Un saludo misionero desde las remotas selvas de Guyana

  • On 31 de octubre de 2025

OMPRESS-GUYANA (31-10-25) Guyana, un país del tamaño de Rumanía pero con menos de un millón de habitantes, cuenta con una población indígena, con la que comparten camino y vida varios misioneros jesuitas, entre ellos Rigoberto Martínez Ceballos. Este jesuita cubano ha escrito para dar las gracias por el esfuerzo que las Obras Misionales Pontificias hacen “por recordar al mundo la necesidad y la sed de Dios que habita en muchos rincones de la tierra”.

Los jesuitas tienen una larga historia de evangelización en Guyana. Frente a la antigua escuela jesuita de San Estanislao, en la capital, Georgetown, hay un lugar conmemorativo que recuerda al padre jesuita Bernard Dark, asesinado allí en los años setenta durante la agitación política que sacudió el país. Hoy, la presencia de los misioneros se extiende desde la frontera en Venezuela hasta los remotos ríos compartidos con Brasil, en la franja costera y en la zona suburbana, en misiones remotas en el interior, a lo largo de las riberas del río Amazonas en la frontera con Venezuela y en la frontera con Brasil. En muchos casos, una labor que exige largos viajes en lancha para servir a las comunidades dispersas a lo largo de las riberas de los ríos. En Berbice, en el centro del país, los jesuitas tienen a su cargo una parroquia y un centro de desarrollo humano, ayudando a los pobres y a las personas sin formación de todas las religiones. Y es que en esta región la población tiene remotos orígenes. Llegaron desde la remota India, sobre todo de Uttar Pradesh y Bihar, traídos como jornaleros por los británicos durante la época colonial para trabajar en los cultivos de caña de azúcar. Muchos son de religión hindú o musulmana. Ayuda mucho que gran parte de los misioneros jesuitas en Guyana venga también de la India.

Lethem está en la misma frontera con Brasil. Justo al lado está la misión de San Ignacio, que da nombre también al pueblo. A cuatro horas de viaje está otra misión, la de Aishalton, con la tribu indígena Waphsiana. Los misioneros han propuesto al gobierno de Guyana un modelo educativo que incluya la lengua wapshiana, para que se pueda preservar, en un gesto que recuerda los esfuerzos que, durante siglos, hicieron los misioneros por conservar las lenguas indígenas en toda América. Al norte está la misión de Kurukabaru, siguiendo la frontera con Brasil, en las montañas.

Es desde Kurukabaru, desde donde escribe el misionero jesuita Rigoberto Martínez Ceballos. De nacionalidad cubana, une a su labor de evangelización sus conocimientos como médico. Desde allí escribe: “Ante todo, deseo expresarles mi más profundo agradecimiento por la obra de caridad, evangelización y testimonio que realizan en todo el mundo. Gracias a su entrega generosa, la Iglesia sigue llevando el rostro misericordioso de Dios a tantos pueblos y comunidades que anhelan esperanza y consuelo.

También agradezco de corazón su incansable esfuerzo por recordar al mundo la necesidad y la sed de Dios que habita en muchos rincones de la tierra. Su labor misionera no solo sostiene a quienes sirven en las periferias, sino que despierta en todos los bautizados la conciencia viva de que somos Iglesia en salida, la manera de encontrarlo a Él en todas las cosas.

Yo también participo de esta misión universal. Soy misionero jesuita y actualmente me encuentro sirviendo en Kurukabaru, Región 8, en la Amazonía guyanesa, compartiendo la vida y la fe con comunidades indígenas, específicamente Patamona. Desde aquí, contemplo con gratitud la comunión de tantos hombres y mujeres que, como ustedes, hacen posible que la Buena Noticia siga llegando a los más pequeños y necesitados.

Cuenten con mis oraciones por cada uno de los proyectos y personas que integran las Obras Misionales Pontificias. Que el Señor Jesús los fortalezca siempre en su entrega, y que María, Reina de las Misiones, los acompañe con su ternura maternal. Con gratitud y fraternidad en Cristo, Rigoberto Martínez SJ”.

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