P. Prosper Mbabazi: una vocación sacerdotal en Burundi

  • On 9 de mayo de 2025
P. Prosper Mbabazi, vocación nativa de Burundi

El padre Prosper Mbabazi es el delegado de misiones y director diocesano de las Obras Misionales Pontificias en la diócesis de Tarazona, además de ser párroco de varios pueblos. En este testimonio cuenta cómo surgió su vocación y cómo respondió a la llamada del Señor. El seminario de su diócesis recibió la ayuda económica de la Obra Pontificia de San Pedro Apóstol, que organiza la campaña de Vocaciones Nativas de este domingo 11 de noviembre. Muchos jóvenes como él, en los 1.131 territorios de misión de la Iglesia han sido generosos respondiendo a la llamada de Dios. La ayuda económica a sus seminarios en países con muy pocos recursos es un respaldo de toda la Iglesia a esa generosidad.

“Mi nombre es Prosper y soy sacerdote diocesano. He nacido en Burundi y estoy en España desde el año 2007. Colaboro, de prestado, en la Iglesia y Diócesis de Tarazona, en tres pueblos, Magallón, Fréscano y Bisimbe, y un convento que está en Bisimbre.

Soy de una familia monoparental, una madre soltera. Mi madre es maestra. Cuando terminó sus estudios le mandan a trabajar, en una provincia distinta de la suya, lejos de su casa paterna. Cuando llega allí conoce a un joven y luego se enamoran de novios con el proyecto de casarse, luego por la Iglesia. Y luego pues resulta que mi padre no quería casarse tan rápido, no solo por lo que hoy sería conocer más a mi madre. Quería tener una boda que fuese historia. Según me cuenta mi madre, que se saliera de lo común. Esperemos un momento para conseguir y medios para organizar una fiesta, una boda majestuosa. Pasaron los años nací yo, mi hermana y otro hermano. Mi madre se enteró entonces de que no podía casarse por la Iglesia, porque ya estaba casado y tenía. Mi madre cuando lo descubrió se sintió ofendida, engañada. Nos quedamos con ella, que nos cría, nos educa, nos forma. Una madre soltera en aquellos años, los 80, pues no era fácil en mi país. Había madres que abandonaban a sus hijos para hacer su vida con otros hombres, para no quedarse solteras.

Ella pues, se quedó con nosotros. Somos cuatro hermanos y ella nos crió, nos dio una buena educación, pues nos envió a la escuela y, como maestra, comprender la importancia de la escuela y de los estudios. Así que pues los cuatro hemos estudiado mientras que hay muchos jóvenes, mucha gente de mi generación que no estudia, no ha estudiado. Nos prepara para un futuro mejor, con carreras, pero en la casa no había ambiente de fe. Sí, ella católica y su familia católica, pues íbamos a misa de vez en cuando. Nos envió a la catequesis, nos bautizamos, nos confirmamos. Pero no había una práctica de la fe en casa.

Durante la primaria o la ESO, me mandaron a un internado. Allí es donde me encuentro a compañeros practicantes, a las familias y también me incorporo en un grupo juvenil que era atendido por los javerianos, los misioneros que estaban en la zona. Venían al instituto en el que yo estaba. Así comienzo a practicar la fe, a confesarme, a rezar solo e ir a misa con frecuencia, hablar con los sacerdotes, cosa que no hacía antes en mi casa… Es cuando poco a poco se me fui planteando la idea de hacerme pues religioso. Pero cuando hablaba con mi madre el tema de hacerme sacerdote, ella no quería. Tenía la idea ce que como el mayor de los cuatro estudiase, terminase y comenzase a trabajar y ayudarla a ella a pagar los estudios de mis hermanos pequeños.

Fue un proceso que duró tres años, rezaba y comencé la costumbre de rezar el Rosario a diario, gracias a aquel grupo juvenil. Nos dejaban folletos de santos. Así conocí a San Francisco Javier, que desde España, bordea a África y llega a la India y hacia China. Y a San Ignacio de Loyola que de una vida mundana gira y de repente se encuentra con el Señor en un estado de enfermedad. Esos testimonios me impactan. Y en África tenemos a los mártires de Uganda. Esa gente que lo dejan todo e incluso desean morir por amor a Jesús, a Dios. Luego, estaba el testimonio mismo de los misioneros que veía, de los sacerdotes que veía, venidos de Francia, de Bélgica, había uno de Palma de Mallorca, que llevaban 30 ó 40 años en mi país y hablaban en mi lengua. Hablaban mi lengua como nacidos allí. Dejaron sus tierras, sus países, para venir aquí, eso me impactaba.

Así que el testimonio, con la oración que hacía cada día, la dirección espiritual de un sacerdote que venía de vez en cuando, me dije yo también voy a hacer lo mismo, quiero también ayudar a otros a conocer a Jesús, a amar a Dios y además santificarme. Mi madre se oponía como decía, pero un día de vacaciones, tras una misa de la mañana, había una hora santa y en ella hablan de la vocación. En un momento de silencio, tomé la decisión de ir al seminario aunque mi madre diga que no.

Fui a hablar con mi párroco, que no me conocía pues había dejado mi casa para ir al internado. Le dije que me iba al Seminario Mayor, me dijo: ¿en serio? En la parroquia había un grupo vocacional, de acompañamiento, de vocaciones. Yo nunca había ido y no me conocían en mi parroquia. En mi país en las parroquias o comunidades nos conocemos. En las comunidades eclesiales de base se fragua. Cuando mi comunidad se entera que quiero ir al seminario, muchos se opusieron porque no me conocían. Fui directo a hablar con el encargado de vocaciones en la diócesis. Me pidió que le entregara las notas y yo se las entregué. A la semana siguiente me llegó una carta del obispo que me mandaba una parroquia para hacer una experiencia. No fui directamente al seminario, fui a vivir un año de forma comunitaria con sacerdotes diocesanos, una comunidad, digamos, para tener contacto con la vida del sacerdote.

Después fui al seminario. No tuve ninguna dificultad. Hice Filosofía, luego me enviaron a España para hacer la Teología en Tarazona. Pensaba que me mandarían a un país francófono, pero fue a España, otra lengua. En formación anterior no era de lenguas, era de ciencias. Y además estudiar en otra lengua la Teología. Pero me dije es la voluntad, yo no elegí, ni pedí que me mandaran a España. Se fijaron en mí y me mandaron. Pero tuve la ventaja de estar en un seminario internacional. Fue la voluntad del Señor”.

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