Esperanza Becerra, misionera en Mongolia: “El viaje del Papa abre una ventana para las personas que no conocen la experiencia cristiana”
- On 31 de agosto de 2023
El Santo Padre Francisco viaja hoy a Mongolia, en el que será su 43º viaje apostólico. Allí, acompañando a la pequeña y joven comunidad católica, se encuentra Esperanza Becerra, misionera de la Consolata. Los primeros misioneros en pisar el país asiático llegaron en el año 1992, hace tan solo 31 años. La Prefectura Apostólica de Ulán Bator, donde los cristianos son una minoría, se sostiene gracias a la ayuda que recibe de parte del Papa a través de Obras Misionales Pontificias.
Esperanza Becerra lleva doce años como misionera en Mongolia, el destino del viaje apostólico que inicia hoy el Papa Francisco. En una entrevista a OMP, Esperanza ha contado lo que significa para la comunidad cristiana la llegada del Santo Padre: “Recibimos con mucha alegría y emoción la noticia de que el Papa Francisco va a venir a Mongolia”. El lema de este viaje es “esperando juntos”; con este mensaje, se quieren recalcar dos aspectos de la pastoral de la Iglesia: la virtud de la esperanza y la importancia de la colaboración entre el Estado de Mongolia y el Vaticano.
“Se abre una ventana hacia las personas que no han tenido la oportunidad de conocer una experiencia tan maravillosa como es la experiencia cristiana”. La Iglesia católica es una minoría en Mongolia, donde el budismo es la religión mayoritaria. La llegada del Papa Francisco es una gran ayuda para la evangelización. La noticia genera interés en el pueblo mongol, por lo que muchos se acercarán a escuchar al Santo Padre y oirán el mensaje de Cristo resucitado por primera vez.
Esperanza nos ha contado un ejemplo de este interés por la llegada del Papa en la ciudadanía de Mongolia. Estando en un autobús, una persona se le acercó al ver la cruz que llevaba. Este hombre, que no era católico, le preguntó cómo podía hacer para encontrarse con el Papa durante su viaje.
Llevar la Iglesia a las periferias
Uno de los mensajes más repetidos por el Papa Francisco en estos diez años de pontificado es el de llevar la Iglesia a las periferias. Con esta expresión, el Santo Padre se refiere tanto a las periferias geográficas como a las existenciales. En el caso de Mongolia, podemos hablar de una periferia en ambos sentidos.
Mongolia se encuentra a unos 9.000 kilómetros de la Ciudad del Vaticano. Está ubicado al norte de China, en la estepa asiática. Allí, las temperaturas oscilan entre los -28º y los 24º durante todo el año. Solo la mitad del año más calurosa, desde abril hasta septiembre, la temperatura media supera los 0º.
Desde el punto de vista eclesiástico, todo el país es una única Preceptura Apostólica, con sede en Ulán Bator. En los más de 1.500 millones de kilómetros solo hay nueve lugares de culto oficialmente reconocidos por las autoridades. Hay treinta religiosas y veinticinco sacerdotes misioneros de diversas procedencias distribuidos por todo el país, de los cuales dos son españoles, y solo hay dos sacerdotes locales.
Mongolia, una iglesia con solo 31 años
Cuando Mongolia se convirtió en un país democrático, a principios de los años 90, el gobierno tomó la iniciativa de pedir entablar relaciones diplomáticas con la Santa Sede y llamó a los misioneros católicos para que trabajasen en el país. El 4 de abril de 1992, estableció relaciones diplomáticas, y el primer grupo de misioneros, tres miembros de la Congregación del Corazón Inmaculado de María (CICM), llegaron a Mongolia el 10 de julio de 1992.
En estos 31 años, la Iglesia se ha asentado en el país, pero sigue sin ser autosuficiente. Por eso, el Papa les cuida de una forma especial a través de la Segunda Sección del Dicasterio para la Evangelización –tradicionalmente conocido como Propaganda Fide–, y reciben la ayuda del Papa para su sostenimiento a través de Obras Misionales Pontificias, que canaliza las ayudas de todos los católicos del mundo, con las jornadas del Domund, Infancia Misionera y Vocaciones Nativas.
En el año 2022, la Preceptura Apostólica de Ulán Bator recibió 34.000$ para sus gastos ordinarios. Además, recibieron 30.000$ como ayuda para el mantenimiento de servicios como la oficina de representación del centro de misión de la Iglesia Católica en Mongolia, la Catedral de San Pedro y San Pablo, o una escuela primaria para niños.