El Galilea de las Islas Salomón y los “potrillos” de Colombia: las embarcaciones de los misioneros
- On 10 de mayo de 2024
OMPRESS-ISLAS SALOMÓN (10-05-24) Cuando los misioneros tienen que atender varios lugares de misión, separados por el mar o los ríos de la selva, una embarcación se vuelve algo más que un medio de transporte. Son un recordatorio de que todo empezó con el Señor acercándose a unos pescadores y hablándoles de la otra orilla.
Es el caso del Galilea, un barco de unos 14 metros de eslora con casco de acero, que adquirió en 2015 la diócesis de Gizo, una de las tres diócesis de las Islas Salomón. Gizo se puede decir que es una diócesis en medio de las aguas. Como explicaba su obispo, el misionero salesiano Luciano Capelli, la diócesis se delimita por coordenadas. 6 a 9 grados de latitud sur y 156 y 160 grados de longitud este. Un trapecio de 300 kilómetros cuadrados en el que las aguas del Pacífico ocupan la mayor parte. Hay tres grandes islas e innumerables islotes, con la mayoría de la población establecida en pequeños pueblos costeros, a los que solo se puede acceder por el agua. El Galilea y su barco hermano, el San Pedro, unen literalmente la diócesis. Son dos viejos conocidos de las Obras Misionales Pontificas y del Domund, que año tras año financian su combustible. Este curso con 26.000 dólares. Los dos barcos son casi la sede de la diócesis y llevan además de un equipo de misioneros, medicinas, alimentos y otros productos básicos que, a lo largo del año, suponen un alivio para más de 16.000 personas.
La diócesis de Wewak, bañada por el mismo Océano Pacífico y 500 kilómetros al este de Gizo, ya en Papúa Nueva Guinea, no está tan disgregada en islas e islotes, pero la exuberante jungla que cubre su territorio hace que las comunicaciones se tengan que hacer por mar. Han solicitado a las Obras Misionales Pontificias, como en otros años, ayuda para adquirir dos embarcaciones y cuatro motores fuera borda. Explican que trece de sus 49 parroquias están ubicadas en el Océano Pacífico y en el Sepik y otros ríos. Y es que los mares agitados, los arrecifes de coral, los troncos flotantes, los árboles y rocas ocultos contribuyen al daño y la pérdida de embarcaciones y motores.
En Colombia, en el otro extremo del mundo, los vicariatos apostólicos de Guapi y Mitú también han solicitado ayuda a las Obras Misionales Pontificias. Mons. Medardo de Jesús, vicario apostólico de Mitú, ha pedido ayuda para la compra de un motor fuera borda y 10 timbos para combustible (depósitos) para la parroquia Nuestra Señora de Guadalupe de Piedra Ñi. La parroquia, explica el obispo, no cuenta con un motor fuera de borda que permita realizar desplazamientos por vía fluvial a las comunidades ribereñas de los ríos Umuña, Pirá y Apaporis, hasta ahora lo alquilaban.
Mons. Carlos Alberto Correa, vicario apostólico de Guapi, al que se le ayudado con combustible para los desplazamientos, cuenta que el vicariato está ubicado en territorios que se caracterizan por su difícil acceso. A esto se suman temas como el narcotráfico y sus consecuencias. Los recorridos que se realizan entre las cabeceras municipales, caseríos y veredas, se dan únicamente por ríos, esteros y mar, en lanchas, canoas o “potrillos”, como llaman a las embarcaciones artesanales.
Cada gota de combustible de estos territorios de misión, cuatro de los 1.124 que tiene la Iglesia, está financiada por los pequeños donativos de tantos católicos con las campañas del Domund. Una generosidad que permite que los misioneros sigan diciendo que sí al Señor cuando les dice: “vamos a la otra orilla”.