El dinero que no llega es el que no se da

  • On 24 de enero de 2025

OMPRESS-MADAGASCAR (24-01-25) Misionero en Madagascar desde hace muchos años, Mons. Gustavo Bombín Espino es obispo de la diócesis malgache de Toliara. Miembro de la Orden de la Santísima Trinidad, este religioso vallisoletano habla, en esta entrevista concedida a las Obras Misionales Pontificias, sobre su vida misionera.

P: ¿Qué hace un vallisoletano en Madagascar? Más que como vallisoletano, fue como trinitario que llegué allí. Es como trinitario que llegue allí. Es la orden de la Santísima Trinidad. Trabajamos en Madagascar desde 1926. Dentro de dos años ya celebraremos el centenario. Y como trinitario y como vallisoletano fui al Seminario de los Trinitarios en Alcázar de San Juan, luego en Andújar, en Córdoba, en Granada y acabé de misionero. Mi primer destino ha sido a las misiones de Madagascar como trinitario y allí estoy, allí seguimos y allí hacemos que la vida sea un poco más dulce, un poco más simpática, un poco más agradable para ellos, pero también para nosotros.

P. Llegaste allí a la Misión Gustavo, muy, muy joven, con 26 años Supongo que te trae un montón de recuerdos mirar hacia atrás. ¿Cómo ha sido esta trayectoria tuya?

Muy agradable. Al principio no sabes cuánto vas a durar. Vas con la idea de trabajar. Fuimos tres compañeros: Julián Cadenas, Basilio Vallejo, que ya falleció, y un servidor. Íbamos un poco con la idea de, vamos a ver, diez años, quizás diez años. Claro, luego cuando llegas allá empiezas a estudiar la lengua, la situación local, toda la realidad y tal. Y recuerdo que cuando llevábamos diez años, uno de nosotros recordó: oye, que ya llevamos diez años, y cómo nos vamos a ir ahora, si es cuando mejor estamos. Porque ya te empiezas a sentir uno más con ellos, etcétera. Ya comienzas a desenvolverte más o menos bien con la lengua, con la cultura, con la gente. Cantidad de proyectos en la cabeza y con un apego ya incluso a todos los niveles, familiares, eclesiales y educativos con la gente. Y bueno, al final, decidimos continuar. Y ahí estamos de esos diez años que pensábamos estar al principio ya son 38. Y para qué cambiar.

P: Una vez que estás allí en la misión, te nombran obispo. Eres un obispo misionero. Un misionero obispo. ¿En qué diócesis has estado allí?

Pues comencé en la diócesis de Tsiroanomandidy, que es una diócesis fundada, erigida, por los trinitarios, por la Orden Trinitaria, como misioneros. Y yo he sido nombrado el tercer obispo de esa diócesis. Una Iglesia muy joven. La mayoría de las diócesis de Madagascar estamos por los 60, 70 años. Después, una segunda ola, pues por los 25 años, y la más reciente que abrí yo, que fui el primer obispo, que tienen ahora mismo siete años. Yo he sido, como repito, el tercer obispo de la diócesis de Tsiroanomandidy, y allí estuve 13 años de obispo, que es donde había trabajado como misionero y sacerdote.

P: Cuando uno se imagina la labor de un obispo, lógicamente en Radio María conocerán más a los obispos españoles, nos los imaginamos, pues, en misas oficiales, actos oficiales, en las confirmaciones, haciendo una labor pastoral de la que conocemos aquí en España. Pero sin embargo, si uno ve, por ejemplo, el capítulo de misioneros por el mundo en el que apareces, es que se ve que tu principal labor de recorrerte kilómetros y kilómetros y kilómetros.

Cierto, cierto. Habéis visto el programa entonces. Me alegro. Fue un programa muy bonito. Una experiencia muy bonita con los dos compañeros que enviasteis para allá. Y sí, la verdad es que nos toca, llevar el coche, conducir. No siempre, no siempre. Conducir los coches, ir a los pueblos, visitar los pueblos. Eso lo tenemos como opción principal. Ser nosotros mismos los que vamos a los pueblos y tener contacto con la gente a diario. Es un trabajo bonito, difícil, te cansa, pero te da una satisfacción enorme.

Hay lugares donde no se puede llegar en. No puedes ir en otro medio y llegamos a pie también. Y te pasas muchas veces varios días fuera de casa. Hace un par de meses he estado en una gira, en una tourné, he visitado cuatro parroquias, he estado 15 días sin volver, he terminado en una, continuamos a otra, y a otra. Cuando llegas a tu casa, pues te da una sensación de decir estoy en casa. Pero cuando vienes cargado de recuerdos, cargado de experiencias, cargado de encuentros. Cuatro parroquias distintas. Te has encontrado con los catequistas, con las religiosas, con los sacerdotes, cada uno con su problemática, cada uno con su alegría, cada uno con su vivencia. En el fondo te vienes con una satisfacción muy grande. Claro, llegas a la casa y dices ahora burocracia otra vez y te da sí, un poquito… Pero bueno, yo lo arreglo rápido porque termino la burocracia en una semana y me voy de tourné a la semana siguiente.

P: ¿Cómo es tu diócesis?

¿La actual? Bueno, para hacer un poco de historia, me habéis preguntado antes por la primera diócesis. Tsiroanomandidy se llama y está a 200 kilómetros de la capital de Antananarivo. A 200 kilómetros hacia la costa oeste. Allí estuve 13 años de obispo y después una parte de ella, porque es muy extensa, llega hasta la costa. Hemos estado elaborando un proyecto durante ocho años, a ver si nos aceptaban en Propagación de la Fe, que una parte de esa diócesis juntando con otra, otra parte del norte y del sur, pero siempre en la costa, pudiera ser diócesis. Al cabo de ocho años, en el 2017 fue aceptada. Fue erigida como diócesis por el por el Papa Francisco, y entonces me envían a mí como primer obispo. Esa diócesis se llama Maintirano. Hemos empezado de cero, pero de cero cero cero. Levantar una diócesis en un sitio aislado, incomunicado y con bastante pobreza a nivel de población y de carreteras. Y ahí he estado seis años y medio. Y ahora es cuando me ha nombrado arzobispo de Toliara, que es donde estoy ahora mismo y llevo un año y un mes. Está lejos, en la misma costa, siempre en el Canal de Mozambique. Estamos en frente de Mozambique y al sur. La de Maintirano, donde estaba antes está en el centro del país. Y ahora estoy al sur, a 940 kilómetros de la capital, Antananarivo. En coche tardamos dos días porque las carreteras están estropeadas. Vamos a decirlo así suavemente. Y se puede hacer también en avión. Hay aviones porque esa zona es de contrastes. Es muy rica y es muy pobre. En la costa, hay hoteles, turismo europeo de alta gama, pero es gente que viene, no se mezcla con el pueblo, con la gente. Se espera el autobús en el aeropuerto y directamente a los hoteles. Muy poblada, tienen 1.200.000 personas. La ciudad, Toliara, donde vivo yo, hay 160.000 personas. En la diócesis hablamos de un 13 a 14% de católicos, con una juventud impresionante. Todo jóvenes. Un domingo en la Catedral, con 700 personas, no habrá 20 personas de mi edad o mayores. Solamente un 3% de la población es mayor de 65 años. Todo jóvenes, todos niños. Un mundo que nos espera ahí impresionante, un reto para la Iglesia ¿Qué podemos hacer? ¿En qué podemos acompañar a toda esta gente que están como ovejas sin pastor?

P: Esto que nos cuentas de llevar el Evangelio y ser una punta de lanza en el nacimiento de la Iglesia, en este programa que, evidentemente al ser de Obras Misionales Pontificias, este es precisamente nuestro tema, que es el nacimiento de la Iglesia. La Iglesia cuando hablamos de iglesias jóvenes o territorios de misión suena un poco abstracto. Estás poniendo un rostro muy claro de cómo nace una iglesia, ¿por qué es importante que haya una presencia de Iglesia allí en esta diócesis?

Una vida sin calidad. La vida en el día a día de uno de estos pueblos, de la mayoría, es como muy sin calidad. Si van a la escuela, si hay escuelas bien, si no hay, no pasa nada. Si comen una o dos veces, o tres veces al día, bien. Y si no, no pasa nada. Y nosotros con el Evangelio llegamos con el mensaje de decir no es lo mismo estudiar que no estudiar, no es lo mismo comer que no comer, no es lo mismo ir a la iglesia, tener fe que no tener fe. Entonces estamos metiendo esta inyección de que hay otra manera de vivir, no solamente a lo que nos estamos acostumbrados, a lo que nuestro país, nuestra raza, nuestra etnia nos dice. Hay algo que nos está invitando a tener una vida. Lo que decía Jesús en San Juan 10, 10, hablando del buen Pastor. He venido a dar la vida y una vida en abundancia. Intentamos dar no en abundancia de mucho, sino de calidad, de estar cerca. El Papa Benedicto cuando decía que la Iglesia no está llamada a solucionar el paro de un país, ni a aumentar el PIB de un país, etcétera. Estamos para acompañar al país en la situación que esté, estamos para acompañar a la gente en la situación que esté. Y ese acompañar es esa punta de lanza. La presencia hace muchísimo. Y eso que el Papa Francisco nos repite con frecuencia, la periferia. Os voy a contar un compañero, un amigo sacerdote de Valladolid que nos visitó allí hace unos años decía: claro que entiendo lo que dice el Papa Francisco de que hay que ir a la periferia. Pero hay que decir también que vosotros, que volváis también de vez en cuando al obispado, que volváis a casa. Es que estáis en la periferia todo el tiempo. No se puede hacer Iglesia habiendo distancias, no se puede hacer Iglesia si no estás cerca, si no estás compartiendo. Qué solucionamos en términos de utilidad, nada útil. No, no solucionaban nada, pero estamos y, estando, son ellos mismos los que captan el mensaje de evangelización y, al final, se hacen ellos evangelizadores con la presencia en el mundo de las escuelas. Fíjate, yo tengo varios sacerdotes en la diócesis, que son ellos los que han evangelizado a sus padres, han sido ordenados sacerdotes y después ellos han bautizado a sus padres. Aquí estamos acostumbrados a que son nuestros padres los que nos llevan a la catequesis, al colegio religioso, privado, etc., son los padres, los evangelizadores de los niños. Allí por el contacto con el colegio, los colegios y los movimientos de niños en las parroquias, movimientos de asociaciones católicas en las parroquias, pues hay niños, compañeros de otros niños que son católicos, que dicen pero adónde os vais que estamos jugando. No, es que ha sonado la campana. Todo eso les llama mucho la atención. Y yo puedo ir. Claro que puedes venir, vente para acá. Ah pues yo quiero ser sacerdote. Llegan sacerdotes y ellos convierten y bautizan a sus padres y luego ya toda la familia, todo el clan, porque esto es muy africano. Bueno, lo que cuentan las escrituras: y bautizó a toda su familia. Es muy bonito y eso se hace con la presencia y con la importancia de la presencia de la Iglesia, de los misioneros. Aunque parezca que no, que no hay eficacia, pero con el tiempo se ve. Es muy gratificante ver que la semilla que se ha sembrado, gracias al Espíritu, va creciendo poco a poco y esa es la Iglesia. Me preguntaban, ¿qué es eso del Sínodo? Esta reunión les pilla muy lejos, en tiempo, en cultura. Y yo decía de una manera muy sencilla: en Roma ahora están hablando de lo que vivimos aquí, de lo que estamos viviendo aquí. Es la presencia, la comunión, el compartir, tomar nuestras responsabilidades en la Iglesia para seguir anunciando el Evangelio.

P: Sobre eso te quería preguntar porque sí se ve, se ve muy bien que la Iglesia allí en África, por la situación que tú comentas, geográfica y de dificultades, al final los laicos son los que han tomado el rumbo, los toman muchas veces esos papeles de responsabilidad. Entonces, digamos que en ese sentido casi que somos la Iglesia, aquí en Europa, los que tenemos que fijarnos, como bien dices tú ahora, con el Sínodo, que ya nos está empezando a pasar en parroquias, incluso aquí de Madrid, que a lo mejor no hay sacerdotes para ciertas cosas y somos los laicos los que tenemos que dar un paso adelante.

Yo creo que la suerte de África es que está viviendo los orígenes A veces comparo y digo: no sabéis la suerte que tenéis. Bueno, sí lo saben, la suerte que tienen. Estamos viviendo en el primer siglo. Vamos a trasladarnos al primer siglo de Jesús y de las primeras iglesias, y de los discípulos. En el primer siglo del comienzo de la Iglesia, de la alegría del compartir, etcétera. Es el Evangelio fresco. Con lo del Sínodo, porque había que responder a unos cuestionarios, había preguntas que a nosotros nos costó traducirlo al malgache y luego traducirlo al dialecto en el que estábamos. El primer día me decían, monseñor, hay preguntas que no entiendo. Pues si no lo entiendes es que no está hecha para ti. Pasa a la siguiente. Decir alguien de allá que intente responder a la problemática de aquí es complicado. Al final les dije, mira, están hablando de lo que estamos viviendo aquí en la Iglesia comunión, Iglesia misión, Iglesia compartida. Cada uno toma sus responsabilidades, cada uno arrima al hombro. Y eso es verdad, la iglesia en Madagascar está en manos de los laicos. Un ejemplo. Yo tengo en mi diócesis 43 sacerdotes diocesanos, 40 sacerdotes religiosos y yo. O sea que somos 84. Pueblos con Iglesia que van a celebrar el domingo, hay 325. Aunque podamos hacer dos pueblos. Aquí en España podemos hacer tres o cuatro. Los pueblos están cerca uno de otro, las misas no pasan de 40 minutos, etcétera. 40 minutos es una homilía mía, no es una misa. Solo podemos hacer dos como mucho, y luego más, más participativa, más cantada, etc. Entonces si somos 84 por dos… y el resto es todos los laicos los que lo hacen, es muy participativa. Ellos no dicen no ha venido el cura… no, son ellos. La Iglesia continúa. Os podría decir que incluso se molestan si no tienen nada que hacer. Bueno, ¿qué hay que hacer hoy? Aquí a veces, por favor, que salga alguien a leer la primera lectura, y el otro que se ha olvidado las gafas, el otro que no sé qué… Allí no, allí se revisa y es participativa, dinámica, alegre y, de verdad, han tomado en sus manos la vida y el futuro de la Iglesia. Verdaderamente es revivir todo lo que vivieron los primeros apóstoles y es así.

P: Tu diócesis es uno de los 1.127 territorios de misión que tiene la Iglesia y que pertenece al ministerio del Papa de Misiones, para simplificar muchísimo. El Papa tiene una herramienta que es Infancia Misionera, que celebramos su jornada en enero para que todas las diócesis hagáis peticiones y se os ayuda cada año, Viendo los históricos de ayudas a las diócesis en las que has estado siempre son creación de escuela, creación de escuela, creación de escuela. Cuéntanos qué significa para una persona de una aldea de allí que llegue la Iglesia y funde una escuela.

Pues es un milagro. Son milagros, son pequeños milagros porque donde no había, ahora hay, donde no había salud, ahora hay salud. Los milagros de Jesús, donde no había, ahora hay. Donde no había pan, ahora hay pan. Los milagros que hizo Jesús en general, pues donde no había escuela, ahora hay escuela. Eso son milagros porque son pueblos lejanos. La administración civil pública todavía no llega. Las escuelas primarias deben ser la mitad, ahora mismo, en Madagascar. E afán, el interés que tienen los niños por estudiar, la alegría. Yo tengo profesores que vienen a echarme una mano de vez en cuando desde aquí de España, y ya quisiera tener yo alumnos como estos que llegan rápido por la mañana. Media hora, una hora antes del cole, de la apertura de la escuela, ya están allí. Supone una ventana, una puerta abierta para el futuro de esos niños y todo eso. Gracias a que, como decías, a la colaboración y participación vuestra desde aquí, de Santa Infancia, de Obras Misionales… Y no es dinero si lo comparamos con lo que en realidad cuesta construir una escuela, etcétera. Nosotros las escuelas que hacemos son muy sencillitas. Lo más sencillo posible. Es sencillamente dotar de una casa, de un aula, donde puedan dar clase, estudiar. Allí, de todas maneras, mientras nos llega el dinero, la escuela ya comienza, o en la iglesia, o debajo de un mango, de un árbol… Porque les decimos que la escuela es un profesor y un alumno. Eso ya es una escuela, aunque no haya edificio. Y la iglesia es una celebración, ya sea eucarística, una oración y gente rezando… Aunque no tengan capilla. Comienza así, profesor y alumnos que empiezan en la casa de alguien. Es dar la posibilidad a estos alumnos, a estos chavales, de ver otra cosa, que no solamente es el ese sufrir, ese padecimiento, esa vida que tienen ahí, que está encerrada en sus costumbres y no conocen otra cosa. Es una puerta abierta para el futuro de estos niños a través de las escuelas. Agradecemos enormemente a toda la gente que colabora. Recuerdo siempre esta frase, porque hay gente que a veces dice ¿pero de verdad llega ese dinero? Y yo digo siempre que hay un dinero que no llega, el que no se da. El dinero que no se da nunca llega. Pero el que se da siempre llega. El que no se da es el único que no llega. Que no tengan miedo porque con poco aquí, allí hacemos mucho. García Lorca decía, si yo algún día me veo privado, tengo que elegir entre comer y no comer, o comer un poco y comer mucho, yo prefiero media barra de pan y un libro. Yo no pediré una barra de pan. Media barra de pan y, la otra media, sustituida por un libro. Que haya el alimento de la lectura, el intelecto y de la fe y del cuerpo claro. Pan y libro.

P: El lema de este año de Infancia Misionera es “Comparto lo que tengo”, y tú has compartido literalmente la vida con todo el pueblo de Madagascar y de tus diócesis. A mí me gustaría que hicieses un llamamiento para toda la Iglesia en España y para los oyentes de Radio María a compartir. ¿Qué es lo que tienen que compartir, qué es lo más importante que hay que compartir?

Verás, yo tengo un grupito de amigos desde pequeños. Antiguos seminaristas, amigos, etcétera un poco de todo y seguimos unidos. Y recuerdan ellos que cuando nos veíamos, decían, Gustavo, cómo podemos ayudarte. Digo venid, venid y ved. Eso vale más que cualquier dinero. Una persona que viene luego cuando vuelve lo empieza a contar. Y después la colaboración con el mundo infantil, con las escuelas. En las iglesias también, que podamos comprar catecismos, vidas de santos, imágenes, libros de cantos, de la liturgia, para movimientos infantiles, para la Santa Infancia. Hace poco me hablaban de la juventud en Europa. Con 30 años están en casa, no pueden salir, no encuentran trabajo. Es un mundo muy complicado. Si tuvieran la oportunidad toda esa gente, todos esos jóvenes de misionar, de venir a trabajar, a colaborar. No digo que con eso vayan luego a encontrar trabajo, pero que verían que pueden darse y tener otra experiencia en la vida que seguro que en el futuro les ayudaría.

Esto es como el paracetamol, es como la medicina. Es una medicina. Es decir, no solamente es tomar esto y quedarte en casa, sino de tu tiempo libre. Dedícate una hora pues a ayudar a las comidas en la cantina escolar o en la parroquia, a compartir o arreglar alguna cosa que haya que arreglar. Dar nuestro tiempo es salud, el compartir es salud a todos los niveles. O sea que yo os invito a vosotros, que me estáis escuchando y viendo, a ti Carlos y a ti Paula, que sepamos compartir. Corazones abiertos, rompe fronteras. Corazones abiertos aumenta la paz en nuestros pueblos. Corazones abiertos y manos abiertas. Eso es el futuro abierto también para este mundo tan grande que tenemos de niños y jóvenes que están esperando una palabra, un signo de esperanza de cada uno de nosotros. Ahora en este año, Año Jubilar 2025, que hemos comenzado, que nos invita a ser peregrinos de la esperanza desde nuestra casa. El que pueda que venga, que el estar presente ayuda. Es enorme. Tú te cargas de energía, contagias a los demás y es esperanzador para todos.

Comparte esta noticia en: