Afganistán, una misión a la espera
- On 24 de noviembre de 2025
OMPRESS-AFGANISTÁN (24-11-25) La revista de las Obras Misionales Pontificias en Italia, Popoli e Missione, ha dedicado una parte de su última entrega a la situación de Afganistán. Los barnabitas y los jesuitas aportan su visión de este país de puertas cerradas, que solo las ha entornado ligeramente por el terremoto del pasado agosto.
El terremoto hizo que el gobierno talibán reanudara, según Popoli e Misione, unas tímidas internacionales, sobre todo en materia de ayuda humanitaria. Mientras tanto, el país asiático se enfrenta a la pobreza, el analfabetismo y a millones de refugiados y desplazados. El terremoto azotó las regiones orientales de Kunar y Nangarhar, al noreste de la ciudad de Jalalabad, causando la muerte de más de 900 personas. El Papa León XIV envió un telegrama en señal de su cercanía, asegurando sus oraciones “por todos los afectados por esta tragedia, encomendándolos a la providencia del Todopoderoso”, sobre todo por “quienes lloran la pérdida de sus seres queridos” y pedía “consuelo y fortaleza para el pueblo afgano en estos momentos difíciles”. Ante la grave situación, el gobierno talibán envió una solicitud de ayuda a la comunidad internacional. Desde la toma del poder por los talibanes en 2021, estos habían cerrado sus misiones diplomáticas. La difícil realidad económica y social que vive la mayoría de la población se ha visto agravada por los refugiados que vuelven a casa de Irán y Pakistán desde abril de 2025, más de 100.000, en su mayoría mujeres y niños. Se suman a los 850.000 que regresaron hasta octubre de 2024, y se espera que otros dos millones regresen en los próximos años.
La presencia oficial de una comunidad católica también estaba vinculada a una embajada, en particular la italiana en Kabul. Desde 1933, los Padres Barnabitas mantenían una capilla abierta dentro de la sede diplomática en la que se podían celebrar los sacramentos y celebrar reuniones para los católicos, especialmente entre el personal de las embajadas occidentales, junto con pequeñas comunidades religiosas como las Misioneras de la Caridad. Pero el 26 de agosto de 2021, el padre Giovanni Scalese, barnabita y superior de la missio sui iuris en Afganistán, único sacerdote católico del país, se vio obligado a regresar a Italia, lo que marcó el cierre temporal de una misión establecida por la Santa Sede en 1933.
En una entrevista con Popoli e Missione, el padre Giovanni Rizzi, biblista e historiador de la Congregación de los Clérigos Regulares de San Pablo (conocidos como los Barnabitas), autor de la monumental obra “Ochenta años en Afganistán”, describe la situación actual. En ella, relata con gran detalle la extraordinaria aventura de la misión Barnabita en el país centroasiático: “Estamos en una fase de espera paciente”, afirma, “que podría durar años. La misión sui iuris de Afganistán, establecida por la Santa Sede en 2002, técnicamente aún existe. Sin embargo, ante la ausencia de una comunidad católica en el país, es como si estuviera suspendida. Pero nada impide que reanude plenamente sus operaciones en el futuro”. Reconoce que la experiencia de una capellanía católica en Afganistán ha durado más de 80 años y ha marcado la historia de la Iglesia en ese país.
Una organización que ha perdurado en Afganistán, encontrando un modus vivendi incluso bajo el régimen talibán, es el Servicio Jesuita a Refugiados. Ha sido una organización comprometida con la formación socioeducativa y con actividades sin connotaciones religiosas. Así, Bismillah, un niño de 11 años que nunca ha asistido a la escuela, puede asistir al Centro de Desarrollo Comunitario del JRS, instalado en uno de los campos de refugiados de la zona de Kabul. Su familia vive en un refugio improvisado, hecho con lonas y cañas de bambú, y la mayoría de los 350 niños que asisten al centro educativo viven en situaciones similares. Después de clase, en su “tiempo libre”, acompaña a su padre a buscar comida para el día: el objetivo es proporcionar al menos una comida al día a la familia. “Bismillah”, dicen los profesores del centro, tanto indios como afganos, “ha comenzado a expresarse a través del arte, el juego, la lectura y la escritura, sintiéndose a gusto en el Centro del JRS, un espacio seguro para él”. Y, a pesar de los desafíos diarios, “el niño abriga el sueño de emular al maestro que lo recibe con cariño cada día, quien se ha convertido en un modelo a seguir para él”. El niño quiere también “enseñar a niños que, como yo, han sufrido hambre y falta de escolarización”.

