Dios está presente en este lugar
- On 7 de julio de 2023
OMPRESS-MARRUECOS (7-07-23) María Luisa Merino forma parte de LMC, los Laicos Misioneros de la Consolata, que viven la espiritualidad netamente misionera de esta familia religiosa. En este testimonio, habla sobre la labor que de los misioneros en la Parroquia de San Luis de Oujda, Marruecos. Su conclusión: Dios está presente en este lugar. Su testimonio, recogido por la Delegación de Misiones de Málaga, tiene la autenticidad del testigo directo y de quien, ella misma y los Laicos Misioneros de la Consolata, ha salido a las periferias:
“Oujda (Uchda para los marroquíes) es una ciudad del noreste de Marruecos con una población estimada de medio millón de habitantes, que se encuentra a unos quince kilómetros al oeste de la frontera con Argelia y a unos sesenta kilómetros al sur del mar Mediterráneo. Es la capital de la región Oriental marroquí. En noviembre de 2020, los Misioneros de la Consolata, a petición del obispo de Rabat, se hicieron cargo de la parroquia de San Luis, que anteriormente estaba al cargo de un sacerdote francés. En esta parroquia se realiza el acompañamiento de los católicos de la ciudad, unos cincuenta, pero el principal trabajo que realizan los sacerdotes es el de acoger a inmigrantes.
La ciudad de Oujda se encuentra en la ruta que hacen los africanos para emigrar hasta Europa y en los últimos años, aunque el gobierno no lo reconozca, están llegando muchos jóvenes africanos a la ciudad, cansados, algunos heridos, pero sobre todo desorientados. Es aquí donde la parroquia se ha convertido en un verdadero oasis para estas personas. Acogerlos, darles ropa, comida, una cama, acompañarlos a los centros sanitarios para curarles las heridas… pero también generar un espacio de paz donde, después de meses caminando, después de atravesar el desierto, de sufrir en algunos casos persecución, esta parroquia, esta casa, se ha convertido en la casa de Dios. Para los cristianos esto recuerda al Evangelio más auténtico, pero para estos jóvenes, en su mayoría musulmanes, “es el Evangelio”, la buena noticia: ¡hay personas dispuestas a ayudarlos!
Los Laicos de la Consolata, han acogido como suya esta nueva misión. Al principio visitando a los religiosos que trabajaban en Marruecos para conocer la realidad y buscar un lugar desde el que ayudar a estos inmigrantes y una vez establecida la comunidad de los Misioneros de la Consolata en Oujda, han visitado esta parroquia para conocer la realidad, acompañarla y hacer de altavoz en Málaga. Cuando uno desembarca en Oujda, desde los policías de la aduana, el camino por una carretera bien asfaltada que transita por tierra desértica hasta llegar a una ciudad con edificios de tres plantas bien construidos, pero con un deambular desordenado; uno se siente extranjero de inmediato. Pero al llegar a la parroquia, los jóvenes te saludan al entrar llevándose las manos al corazón, las cocineras árabes te acogen con cariño, los voluntarios, unos quince, transitan con prisa, con seriedad, pero se paran a saludar y te sonríen. El centro acoge entre cincuenta a ochenta jóvenes, dependiendo de la época, divididos en tres zonas, una para los menores (entre quince y dieciocho años), otra para los adultos y otra donde vive la comunidad de sacerdotes (tres) y algunos jóvenes con un compromiso mayor.
En el equipo, como a ellos les gusta llamarlo, trabajan los tres sacerdotes católicos, dos religiosas españolas, un responsable protestante y varios voluntarios encargados de la acogida y de la parte sanitaria. No solo es un grupo multicultural, interreligioso, ecuménico, sino que es un grupo abierto a todos los que quieran colaborar y con ese espíritu nos han acogido a los laicos cuando hemos estado con ellos. La labor principal es ayudar a los jóvenes a descansar y coger fuerzas hasta que retomen su viaje hacia Europa, pero también ayudan a aquellos que, bien porque son demasiado jóvenes o porque realmente se han dado cuenta de que su lugar está volviendo a sus casas, no saben cómo hacerlo, y ahí están estos misioneros para acompañarlos.
Cuando uno visita la parroquia siente que están haciendo una labor necesaria, de acogida, acompañamiento, escucha y siente que Dios está presente en este lugar. Desde luego es una misión necesaria, donde hombres y mujeres ayudan a otros hombres y mujeres a encontrar su lugar en el mundo”.