Nada de lo que ha sido tocado por la fe es insignificante

  • On 12 de diciembre de 2025

OMPRESS-ROMA (12-12-25) El Papa León XIV hacía pública ayer una carta apostólica sobre la importancia de la arqueología, poniendo en guardia frente al riesgo de una teología descarnada: “El cristianismo no nació de una idea, sino de una carne; no de un concepto abstracto, sino de un vientre, de un cuerpo, de un sepulcro”.

Esta carta apostólica conmemora el centenario del Pontificio Instituto de Arqueología Cristiana, creado por el Papa Pío XI, el conocido como Papa de las misiones, en 1925. Un año, en que como recuerda el Papa, se convocó el “Jubileo de la paz”, que deseaba aliviar las atroces heridas de la Primera Guerra Mundial. El Jubileo de este año, un siglo después, quiere también ofrecer horizontes de esperanza a la humanidad, atribulada por numerosas guerras.

La carta hace hincapié en la urgencia de recuperar la dimensión histórica del cristianismo en una época, “marcada por rápidos cambios, crisis humanitarias y transiciones culturales”. El Papa León XIV explica que la arqueología, “al ocuparse de los vestigios materiales de la fe, educa en una teología de los sentidos: una teología que sabe ver, tocar, oler y escuchar”.

“Excavando entre piedras, ruinas y objetos”, dice el Papa sobre la arqueología cristiana, “nos enseña que nada de lo que ha sido tocado por la fe es insignificante. Incluso un fragmento de mosaico, una inscripción olvidada, un grafito en una pared de las catacumbas pueden contar la biografía de la fe. En este sentido, la arqueología es también una escuela de humildad: enseña a no despreciar lo que es pequeño, lo que es aparentemente secundario. Enseña a leer los signos, a interpretar el silencio y el enigma de las cosas, a intuir eso que ya no está escrito. Es una ciencia del umbral, que se encuentra entre la historia y la fe, entre la materia y el Espíritu, entre lo antiguo y lo eterno”. Y es que, señala la carta: “detrás de cada objeto hay una persona, un alma, una comunidad. Detrás de cada ruina, un sueño de fe, una liturgia, una relación. La arqueología cristiana, entonces, es también una forma de caridad; es una manera de hacer hablar los silencios de la historia, de devolver la dignidad a los olvidados, de sacar a la luz la santidad anónima de tantos fieles que han formado parte de la Iglesia”.

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