El vicariato Apostólico de Puyo, situado en la selva amazónica de Ecuador es uno de los 1.113 territorios de misión que se sostiene gracias a la ayuda de Obras Misionales Pontificias (OMP). En 2016, gracias a la generosidad de los españoles en el Domund, OMP destinó a este fin 24.000 dólares.
Al obispo del vicariato, el burgalés Rafael Cob, le ha tocado “pastorear” una iglesia pobre, intercultural (constituida sobre todo por distintos grupos indígenas), que tiene que anunciar a Jesucristo entre múltiples dificultades. Una de ellas, y no de las menores, son los desplazamientos para visitar a las comunidades dispersas en la selva. En ocasiones, el obispo puede tardar días en llegar a su destino o sufrir el crecimiento de un río que hace imposible la navegabilidad. De hecho, la última petición que el obispo ha hecho a OMP es para comprar una canoa. Las dificultades se salvan, como dice el obispo: “¡Ay de mí si no evangelizo!, caminando, volando o remando, hacemos presente el fruto del espíritu”
Gracias al dinero de los donativos del Domund, el obispo puede afrontar los desafíos que se le presentan. “El mayor desafío es el de los recursos humanos”, explica. Al ser tan difícil acceder a las comunidades, es necesario que haya gente que viva con ellas. “Las religiosas hacen una evangelización directa, porque son las que viven con los indígenas. Los sacerdotes somos itinerantes y visitamos las comunidades cuando podemos, en ocasiones pasan meses antes de que podamos regresar”, afirma.
“Por eso, es necesario formar a los catequistas indígenas, que transmitan la fe en su propia lengua. Los donativos del Domund también nos ayudan con esto”. El vicariato organiza encuentros para formar a los catequistas, para que ellos a su vez puedan llevar el Evangelio a sus paisanos. “La inculturación del Evangelio es un gran reto; ver la conversión de los indígenas después de muchos años de trabajo, es una gran alegría; se ve la eficacia del Espíritu Santo”, explica Rafael Cob.
Todos los esfuerzos del obispo misionero se ven compensados cuando suceden escenas como estas que relató con ocasión del Domund 2014: “Visité la choza donde el enfermo yace en el duro suelo; es Juanito con su cáncer, espera nuestra bendición y el perdón de sus pecados para partir al paraíso y lo hace poniendo los ojos fijos en el crucifijo”. O esa otra: “aquel viejito indígena Wanpuch ,que siempre buscó la venganza y hoy sabe perdonar y te dice: «yo quiero ser cristiano, bautizarme y casarme por la Iglesia»”. Y también: “aquel fiel catequista Chiquit que ha entendido la labor de misionero y se ha entregado a enseñar a sus hermanos y hoy te dice ¿podría ser diacono permanente?”