Las Obras Misionales Pontificias en el Congreso Americano Misionero de Puerto Rico

Las Obras Misionales Pontificias en el Congreso Americano Misionero de Puerto Rico

  • On 21 de noviembre de 2024
Mons. Emilio Nappa, presidente de las Obras Misionales Pontificias

En el CAM6, el Congreso Americano Misionero que se desarrolla en Ponce, Puerto Rico, han estado muy presentes las Obras Misionales Pontificias, con su presidente internacional y con los directores nacionales de América, así como numerosos religiosos, misioneros y voluntarios que les dan vida en sus países y diócesis.

En el Congreso han intervenido tanto el presidente de las Obras Misionales Pontificias, Mons. Emilio Nappa, como el Secretario General de una de las Obras, la Pontificia Unión Misional, el padre Dinh Anh Nhue Nguyen OFMConv. Mons. Nappa habló en su intervención, “Invitados por Cristo en el Espíritu para invitar a todos al banquete”, recordó el lema de la Jornada Mundial de la Misiones de este pasado octubre “Id e invitad a todos al banquete”. Destacó que la misión es movimiento, también desde dentro de uno mismo: “El misionero es aquel que se da a sí mismo”. Algo que, en ocasiones, ocurre, “incluso permaneciendo en el mismo lugar”, cuando comparte “las ansias y las alegrías de la humanidad desconocida y sin límites. De esto es un icono viviente Santa Teresita, la monja de clausura proclamada por Pío XI, patrona de las misiones”. El presidente de las OMP señaló que “el anuncio del Evangelio es en síntesis esto: invitar a todos… anunciar a todos la voluntad de Dios de compartir con nosotros su vida y su amor”. Una invitación que ha de llegar “a todas partes, en sentido geográfico, pero también existencial”, porque “no hay zonas ‘exentas’, no hay lugar al que no se tenga que llegar”. Mons. Nappa explicó que “el anuncio del Evangelio, para no quedar solo en una ‘proclamación’, debe ser compartido. El banquete eucarístico, que recuerda el banquete escatológico, el del cielo, se convierte en criterio de juicio de nuestra praxis cotidiana”. Recordó que la “tarea de las Obras Misionales Pontificias, de hecho, es promover la formación y la animación del espíritu y de la responsabilidad misionera, y al mismo tiempo velar para que los recursos de los hermanos más ricos se distribuyan según criterios de justicia a aquellos que se encuentran en desventaja desde el punto de vista social y económico. Esta es una de las primeras exigencias que ha afrontado la Iglesia desde sus inicios, basta ver los Hechos de los Apóstoles o las cartas de Pablo y las colectas que organizó ‘en favor de los santos’”.

Por su parte, el padre Anh Nhue abordó en su intervención el “Protagonismo del Espíritu” en la misión, señalando que “ningún cristiano puede dar testimonio pleno y genuino de Cristo el Señor sin la inspiración y el auxilio del Espíritu. Por eso todo discípulo misionero de Cristo está llamado a reconocer la importancia fundamental de la acción del Espíritu, a vivir con Él en lo cotidiano y recibir constantemente su fuerza e inspiración”. Evocando la enseñanza de la Iglesia, apuntó que “el Espíritu es el verdadero protagonista de la misión, es Él quien da la palabra justa, en el momento preciso y en el modo apropiado”. Del desarrollo de su intervención, surgían dos conclusiones. La primera, “que todos los cristianos están llamados a testimoniar a Cristo delante de los hombres, especialmente en momentos de turbulencia y persecución. La vocación de anunciar a Cristo y su evangelio no es un compromiso para pocos, sino un privilegio de todos”. La segunda, que, “al dar testimonio de Jesús, los discípulos-misioneros serán acompañados por Él y por el Espíritu Santo”, porque como decía el mismo Jesús en el Evangelio de San Juan, “no sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca”. El religioso vietnamita concluía su intervención haciéndose eco de un sueño del Papa Francisco: “¡Sí, ojalá todos nosotros en la Iglesia fuéramos lo que ya somos en virtud del bautismo: profetas, testigos, misioneros del Señor! No directivos, no jefes organizadores, no trabajadores sociales, sino profetas, testigos y misioneros del Señor. Con el poder del Espíritu Santo y hasta los confines de la tierra. María, Reina de misiones, ¡ruega por nosotros!”.

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