Desde el Tíbet a la misión Ad gentes
- On 17 de diciembre de 2025
OMPRESS-MADRID (17-12-25) Las Obras Misionales Pontificias han entrevistado a Javier Olivera Ravasi, un sacerdote argentino de la sociedad de vida apostólica “Orden de San Elías”. Conocido por su canal de Youtube QNTLC (que no te la cuenten), habla sobre qué significa la misión ad gentes y sus implicaciones. Sobre sí mismo, el padre Olivera cuenta que hasta los 19 años no practicó la fe, a pesar de que sus padres y hermanos sí lo hacían. Él era el rebelde. Fue su novia la que le llevó a la fe. De hecho ella acabó de monja y él, de sacerdote. Había estudiado Derecho, pero finalmente se ordenó sacerdote en el 2008.
En esta entrevista explica que no se puede ser católico sin ser misionero, que no se puede ser católico solo en la vida privada. A la pregunta de si estamos viviendo un nuevo tiempo en el que los cristianos parecen estar despertando, el sacerdote argentino señala que, en las últimas décadas, hemos vivido lo que el Papa Benedicto XVI llamó la dictadura del relativismo, “y nos hemos dado cuenta de que esto lleva a una enorme infelicidad”.
La comunidad de San Elías se formó como sociedad apostólica en medio del Tíbet en el año 2016. Eran conscientes de que “uno de los vicios propios de este tiempo es la cobardía, el no querer mostrarse públicamente como lo que uno es”. Aclara el padre Olivera que no ser políticamente correcto no significa faltar a la caridad o ser un imprudente, ser un loco. Se trata “de vivir el Evangelio como Cristo nos enseñó, o sea, llamándole al pan, pan y al vino, vino según el lenguaje evangélico del sí es sí, no, no; el resto viene del maligno”. Intentan como comunidad predicar el Evangelio con parresía, entendida como “hablar abiertamente, sin temor a los que pueden matar el cuerpo”. Explica que buscan “predicar con parresía en dos frentes muy concretos en el de las misiones ad gentes, esto es, en los lugares donde no se conoce a Jesucristo todavía. Porque, aunque uno no lo crea, hay muchos lugares del mundo donde todavía nunca fue anunciado el Evangelio. Y en el ámbito de lo que llamamos la contrarrevolución cultural católica, que es justamente la meta de la educación, de la cultura, de la lucha contra las ideologías modernas”. Así, en el 2016, fueron a la diócesis india de Darjeeling, la más cercana al Tíbet: “estábamos buscando en realidad ir a Bután”, el único reino budista del mundo, donde está prohibido predicar el Evangelio. Allí no había ningún obispo que pudiera recibirlo y el más cercano fue Darjeeling. El obispo les permitió comenzar. Allí fue la primera vez que le preguntaron quién es Jesús. ¿Qué se responde a una persona que nunca oído hablar de él? Después vino fue elegido un presidente en la India muy anticatólico y anticristiano en general, y el obispo les pidió que se trasladaran. De la India marcharon a la Arquidiócesis de Portoviejo, en Ecuador.
El padre Olivera comenta que mucha gente “cree que ser misionero es ir a dar arroz o pozos de agua a la gente que no tiene. Eso también lo pueden hacer los marxistas, los masones, los que no creen”. Misionar “es llevar el evangelio, es llevar la buena nueva, es predicar a Jesucristo”. Como comunidad esto lo hacen siempre dependiendo del obispo porque “no somos okupas eclesiales que nos metemos en un lugar donde nadie nos lo permite”. Así es como fueron a Malawi, invitados por el obispo de una diócesis para llegar a una zona donde nunca se había predicado a Jesucristo. Semanas, meses, tienda de campaña, saco de dormir. Poco a poco se creó una comunidad, se hizo una pequeña capilla, una parroquia… Y una vez formada, “mire, monseñor, ya está esta comunidad, ya nos podemos ir”. Es lo que se llama la plantatio Ecclesiae. Así han estado trabajo en Laos, en Benín, en Costa de Marfil y, más recientemente, en Pakistán. Allí la situación que encontraron fue terrible, porque hoy todavía existe la esclavitud. Se esclaviza a la gente por deudas de 50 dólares y tiene que pagar por los intereses, esclavizados durante cinco o diez años. Para esto les ayudó económicamente el Papa Francisco, y así crearon una especie de comunidad con casas para los esclavos redimidos”.
Hay que tener claro, señala, que “Nuestro Señor nos manda a cosechar, nos manda a sembrar”, sabiendo que “el primer evangelizado en una misión no es el que recibe el mensaje del Evangelio, es el misionero, o sea, el primero que saca fruto es quien da, no quien recibe”. Nuestro Señor “nos manda como sembradores a sembrar, no a cosechar”. Una situación tan natural como la que ocurre con los padres que educan a sus hijos, sin saber qué será de ellos. Después, como le ha ocurrido a él en varias ocasiones, alguien se acerca y dice “Llevo 50 años que no me confieso. ¿Y por qué se confiesa ahora? Porque me acuerdo que mi abuelita me hacía rezar tres avemarías antes de dormir”. Así, “uno tiene que obrar sin poner la mirada en el fruto, sino en la obra”.
Explica que a él le ha tocado también la evangelización a nivel digital: “tengo un canal de YouTube de medio millón de seguidores que es muchísimo para un cura carca, como dicen acá, entre comillas con sotana”. En él intenta mostrar que no hay que tener miedo a predicar el Evangelio, “que no se puede ser católico si uno no es misionero. Algunos, Dios quiera que a muchos, les tocará en suerte ir a lugares lejanos, a otros les tocará evangelizar al que tengan al lado”. Hay que colaborar siempre con la misión, de acuerdo a lo que Dios nos llame: “Hay que concientizarse que uno es parte también de esa misión, sea el que está en el frente, sea el que está divulgando con un micrófono, o sea, el que está poniendo un euro o dos, lo que sea para ayudar a las misiones. Hay mil modos de hacerlo”.

