100 años de historia de evangelización en China
- On 13 de octubre de 2025
OMPRESS-ROMA (13-10-25) Este viernes tenía lugar en Roma la jornada de inicio de curso en la Pontificia Universidad Urbaniana, con el título “A cien años del Concilio de China: entre historia y presente”. Una referencia al concilio que tuvo lugar en Shanghái y que marcaría la evangelización del país con más población del mundo.
Aquel concilio duro del 15 de mayo al 12 de junio de 1924 y se celebró en la Catedral de San Ignacio de Loyola, en Shanghái. Este importante evento, de claro carácter misionero, estuvo muy unido al nombramiento de los primeros obispos chinos dos años después. Los reunidos en aquel Concilio eran obispos, vicarios generales, religiosos y sacerdotes, la mayoría nacidos en países lejanos y llegados a China como misioneros. Se reunieron con el mandato de relanzar la obra apostólica en suelo chino a la luz de la Maximum Illud, la carta apostólica escrita por el Papa Benedicto XV en el 1919, el primer gran documento misionero de la era moderna. Una carta que recordaba que la fe en Cristo no es extraña a ningún pueblo, “no es extranjera para ninguna nación”.
El Concilio de Shanghái, Primum Concilium Sinense, como se llamó, dio disposiciones detalladas para fomentar y acompañar el crecimiento del clero indígena, con el objetivo de confiar el liderazgo de la Iglesia local a obispos y sacerdotes chinos. Siguiendo las directrices de la Maximum Illud se buscaba además contrarrestar la mentalidad colonial que había penetrado también en las prácticas eclesiales. Gran parte de los frutos de aquel concilio se debió a misioneros con la vista puesta en la verdadera evangelización y al delegado apostólico de la Santa Sede en China, Mons. Celso Costantini, quien, no por casualidad, acabaría siendo muchos años después el cardenal prefecto de Propaganda Fide. En 1926, imagen real de este cambio, seis obispos chinos eran consagrados en Roma por Pío XI. Cien años después, aquella experiencia sinodal se destaca cada vez más como un pasaje clave en el camino incomparable de la Iglesia católica en la China contemporánea.
El Papa León XIV enviaba un mensaje a los participantes a los participantes, recordando que la Pontificia Universidad Urbaniana ha sido siempre “parte integrante de la Sacra Congregatio De Propaganda Fide ahora Dicasterio para la Evangelización”, y “nació y vive al servicio de la misión confiada por Cristo a su Iglesia: la proclamación del Evangelio hasta los confines de la Tierra”. Sobre el “Concilium Sinense”, señaló el Papa que fue “una piedra miliar en la historia de la Iglesia en China, y un claro testimonio de la audacia de una comunidad cristiana capaz de encarnarse en diferentes contextos históricos y culturales, permaneciendo fiel a su propia identidad”.
El cardenal Luis Antonio Gokim Tagle, proprefecto del Dicasterio para la Evangelización, intervenía en la jornada para señalar que la Maximum Illud que inspiró el concilio celebrado en Shanghái, hace ya cien años, fue llamada “el golpe de gong” que despertó a la misión contemporánea. “Estudios históricos han revelado que el documento tiene un origen chino”, recordaba el cardenal. “Los informes y cartas enviados a Roma, a Propaganda Fide, por misioneros que trabajaban en China, como el belga Vincent Lebbe, desempeñaron un papel crucial en su inspiración y redacción. Estos mensajes a Roma documentaron cómo los intereses nacionalistas cultivados por el clero y los religiosos que trabajaban en China hicieron que la Iglesia pareciera una entidad colonial subordinada a los intereses de las potencias extranjeras”. Así, el concilio de Shanghái fue un concilio misionero, pero a aquello a quienes aquel concilio pidió “cambiar su perspectiva, paradigmas y prácticas eran todos obispos misioneros”.
El padre jesuita Federico Lombardi intervino a su vez poniendo de relieve el consenso que, poco a poco, se ha ido afirmando en los últimos decenios sobre “algunos pilares fundamentales del puente de diálogo y encuentro entre la Iglesia y China. El primero es Matteo Ricci con sus primeros cohermanos y sus amigos chinos” y la experiencia de muchos otros misioneros que se integraron en la cultura china. Esa fue la base para que el concilio dejara claro que “los compromisos con el colonialismo deben cesar. La Iglesia católica no es ajena a China, no es importada, sino que tiene profundas raíces en China y debe ser capaz de vivir y desarrollarse allí según sus propios términos. Sin separarse de la comunidad más amplia de la Iglesia universal, es un componente vital de la nación china con su cultura milenaria”.
El Secretario de Estado vaticano, el cardenal Pietro Parolin puso de relieve cómo el nuevo orden político, que se impuso en el país en los años cincuenta, “produjo inevitablemente divisiones dentro de la comunidad eclesial católica, que culminaron en la práctica de ordenaciones episcopales celebradas sin el consentimiento del Obispo de Roma. Celso Costantini, quien tras su misión en China había sido nombrado Secretario de la entonces Congregación para la Propagación de la Fe, aconsejó a Pío XII que no viera la situación china desde una perspectiva europea. En la encíclica Ad Apostolorum Principis de 1958, el Papa recordó, por un lado, las censuras latae sententiae infligidas a quienes conferían y recibían la ordenación episcopal fuera de la comunión con el Obispo de Roma, pero por otro lado, nunca utilizó el término ‘cisma’ para referirse a los obispos chinos ordenados sin mandato papal. Además, en la misma encíclica reafirmó el deber de los católicos chinos de amar a su patria y respetar sus leyes, que no estén en conflicto con la fe y la moral cristianas, para promover el desarrollo armonioso de toda la nación”.