Tres testimonios misioneros, directamente desde la misión
- On 14 de marzo de 2025
OMPRESS-MADRID (14-03-25) Un año más, los misioneros tuvieron un protagonismo especial en el encuentro anual de empleados y voluntarios de las delegaciones diocesanas de misiones y Obras Misionales Pontificias, celebrado en Madrid. Por videoconferencia, tres misioneros desde México, Kazajistán y China compartieron sus testimonios de vida. Dieron gracias, además, por el trabajo y la labor que se lleva a cabo desde la retaguardia en todas las diócesis españolas.
Adriana Juárez es Misionera clarisa del Santísimo Sacramento. Aunque dio su testimonio desde México, esta hermana concluía el pasado octubre 14 años de misión ininterrumpida en Sierra Leona, donde su congregación realiza una enorme labor misionera a través de la educación, la salud y la pastoral. “Hablar de la misión es hablar de lo que el Señor Jesús puede hacer a través de los que se dejan guiar por él”, explicó la hermana Adriana.
En cuanto a la educación, la congregación lleva en el país 7 colegios para todas las etapas, en los que estudian 2.500 niñas, en un país en el que la mujer en muchas ocasiones es relegada a un segundo plano. “Es un signo de esperanza ver cómo las niñas van creciendo, tanto en conocimientos académicos, como en el acercamiento con el Señor”. En cuanto a la salud, las hermanas llevan adelante la Clínica Nuestra Señora de Guadalupe, donde atienden a los enfermos y les acompañan en sus angustias. Muchas veces, la gente cuando enferma recurre a curanderos, y solo va al hospital cuando ya no hay más remedio. También llevan adelante visitas a las aldeas para atender enfermos y sensibilizar acerca de la higiene y las enfermedades, lo que ha provocado cambios en muchos pueblos remotos.
Según explicó la hermana Adriana, uno de los momentos más intensos de los años de misión en Sierra Leona fue la epidemia del ébola, cuando todas las ONG salieron del país, pero ellas permanecieron con la gente. “El hecho de que nos quedáramos entre la gente, fue un signo de que todo saldría bien”. Después de 14 años en el país, tuvo que dejar la misión –algo muy doloroso para ella–, para un nuevo destino en México. Ahora cuida de las hermanas de la congregación mayores, entre ellas a la fundadora de la misión en Sierra Leona, lo que la hermana Adriana considera un gran privilegio.
El obispo de Santísima Trinidad de Almaty, en Kazajistán, es un misionero español, monseñor José Luis Mumbiela. Desde aquellas tierras del centro de Asia, quiso enviar unas palabras de agradecimiento a los trabajadores y voluntarios de las delegaciones de misiones y de OMP, por todo lo que realizan. “Aunque vuestro trabajo está en las oficinas y no veis la misión directamente, estamos conectados”. El obispo insistió en la necesidad de ir todos a una en la misión, de remar juntos, para que este signo de unidad abra puertas en los corazones de las personas, especialmente en Kazajistán. Allí la Iglesia está en una minoría impresionante (en su diócesis, de 10 millones de habitantes, asisten a las Misas de los domingos 1.000 fieles).
Sin embargo, las oportunidades que se ofrecen son enormes, porque tras la retirada del régimen soviético, el gobierno actual está muy abierto a la labor de la Iglesia. Además, el panorama ha cambiado mucho desde que este misionero llegó allí, en el que los pocos católicos que había venían de una Iglesia perseguida y martirial. De hecho, según compartió Mumbiela, una abuela le recriminó en 1998, cuando llegó, que por qué había tardado tanto en ir los misioneros católicos para atenderles. En la actualidad la misión ha cambiado, hay grandes oportunidades que se quedan sin aprovechar “por falta de manos y pies”. “Como pastor me duele ver que la mies es mucha, y los obreros son muy pocos”. Y por eso invita a todos a replantearse cómo ayudar a la misión de la Iglesia.
Esteban Aranaz, sacerdote diocesano de Tarazona, lleva en Shanghái desde hace 10 años –antes estuvo 7 años en Taiwán–, atendiendo a la comunidad de lengua hispana y portuguesa. Su situación, según compartió con asistentes del encuentro, es excepcional ya que “no está previsto que en China haya misioneros públicamente reconocidos como tal”. De hecho él mismo ha sufrido siete detenciones y largos interrogatorios por parte del gobierno chino, y ha tardado años en poder llevar a cabo su ministerio sacerdotal de una forma legal allí. No obstante, defendió, China está llena de desafíos, pero en los últimos años ha habido una gran apertura.
“En el corazón de los chinos hay inquietud grande por conocer a Cristo”, afirmó. Prueba de ello son los 54 adultos que se bautizaron el mes pasado en la catedral de Shanghái. Algo que se repite en muchas diócesis chinas. Por ello, este misionero no descansa, y utiliza todos los medios que están a su alcance para hacer llegar a Dios a las comunidades que le han sido encomendadas y a los chinos con los que ha establecido amistad. Es organista de la catedral, realiza miles de kilómetros para acompañar otras comunidades, hace retiros, ayuda a matrimonios… Según compartió, no le importaría morir en China, aunque siempre vinculado a su obispo y su diócesis de origen, con quien nunca pierde el contacto: “Siempre me he sentido muy acompañado por mi diócesis”.
Agradece al Señor su vocación misionera. “Cuando la misión te agarra es una vocación en la vocación. No podía yo imaginar que el Señor me esperaría en esta labor, sin la que no sé vivir”.