Beata Paulina Marie Jaricot, impulsora de las misiones
- On 11 de marzo de 2024
OMPRESS-BURGOS (11-03-24) Este ha sido el título de la conferencia del padre Tadeusz J. Nowak, OMI, impartía la pasada semana en el marco del Simposio de Misionología que ha tenido lugar en la Facultad de Teología del Norte de España, Burgos, con el sugerente título: “La misión manifestación de la santidad ‘Cada santo es una misión’ (ExG 19)”.
El padre Nowak es el Secretario General de la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe, el Domund, que fundara la beata Paulina Jaricot en 1822. Comenzó su intervención recordando la beatificación de Paulina tuvo lugar el 22 de mayo de 2022 en Lyon, la ciudad francesa donde ella nació y creó la Obra. Su beatificación convocó a cientos y cientos de personas llegadas de todo el mundo. Un reconocimiento a la universalidad que selló su iniciativa de apoyo a las misiones.
El Secretario de la Propagación recordó que Paulina “no fue una misionera famosa como Francisco Javier, pero dedicó su vida a animar el espíritu misionero en su país y a proporcionar recursos espirituales y materiales muy necesarios para los misioneros y para las iglesias locales que aún están en su infancia y adolescencia”. Nacida el 22 de julio de 1799, séptima y última hija de Antoine Jaricot y Jeanne Lattier, al final de la Revolución Francesa, pocos meses antes del golpe de Estado en noviembre de ese año, que llevó al poder a Napoleón Bonaparte como Primer Cónsul de Francia. “Fue el final de una enorme agitación social que cambió para siempre la sociedad francesa y la posición de la Iglesia en Francia”. En aquellos años “las autoridades revolucionarias suprimieron la Iglesia, abolieron la monarquía católica, nacionalizaron las propiedades de la Iglesia, exiliaron a 30.000 sacerdotes y mataron a cientos más”. Señalaba el padre Nowak como “en la Pascua de 1794, pocas de las cuarenta mil iglesias de Francia permanecían abiertas; muchas habían sido cerradas, vendidas, destruidas o reconvertidas a otros usos”.
Pero tras la Revolución hubo un despertar de la piedad popular y el celo por la fe en Francia y “se fundaron muchas nuevas órdenes misioneras: los Maristas, los Misioneros Oblatos de María Inmaculada y otras”. Fue en este ambiente cargado de espiritualidad cuando el hermano de Paulina, Phileas, “decidió ingresar en el seminario de las Misiones de París para ser enviado a ultramar, a China, como misionero. Por razones de salud esto nunca se materializó. Pero ejerció una gran influencia sobre su hermana y formó parte de la creación de la red de apoyo a las misiones de la Iglesia. En este contexto histórico, Paulina Jaricot se inspiró para crear lo que se convertiría en la Obra Misional Pontificia de la Propagación de la Fe”.
Escuchando la homilía de un sacerdote, Paulina sintió que “solo el amor de Dios revelado plenamente en Cristo no pasa” y, conmovida, habló con el sacerdote. De esta forma tan sencilla cambió su vida. No fue una “conversión”, porque tenía una vida de fe previamente. Pero a partir de aquel momento, “miró al mundo desde una nueva perspectiva, porque se enamoró de Cristo y de su Iglesia de una manera nueva. Ahora anhelaba crecer en una profunda unión con Cristo. La oración adquirió una nueva vitalidad en su vida”. Y el día de Navidad de 1816 hizo voto privado de casta virginidad de por vida en la capilla de Nuestra Señora de la Fourviere, en la colina desde donde se contempla toda la ciudad de Lyon.
“Su despertar espiritual y su nuevo y profundo amor a Cristo y a la Iglesia”, explicaba el Secretario de la Propagación de la Fe, “no la impulsaron a retirarse a un monasterio o a entrar en una comunidad de vida consagrada. La movió a salir a la ciudad para servir a los pobres, a los enfermos y a quienes corrían peligro de ser explotados moral y económicamente a causa de su pobreza. Visitaba a los enfermos a domicilio y en los hospitales, hablaba con los pobres de la calle y les ofrecía lo que podía para ayudarles. Reunió a grupos de mujeres que no encontraban empleo y corrían peligro de quedarse en paro o prostituirse y desarrolló una producción de flores artificiales, que las mujeres podían vender, conservando su dignidad”.
Su hermano Phileas, al que estaba muy unida, mantenía correspondencia con Paulina “sobre el vasto campo misionero de Asia y América. Le enviaba cartas de misioneros de China en las que relataban sus experiencias con innumerables personas que ni siquiera habían oído el nombre de Cristo, y mucho menos el Evangelio”. Ella misma quería partir, pero su salud era precaria, por lo que se le ocurrió una idea sencilla y eficaz, reunir a diez mujeres de las fábricas de seda de Lyon, y formar “grupos de oración, reflexión y apoyo material. La idea era leer las cartas de los misioneros, rezar por el éxito de su misión evangelizadora y plantar la iglesia, y ofrecer un sous (céntimo) para las misiones. Además, se invitaba a cada mujer a encontrar a otras diez mujeres para formar otro círculo de oración, formación y sacrificio/apoyo material. La idea cuaja y pronto hay cientos de círculos en todas las diócesis y luego en toda Francia”. Así el carisma que Paulina recibió fue “inspirar celo y entusiasmo por la tarea de evangelización en las periferias, en los rincones más alejados del planeta, proporcionando apoyo espiritual a través de la oración y material mediante ofrendas, incluso las más ínfimas”. Pero su legado no terminó con la Obra de la Propagación de la Fe, “también inspiró al obispo Charles Forbin Janson para fundar la Obra de la Santa Infancia. Estuvo bajo la dirección espiritual de san Juan María Vianney, que apoyó mucho sus iniciativas”.
Poco después organizaría también el Rosario Viviente, como apoyo espiritual para las misiones: “Le preocupaba que los obreros, a menudo llamados a trabajar muchas horas, no tuvieran tiempo de rezar todo el rosario diariamente, pero todos podían rezar una decena. Así que organizó grupos de 15, en los que cada miembro se comprometía a rezar uno de los 15 misterios cada día. Incluso esta iniciativa alcanzó gran popularidad y en el momento de su muerte había más de 2 millones y medio de miembros sólo en Francia. Hoy, en Polonia hay más de 2 millones de miembros del Rosario Viviente, que también están muy comprometidos en el apoyo a las misiones”.
Pensó también en los trabajadores explotados por la revolución industrial, y quiso con su herencia, crear una fábrica en la que “los obreros trabajarían solo 8 ó 9 horas diarias e incluso participarían en los beneficios. Tendrían los domingos y festivos libres para sus familias. Habría viviendas asequibles para los trabajadores y sus familias, una iglesia, una clínica, etc. Paulina respondía así a la explotación de los trabajadores de su época. Trágicamente, la persona a la que había confiado el dinero para el proyecto se fugó con los fondos y dejó a Paulina arruinada y teniendo que inscribirse en las listas de asistencia social de Lyon”. Fue una mujer que sufrió mucho, física, emocional y espiritualmente, “pero fue fiel y se comprometió profundamente en el apoyo a las misiones hasta el final de sus días. Paulina murió el 9 de enero de 1862. Sólo unos pocos pobres con los que trabajaba asistieron a su funeral”.
Paulina, concluía el padre Nowak, “ha dejado una huella indeleble en la Iglesia en misión”, porque “Paulina fue sin duda una fuerza motriz para la misión de la Iglesia en su tiempo y hoy su carisma sigue animando las Obras Misionales Pontificias: una red mundial dentro del tejido de la Iglesia católica. Es sorprendente que una mujer pequeña y aparentemente insignificante tuviera un efecto tan profundo y duradero en la Iglesia y su misión. Sin embargo, ¿no es así como Dios actúa en el mundo?”.