Paula Rodríguez, misionera en Perú: “No elegiría estar en otro lugar, ni de otra manera”

Paula Rodríguez, misionera en Perú: “No elegiría estar en otro lugar, ni de otra manera”

  • On 24 de septiembre de 2024

Paula Rodríguez, una chica de Guadalajara de 26 años, partió hace cinco meses con destino al Vicariato Apostólico de San Ramón. “Estoy feliz”, es lo que escribe a José María Calderón, director nacional de las Obras Misionales Pontificias, desde la misión de Oventeni, el lugar donde siente que Dios quiere que esté. Paula conoció la asociación misionera Jatari y realizó una experiencia misionera en Perú en 2022, lo que le llevó a decir sí al Señor y tomar la decisión de partir a la misión por tres años.

“Lo primero de todo: estoy feliz. Llevo ya aquí cinco meses y hay veces que todavía no me lo creo. Muchos días, por la mañana, cuando me despierto, alucino con poder estar aquí. Me parece un regalazo. Muchos días, cuando estoy haciendo cualquier cosa, me acuerdo de dónde estoy y veo que el Señor se ha pasado el juego de la creatividad conmigo. Nunca, nunca, nunca, si me hubieran preguntado de chiquitita dónde iba a estar a mis 26 años y qué iba a estar haciendo, se me habría ocurrido pensar en todo lo que estoy viviendo ahora. Esto es un lujo y un regalo tan grande, que no entraba dentro de mi cabeza chiquitita. Estoy muy tranquila. Me da mucha paz saber que este es el mejor lugar en el que ahora puedo estar. Porque sé que el Señor está muy cerca de mí. Y es Él el que quiere que esté aquí.

Los dos primeros meses fueron un poco locos. Las catequesis con los chicos del cole me cuestan un montón. No sé si lo estoy haciendo bien, si entienden lo que yo les quiero explicar o si, como lo hago, es la mejor forma para que ellos puedan conocerle cada día mejor. No tengo ni idea de tantas cosas… Y empecé a compararme con los demás y a no entender por qué era yo la que estaba aquí y no otra persona, con más creatividad, con más paciencia o con más experiencia.

Poco a poco, el Señor me ha ido haciendo ver que Él ya contaba con todo eso y que no le importa tanto. Que Él quiere que esté cerquita de Él y que los demás puedan verle a través de mí. Durante este verano, en las lecturas, todo el rato me está resonando que la iniciativa es siempre y solo de Él. Que Él es el que nos seduce, el que nos lleva al desierto y el que nos habla al corazón. Que Él es el que nos adorna con joyas. Que Él es el que sale a buscar a los jornaleros para su viña. Que es todo el rato Él. Es bastante relajante saber que no dependemos de nosotros mismos. Imagínate el desastre que sería eso.

Poder estar tan cerquita del Señor todos los días es una maravilla. Mi corazón está muy tranquilito sabiendo que estoy donde Él quiere que esté. Es como si la sed tan grande con la que vine de la primera experiencia se hubiera saciado, aunque todos los días descubro delante de Él, que Él cada vez quiere más de mí y me quiere más. Y a mí también me pasa lo mismo.

Los niños del colegio, aunque llevan una temporadita bien revueltos, son encantadores. Son niños chiquititos, aunque estén en secundaria, con tanta falta de amor. Cuánto les cuesta dar un abrazo, contarte cosas de ellos mismos, hablar de lo que les pasa por dentro… Por las mañanas estoy con ellos en alguna clase de Ciencia y Tecnología y por la tarde tengo a un grupito de niños de segundo de secundaria, con los que hago las tareas, coloreamos, leemos y vemos películas. Los martes y los jueves tenemos catequesis por las noches. Vivo con las chicas en uno de los dos pabellones y me encanta despertarlas por las mañanas, aunque sea a las cinco y cuarto.

Ya estoy aprendiendo un poquito del idioma. Es tan difícil… Ya me sé las partes del cuerpo y algunos animales y frutas. Los niños me ayudan y practico con ellos. Se parten de la risa con mi pronunciación. Pero tienen paciencia y me corrigen hasta que más o menos me sale.

En resumen, que estoy disfrutando muchísimo. Que me flipa estar aquí. Que no elegiría estar en otro lugar, ni de otra manera”.

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