Cuatro mártires de la misión y del amor a los demás

  • On 24 de abril de 2019

OMPRESS-ARGENTINA (24-04-19) En la diócesis argentina de La Rioja ya está todo preparado para la beatificación de monseñor Enrique Angelelli, de los sacerdotes Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville y del catequista Wenceslao Pedernera. Los cuatro fueron asesinados durante la última dictadura militar. La misa y el rito de beatificación tendrán lugar en la mañana del próximo sábado 27 de abril, presidida por el cardenal Angelo Becciu, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos. Su beatificación tiene como causa el martirio por odio a la fe, algo que une a los cuatro beatos, además de su dedicación a los demás y su amor a los pobres y excluidos.

Mons. Angelelli fue obispo de la misma diócesis de La Rioja, donde tendrá lugar su beatificación, y su compromiso social y su opción preferencial por los pobres le llevó a ser perseguido y acabó siendo asesinado. Fue asesinado el 4 de agosto de 1976 cuando volvía precisamente de una celebración en memoria de los otros tres beatos.

El padre Gabriel Longueville, sacerdote francés, partió en 1968 como misionero “fidei donum” y su destino fue La Rioja, donde colaboró como Mons. Angelelli, en la parroquia El Salvador de la localidad de Chamical, que abarcaba no sólo la ciudad sino también una decena de poblaciones. Visitaba los pueblos y parajes más lejanos, animando la organización de Cáritas. El 18 de julio de 1976 fue secuestrado con fray Carlos de Dios Murias. Ambos fueron asesinados esa misma noche.

Carlos de Dios, en un encuentro de los focolares en 1966 conoció a los primeros franciscanos conventuales. En poco tiempo descubrió su vocación religiosa y a finales de 1971 ya era religioso con votos solemnes. Ordenado sacerdote en La Rioja e involucrado en la labor pastoral de varias parroquias, en Chamical estaba trabajando por establecer una comunidad de Frailes Menores Conventuales. En 1976 había sido destinado de manera estable al servicio de la diócesis de La Rioja. Cercano a la gente, en sus homilías denunciaba las injusticias. “Podrán acallar la voz de Carlos Murias o la de nuestros obispo Enrique Angelelli o la de cualquier otra persona en cuanto tal, pero jamás la de Cristo, que clama justicia y amor desde la sangre del justo Abel hasta la que en sudores de sol a sol es derramada por nuestros hacheros”, decía en una de sus últimas homilías antes de morir asesinado junto al padre Longueville.

Wenceslao Pedernera se acercó a la Iglesia en 1968, por la influencia de su esposa, Coca, con la que formaba una familia unida, humilde y trabajadora. Participó cada vez con mayor entusiasmo y decisión en las misiones populares y en las semanas bíblicas, acudiendo con asiduidad a los sacramentos. En 1972 el matrimonio se sumó al Movimiento Rural Diocesano, del que acabó siendo uno de los miembros más comprometidos. Además él y su mujer eran catequistas. Su labor de cooperación solidaria con los demás trabajadores se consideraba sospechosa en aquella época por lo que recibió amenazas tanto él como sus familiares. En la noche del 24 de julio de 1976 fue atacado en su misma casa por un grupo de hombres que lo acribilló delante de su esposa y sus tres hijas.

 

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