El legado de la “Madre Teresa de Honduras”
- On 8 de abril de 2022
OMPRESS-HONDURAS (8-04-22) La hermana María Rosa Leggol fue una monja franciscana que dedicó su vida a dar refugio a los niños huérfanos y abandonados de Honduras. Fueron 70 años ayudando 90.000 niños y sus familias, desviviéndose por darles comida, educación y formación profesional.
El lunes pasado, la Embajada de Honduras ante la Santa Sede y la edición española de L’Osservatore Romano organizaban en Roma una proyección privada del documental, «Con esta luz», que narra la vida y el legado de Sor María Rosa Leggol, a la que siguió una mesa redonda en la que participaron Jessica Durán Sorówitz, productora ejecutiva del documental, y las codirectoras de la película, Nicole Bernardi-Reis y Laura Bermúdez.
La hermana María Rosa creció en un orfanato, y a los seis años conoció a dos Hermanas de San Francisco que cambiaron el curso de su vida. Decidió unirse a ellas. Entró en la congregación a los 21 años, el 13 de junio de 1949. Su primer destino, al año siguiente, fue trabajar como enfermera en el Hospital La Policlínica de Comayagüela, en el turno de noche, allí comenzó su labor de cuidadora comprometida, con una especial compasión para los huérfanos y los hijos de padres encarcelados. Abrió el primer orfanato en 1964, y fundó la organización sin ánimo de lucro Sociedad Amigos de los Niños (SAN) en 1966. Con el tiempo, su trabajo creció hasta construir más de 500 hogares en toda América Latina. Todo ello mientras se sucedían dictaduras, golpes militares, narcos y desastres naturales. Aplicó un enfoque integral para influir en las vidas de estos niños creando oportunidades de trabajo para sus familiares y comunidades a través de una variedad de programas empresariales y educativos visionarios, además de llevarles asistencia sanitaria a través de clínicas y brigadas médicas.
La hermana María Rosa falleció de Covid el 16 de octubre de 2020, con 93 años de edad. Cuando le preguntaban por qué había hecho toda aquella labor decía que Dios la había impulsado por lo que, refiriéndose a tantas personas ayudadas, “no me deben nada, lo que tienen que hacer es extender esa misericordia con el que se topen, adonde vayan”.