Papa San Juan Pablo II, el misionero valiente

Papa San Juan Pablo II, el misionero valiente

Papa San Juan Pablo II, el misionero valiente

  • On 22 de octubre de 2024

Juan Pablo II fue Papa durante casi 27 años. Tenía una personalidad arrolladora y, cuando hablaba, su voz sonaba fuerte como un trueno. Recién elegido Papa, salió al balcón a saludar a la gente que le esperaba, y lo primero que dijo bien alto para que todos le oyeran fue: “No tengáis miedo”. Él nunca tuvo miedo, aunque en su vida le había pasado de todo. Así que ya sabes: si te quedas cerca de Jesús, no tienes nada que temer.

Juan Pablo II fue el nombre que él escogió cuando lo eligieron Papa, pero en realidad se llamaba Karol, y cuando era pequeño, su familia y sus amigos le decían “Lolek”. De joven tuvo que trabajar en una fábrica para ganarse la vida. Al darse cuenta de que Dios le llamaba a ser sacerdote, empezó a estudiar en secreto, porque el Gobierno lo prohibía. También a escondidas hacían él y sus amigos las funciones de teatro que tanto les gustaban. Lolek no dejaba que los obstáculos interrumpieran su camino.

Desde que se ordenó sacerdote, siempre estaba rodeado de jóvenes; era como un imán para ellos. Cuando iban de excursión a la montaña, Karol no vestía de cura, para no llamar la atención de las autoridades. Allí, en la montaña, podían rezar a gusto sin que nadie les molestara. Y es que el Gobierno estaba poniendo las cosas cada vez más difíciles para los polacos, sobre todo para los católicos, pero ellos tenían una fe firme como una roca, y Karol no se asustó ante las amenazas.

El 15 de octubre de 1978, Karol se llevó la sorpresa de que los cardenales le habían elegido Papa. Eso también podría haberle dado un poco de miedo, porque ¡vaya responsabilidad le esperaba! Pero confió en Jesús y recordó que Él había dicho que el primero tenía que ser el servidor de todos, así que, a partir de ese momento, Juan Pablo II tendría que estar pendiente de las necesidades de todo el mundo, y Dios estaría pendiente de las suyas.

Los jóvenes seguían llamando su atención y se inventó las Jornadas Mundiales de la Juventud, para encontrarse con ellos en distintos países. Viajó muchísimo para estar cerca de la gente. Él pensaba que eran pocas las personas que podían ir a Roma a ver al Papa, pero que el Papa sí podía ir a verlos a ellos, así que el esfuerzo merecía la pena. Su primer viaje fue a México; allí, por primera vez, la gente comenzó a cantar “Juan Pablo II, te quiere todo el mundo”, que luego se repetiría muchas veces más en cada país que visitaba.

Fue un gran Papa misionero, que se atrevió a llevar el Evangelio a los cinco continentes. En uno de sus viajes más arriesgados, le preguntaron si no tenía miedo y contestó: “Si los misioneros no tienen miedo, por qué voy a tener miedo yo”. Otra vez, en Chad, yendo por una carretera al borde del desierto del Sahel, pidió parar y entró en una cabaña para hablar con los que vivían allí. En Brasil visitó una “favela” donde había una pobreza espantosa y se quitó el anillo papal para regalárselo a esa gente.

El 13 de mayo de 1981 ocurrió algo muy triste. Mientras recorría la plaza de San Pedro, saludando a la gente desde su papamóvil, intentaron asesinarlo. Alguien le disparó, aunque, milagrosamente, el Papa sobrevivió. Ese día se celebraba la fiesta de la Virgen de Fátima y el Papa siempre dijo que Ella le había salvado; por eso, quiso que esa bala se pusiera, como una piedra preciosa más, en la corona de la Virgen. Cuando se recuperó, Juan Pablo II, lleno de coraje, fue a visitar a su agresor a la cárcel, y así nos enseñó que siempre tenemos que estar dispuestos a personas, aunque cueste mucho. Esa imagen dio la vuelta al mundo.

Los últimos años del Papa fueron de mucho sufrimiento físico; la enfermedad le fue dejando cada vez más inmóvil. Él, que había viajado tanto, ahora estaba en una silla de ruedas. Su voz, que había retumbado con fuerza en tantos países, casi había desaparecido. Algunos pensaban que, estando tan malo y sufriendo tanto, debía renunciar, pero Él decía que, si Cristo no se había bajado de la cruz, él tampoco debía hacerlo. Y esta fue la prueba definitiva para demostrar su amor y su valentía.

El Papa murió el 2 de abril de 2005, y sus últimas palabras fueron: “Dejadme ir con el Señor”. Inmediatamente después de su muerte, la gente se lanzó a pedir que la Iglesia lo declarara santo lo antes posible. Y así fue. Hoy ya podemos rezar a san Juan Pablo II, un Papa que nos mira y nos invita a ser valientes. También, asomado al balcón del cielo, nos sigue diciendo: “No tengáis miedo”.

 

 

 

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