos monitores, hemos tenido reuniones de padres, las clases se van dando, preparamos los teatros de Navidad, ya hemos empezado el deporte…

Aprendemos de los niños a vivir la alegría, de los ‘pequeños-grandes momentos’ que sus ojos frescos ven: damos gracias a Dios por la luz y el sol, la lluvia, las estaciones, la belleza del otoño, por sentir el aire que juega con las flores, sentir que estamos vivos, por el huerto que nos permite disfrutar de los tomates, pepinos y pimientos que tanto nos alegran en la comida, damos gracias también por la apertura enfrente de casa de la pizzería ‘Dominó’ que nos permite hacer pequeñas fiestas en momentos especiales.

Su nueva fragilidad y sus miedos, a perder la presencia y el apoyo de sus padres, abuelos y otros familiares, nos hace receptivas, sensibles a su dolor, a sus cambios de humor, a su poder de recuperación. Pero todo es poco cuando el dolor golpea, como esta semana nos ha pasado con Sofía, una niña de 12 años que estuvo con su mamá y con nosotras, en el tiempo de acogida de refugiados en nuestro colegio de Sotrondio y ahora aquí. Recibimos primero la noticia de la muerte de su papá, un alto responsable militar, aunque ahora lo dan por desaparecido. Parecía que ella lo presintiera, porque desde unos días antes, estaba triste y preocupada. ¡Qué necesidad sentimos de Dios, siempre, pero sobre todo en momentos como este! El ¡Consolad a mi pueblo! bíblico se hace presente con fuerza en nuestro acompañar ahora la fe.

La Eucaristía, banquete y presencia es nuestro preciado tesoro. ¿Qué haríamos sin él? Necesitamos rezar lo que vivimos, pasarlo muchas veces por el corazón, y por el corazón misericordioso de Dios, para continuar amando. Hemos podido recuperar la celebración de la Eucaristía de la Comunidad Hispana. Poco a poco nos vamos encontrando alrededor de la presencia de Jesús. El domingo pasado éramos doce, de nueve nacionalidades hispano hablantes y celebramos la misa de funeral por Conrado, un soldado colombiano muerto en el frente.

Con nuestra presencia aquí queremos ayudar a sostener la esperanza en estos tiempos revueltos, y así como en la ‘casa de la abuela’ se reúne la familia, que en la nuestra sigamos compartiendo la VIDA alrededor de un plato de lentejas o un café, y que nuestro Dios consolador nos bendiga a todos. Para todo esto contamos con vosotros y con vuestra oración que nos sostiene cada día. Un abrazo, Antonia, María Jesús y María”.

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