Del Mediterráneo valenciano al Pacífico timorense
- On 22 de febrero de 2024
OMPRESS-VALENCIA (22-02-24) El misionero claretiano Francisco José Baeza ha pasado 15 años en el extremo este de las innumerables islas de Indonesia, en Timor Occidental. Su nuevo destino misionero le ha hecho cambiar de país, pero no de isla. Ahora prestará ayuda en la parroquia de Salele en Timor Leste, como se conoce el país que ocupa la parte oriental de la isla de Timor.
La archidiócesis de Valencia ha hablado con este misionero que en los últimos años ha estado en la diócesis de Kupang, en Timor Occidental, y ahora de nuevo se desplazará al otro lado de la isla, a Timor Oriental, para prestar su ayuda en la parroquia misionera de Salele, donde entre otras cosas existe una escuela de artes y oficios y un colegio de secundaria de formación profesional. “No es un nuevo destino, realmente, es más bien revivir mis primeros años en Asia, en un país nuevo que empezó en el año 2000”, asegura. Precisamente, siendo párroco de Salele impulsó el proyecto de protección de menores que incluyó la construcción de una casa de acogida para víctimas de violencia o abusos, “una labor importante y reconocida a nivel de Naciones Unidas”, afirma.
Esta casa de amparo o llamada “uma mahón” fue posible gracias a la participación de una monja india, de la congregación de las Siervas del Espíritu Santo, que era trabajadora social, “que tenía mucha formación y valentía”. “Ella misma se disfrazaba para mezclarse con todas las víctimas de la prostitución con el fin de conocer de cerca el ambiente, y sacarlas de esta dura realidad”, explica el misionero. Precisamente, hasta esta casa de amparo o refugio de víctimas de violencia llevaron desde Valencia una pequeña imagen de la Virgen de los Desamparados, para que la Mare de Déu proteja a las acogidas, y permanece allí instalada, tras una donación de la parroquia San Vicente Mártir de Valencia.
Ante esta problemática, “la Iglesia, poco a poco, empezó a tomar cartas en el asunto y ese trabajo fue uno de los más significativos”. Actualmente, “la casa de acogida sigue su labor de protección y asesoría legal y además hay una residencia donde se previene y acompaña, sobre todo, a las niñas y jóvenes que viven en las montañas, en situación de riesgo, para que puedan tener formación y ayuda”. El objetivo es “atender y acoger a las víctimas de la violencia y acompañarlas en un proceso de sanación y liberación para que puedan seguir adelante y superar esos traumas”, además de la prevención.
Además, “hicimos también un trabajo de coordinación y creación de cooperativas, con mujeres viudas que enviudaron tras el proceso de liberación de Timor Leste, en las que hacían velas, tejidos, y disponían de otros recursos para poder salir adelante”.
“Pero ahora ya no volveré a la parroquia de Salele como párroco sino como Superior para coordinar a los jóvenes, para ayudar a que haya un buen ambiente en la comunidad y como transmisor del carisma a las nuevas generaciones”, afirma. “Cuando yo llegué por primera vez a Timor Leste había diez sacerdotes indonesios en la Delegación, ahora son cien, gracias al trabajo de promoción de vocaciones, y a la formación de los sacerdotes y misioneros”.
El misionero claretiano ha agradecido las ayudas que recibe desde Valencia, que ha permitido la reconstrucción de una casa de formación en Yakarta, la capital de Indonesia, que acoge a estudiantes, seminaristas y religiosos que se forman para ser futuros misioneros en otros países; el tejado de madera de la parroquia en que ejercía su ministerios o la casa de amparo de “uma mahón”.