Cardenal López Romero, arzobispo de Rabat: “La solidaridad debe traspasar las fronteras, como el virus”

Cardenal López Romero, arzobispo de Rabat: “La solidaridad debe traspasar las fronteras, como el virus”

  • On 17 de abril de 2020

El cardenal Cristóbal López Romero ha concedido una entrevista a Obras Misionales Pontificias para el programa “Iglesia Viva” de Radio María, emitido hoy, viernes 17 de abril. En ella, este salesiano español, arzobispo de Rabat y administrador apostólico de Tánger, nos explica cómo están viviendo en Marruecos la pandemia y pide nuestra ayuda para colaborar con el Fondo de Emergencia de OMP-Covid 19. El Santo Padre ha instituido este Fondo para atender las necesidades graves y urgentes que empiezan a plantearse en los territorios de misión a causa del coronavirus. El arzobispo de Rabat ya ha hecho una particular llamada a los sacerdotes y a las comunidades religiosas, para que también ellos colaboren en la iniciativa del Papa; y afirma que Marruecos, desde su pobreza, estará muy contento de contribuir.

—¿Cómo está afectando la pandemia a la vida normal en Marruecos?

—Ciertamente, la pandemia del coronavirus está afectando grandemente a la vida en Marruecos, como en la mayor parte de países del mundo. Estamos viviendo en un confinamiento prácticamente total, que se está siguiendo con mucha disciplina y rigor. Se puede decir que la actividad económica del país está detenida casi totalmente, y esperamos que se pueda levantar todo esto el día 20, como está anunciado, pero también hay ya indicios de que se tendrá que prolongar.

La consecuencia más grave de esta manera de luchar contra la pandemia es la situación en la que se encuentran las familias más precarizadas, es decir, aquellas que vivían de trabajos que le daban pocos recursos, y en el día a día; y los que vivían también de la mendicidad, sobre todo, entre las personas en situación de riesgo. De manera que esto se está haciendo ya un poco insoportable para muchísima gente, que no tiene ya ni lo más indispensable para comer en el día a día.

El resultado de frenar la pandemia está siendo bueno, porque, dentro de lo que cabe, el número de contagios está siendo muy limitado, y el de fallecimientos se mantiene en unos 128 o 130 en estos momentos, lo cual es mucho, pero es casi nada en comparación con otros países. Así que las consecuencias de la pandemia en Marruecos están siendo, como en todas partes, duras, y con el tiempo se van a extremar.

—Así es, el confinamiento es una medida aparentemente efectiva, pero difícil de asumir para quienes se ganan el pan día a día. ¿Cómo lo vive allí la gente?

—Hay una diversidad de respuestas ante esta situación del confinamiento. Y hay ciertas personas que lo viven hasta, diría yo, con gozo y tranquilidad, porque tienen los recursos suficientes y se encuentran, como aquel que dice, con unas vacaciones adelantadas o trabajando desde la casa. Otras personas, que tienen suficientes recursos para sobrevivir y que los están utilizando, lo viven con una cierta paciencia y sentido de responsabilidad. Pero hay un grupo muy grande que lo está viviendo, diría yo, casi, casi con desesperación, porque no tienen qué llevarse a la boca. Se están haciendo esfuerzos por responder a esta situación, pero no es fácil salir al encuentro de tantas personas que ya vivían con dificultad en circunstancias normales, pero que ahora se ha agravado mucho más. Esperemos que esto no dé en las próximas semanas como resultado situaciones violentas o situaciones que lleven a conflictos.

—¿Ha tenido ocasión de hablar con algún enfermo o con la familia de alguna víctima? ¿Cómo les encuentra?

—No, no he tenido ocasión de tratar con ningún enfermo ni tampoco con familiares muy directos. Yo estoy confinado también; los casos son pocos en Marruecos y no tenemos nosotros la facilidad de llegar a los hospitales a visitarles, porque tampoco les podemos prestar un auxilio espiritual, ya que no hay ningún enfermo —que yo sepa— cristiano.

Por contra, sí que he tenido relación con mis hermanos salesianos, que en España han perdido, a causa de esta pandemia, entre 18 y 20 religiosos. Algunos de ellos han sido mis profesores, mis formadores, y verdaderamente llega al corazón y toca profundamente el constatar cómo se nos están yendo estas personas, que podían estar todavía unos cuantos años acompañándonos, si no se hubiese dado esta pandemia.

—¿Cómo se está adaptando la Iglesia a esta situación, sobre todo ante la imposibilidad de administrar los sacramentos?

—Como Iglesia nos estamos adaptando, creo yo, aceptablemente bien, a estas circunstancias que nos toca vivir, y yo creo que estamos sacando lecciones positivas y consecuencias también muy favorables. Por ejemplo, los sacerdotes y agentes de pastoral han hecho gala de una gran creatividad, utilizando las nuevas tecnologías de comunicación para mantener el contacto con los fieles, sea enviando materiales a través de WhatsApp u otros medios, sea transmitiendo en streaming diversas celebraciones o incluso haciendo reuniones. Estamos consiguiendo que todos los fieles cristianos puedan seguir la misa cada domingo, emitida desde la capilla del Obispado, o que también durante la Cuaresma pudiesen seguir el Vía Crucis, el rezo de vísperas, una sesión de preguntas y respuestas, momentos de oraciones especiales.

También se ha conseguido que cada casa cristiana sea una iglesia; es decir, creo que esta es la oportunidad de descubrir positivamente que la familia es una Iglesia doméstica, y se está valorizando mucho más la oración personal y la oración familiar, rezar en familia. También los laicos están descubriendo que no son “clientes” o “utilizadores” de la Iglesia, sino miembros vivos; que depende de ellos el vivir la fe y no estar dependiendo siempre del sacerdote.

En fin, son consecuencias positivas, lamentando que no podamos estar viviendo los encuentros comunitarios en una situación normal. No es que yo piense que esta situación es mejor que la ordinaria, pero, dadas las circunstancias, y teniendo que aceptarlas por responsabilidad y por amor a la vida propia y del prójimo, no están mal las lecciones positivas que estamos intentando sacar.

También Cáritas y las distintas organizaciones parroquiales están trabajando muchísimo por venir al encuentro de las necesidades de muchas familias que, como he dicho anteriormente, están pasando muy malos momentos. Entonces, eso también, ese aumento y fortalecimiento de la solidaridad, no solo entre los cristianos, sino también entre los musulmanes —que vienen a darnos víveres, por ejemplo, para que los distribuyamos—, es algo que es muy positivo. Creo que, al final, agradeceremos el haber podido mejorarnos en distintos aspectos en nuestra vida eclesial.

— Usted ha escrito una carta a sus fieles, pidiendo que se interprete la pandemia a la luz de la Palabra de Dios. ¿Cómo debemos hacerlo?

—Toda la vida cristiana debemos vivirla a la luz de la Palabra de Dios, y no es solamente ahora, en estas circunstancias, que tenemos que recurrir a ella para encontrar el sentido de nuestra existencia. Eso debe ser una actitud permanente, pero en circunstancias especiales, ciertamente encontramos la oportunidad de profundizar más y de acercarnos más a la luz de la Palabra de Dios. Por ejemplo, a la luz de la parábola del buen samaritano, aquí tenemos que sacar la conclusión de que nosotros, los cristianos, tenemos que comportarnos samaritanamente: ayudar al que está en necesidad, sin establecer demasiados cuestionamientos ni preguntas de si “por qué estás aquí”, si “tienes papeles”, si “no tienes papeles”, “cómo es que has llegado a esta situación”. Tiene hambre, hay que darle de comer; está herido, hay que curarlo.

Ese es uno de los aspectos, simplemente, pero todo el aspecto de que nosotros, los cristianos, no necesitamos un lugar y un tiempo para adorar a Dios, porque Él está en todas partes y siempre, es muy interesante; aprender a vivir la vida cristiana en lo que llamamos la “liturgia de lo cotidiano”: hacer de toda nuestra vida una ofrenda a Dios, y no pensar que solamente cuando vamos a la iglesia estamos honrándole. Redescubrir esto será una gran cosa. La Palabra de Dios también nos ilumina en el aspecto de la familia como Iglesia doméstica, que era algo poco consciente en las familias cristianas de nuestro país, y yo creo que del mundo entero.

Y así, creo que estos días de Resurrección también nos están iluminando: pasamos por la cruz, pero sabemos que al final está la resurrección, que es el fundamento de nuestra esperanza. En fin, hay muchas cosas que hacer para que la Palabra de Dios nos ilumine en estas circunstancias y siempre.

—¿Qué diría a la sociedad española, sabiendo que ella misma está sufriendo, para que colabore con el Fondo de Emergencia de OMP, creado por el Papa para ayudar a quienes menos medios tienen para superar la crisis?

—Precisamente, una de las iniciativas que demuestran lo que esta pandemia nos enseña es este Fondo de Emergencia que el Papa ha instituido y que pretende ser mundial, universal. Es decir, yo creo que está claro que estamos todos en el mismo barco, aunque hay quien ha escrito que no, que viajamos en barcos distintos, unos muy cómodos y otros con mucha dificultad. Yo creo que estamos en el mismo barco, aunque unos viajan en camarotes de lujo, otros están batallando en la maquinaria para que el barco siga funcionando y vaya adelante, y otros están simplemente en la terraza, sentados en un butacón.

Yo creo que la sociedad española, dentro de la precariedad que está viviendo y del gran descalabro económico que va a venir o que está viniendo ya, debe demostrar una solidaridad a nivel mundial. Sería muy malo que esta pandemia alentase los nacionalismos baratos y egoístas y el individualismo. Esa solidaridad que se está viendo a nivel de ciudad, de barrio, de casas, debe traspasar las fronteras, como el virus. No puede ser que, porque se hayan cerrado las fronteras nacionales, cada uno se encierre en su país y piense que, “si yo estoy bien, pues ya el problema está solucionado”. Es cierto que hay necesidades en todas partes, pero hay unos países que se encontrarán y se encuentran en peores situaciones que otros; y, por eso, creo que debemos levantar la vista por encima de las fronteras de nuestro país, para lanzar una mirada con perspectiva mundial. Es el momento de descubrir de una manera práctica que somos todos hermanos y que formamos todos una sola y única familia, que es la familia de los hijos de Dios. Entonces, si vemos la situación con esta perspectiva, lógicamente nos rascaremos el bolsillo como sea para colaborar.

Yo he hecho una llamada concretamente a los sacerdotes y a las comunidades religiosas, que no solemos colaborar demasiado cuando se hacen campañas, para que, de nuestro propio bolsillo personal o comunitario, colaboremos con este Fondo de Emergencia; y dejo a los laicos que lo puedan hacer también si lo desean, pero que se esfuercen en socorrer a aquellos que tienen más cerca, en colaborar para las necesidades que estamos teniendo en el país. Pero Marruecos, desde su pobreza, desde sus grandes límites, quiere también hacer este gesto de colaborar en el Fondo de Emergencia que el Papa ha convocado o ha lanzado. Estaremos muy contentos de colaborar desde nuestra pobreza, aunque nuestra participación sea monetariamente pequeña; pero será significativa.

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