10 años de la beatificación de tres misioneros: los mártires de Chimbote
- On 9 de diciembre de 2025
OMPRESS-ROMA (9-12-25) El Papa León XIV ha enviado un mensaje a la diócesis de Chimbote, en Perú, con motivo del décimo aniversario de la beatificación de tres jóvenes misioneros, dos polacos y un italiano, asesinados por la guerrilla comunista de Sendero Luminoso, por su amor y entrega especialmente a los más necesitados.
Los tres fueron beatificados el 5 de diciembre de 2015 en el Estadio Centenario de Chimbote con gran afluencia de fieles. Se trataba de los franciscanos polacos Miguel Tomaszek y Zbigniew Strzalkowski, y del sacerdote italiano Alessandro Dordi. Fueron asesinados en el departamento peruano de Ancash. Miguel y Zbigniew en Pariacoto, el 9 de agosto de 1991; Alessandro, unos días después, el 25 de agosto de 1991, tras celebrar una misa en Vinzos-Santa. La ceremonia de su beatificación llenó de alegría a la Iglesia de Chimbote y a las comunidades indígenas y campesinas donde habían servido, que se prepararon para la misma y la vivieron con gran intensidad.
Recordando este acontecimiento y la huella que los tres dejaron, el Papa León XIV, que entonces era misionero en Perú y acaba de ser nombrado obispo de Chiclayo en septiembre de aquel año 2015, enviaba su mensaje uniéndose “a la gratitud de la Iglesia en Perú, en Polonia, en Italia y en otros tantos lugares donde su recuerdo permanece como estímulo de fidelidad”.
Recordaba que “estos tres sacerdotes misioneros compartieron la vida de sus comunidades, celebrando la Eucaristía y administrando los sacramentos, organizando la catequesis y sosteniendo la caridad en contextos de pobreza y violencia. En 1991, tras haber decidido permanecer donde desempeñaban su ministerio y en medio del rebaño como auténticos pastores, fueron asesinados por odio a la fe”.
A pesar de las lenguas, culturas y carismas distintos esta diversidad no generó distancias, al contrario, por eso, señala León XIV que, “habiendo servido también en ese querido país, encuentro en ellos algo profundamente familiar para quien ha vivido la misión, y al mismo tiempo esencial para toda la Iglesia: la comunión que nace cuando historias tan distintas se dejan reunir por Cristo y en Cristo, de modo que lo que cada uno es y aporta —sin dejar de ser propio— termina confluyendo en un único testimonio del Evangelio para el bien y la edificación del pueblo de Dios”.
Su martirio, es una “llamada a la unidad y a la misión para la Iglesia universal. En un tiempo marcado por sensibilidades diversas en el que con facilidad se cae en dicotomías o dialécticas estériles, los Beatos de Chimbote nos recuerdan que el Señor es capaz de unir lo que nuestra lógica humana tiende a separar”. Su sangre “no se derramó al servicio de proyectos o ideas personales, sino como una única entrega de amor al Señor y a su pueblo”. Porque, no duda en indicar el Papa, “solo cuando Él es el punto de referencia, la misión recupera su forma propia y la Iglesia recuerda el motivo por el que existe: «Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de la gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa» (S. Pablo VI, Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 14)”.
El mensaje concluye dirigiéndose a los jóvenes de Perú, Polonia, Italia y el mundo entero, considerando la juventud e Miguel y Zbigniew, los dos jóvenes franciscanos: “Jóvenes, ¡no teman la llamada del Señor! Sea al sacerdocio, a la vida consagrada o incluso a la misión ad gentes, para ir allí donde Cristo aún no es conocido. Invito también al clero –especialmente a los sacerdotes jóvenes– a considerar con generosidad la posibilidad de ofrecerse como Fidei donum, siguiendo el ejemplo del beato Alessandro; y motivo a los obispos, a sostener el ardor de los sacerdotes jóvenes y a socorrer a las Iglesias más necesitadas mediante el envío fraterno de ministros que prolonguen la caridad pastoral de Cristo allí donde más se requiere”.

