El Vicariato Apostólico de Pando, el Domund y una cárcel
- On 20 de febrero de 2025
OMPRESS-BOLIVIA (20-02-25) La generosidad de los católicos españoles con el Domund ha llegado hasta el Vicariato Apostólico de Pando, en Bolivia, una zona del norte del país, cubierta por la selva amazónica. La ayuda enviada se ha destinado a gastos, reparaciones y arreglos que hacen posible la labor pastoral de este vicariato misionero. Pando cuenta con más de 200.000 fieles y solo 14 sacerdotes, por lo que sin el impulso que llevan adelante catequistas y líderes de comunidades poco se podría hacer. Mons. Eugenio Coter, misionero italiano que lleva toda su vida en esta apartada y hermosa región de Bolivia, ha escrito a las Obras Misionales Pontificias de España para dar gracias por los 16.714,91 dólares que se les enviaron desde nuestro país. Tras dar las gracias por esta ayuda, explicaba que la suma ha “suplido algunas necesidades básicas, contribuyendo al cumplimiento del Plan Pastoral de nuestro Vicariato”.
Después,de manera pormenorizada y con la firma de la administradora del Vicariato, la señora María del Carmen Siles, se desglosan los gastos que comienzan con el “mantenimiento y reparación de movilidades”, que no es otra cosa que la puesta a punto de las barcas, motos y vehículos que se utilizan para la atención pastoral en una zona de selva, atravesada por grandes cursos de agua. Se han reparado techos en puestos de misión o incluso el suelo de un local. También se ha podido desarrollar el encuentro de formación que coordina los grupos de catequesis familiar y juvenil, que resulta siempre muy gravoso para el Vicariato dadas las distancias geográficas que separan las diversas comunidades. El Vicariato tiene la superficie de Austria con las dificultades propias de la zona amazónica.
Uno de los destinos más importantes de la suma aportada por la Obra Pontificia de la Propagación de la Fe, el Domund, ha sido la pastoral carcelaria, una de las prioridades del Vicariato en Guayaramerín, en la frontera con Brasil. El río Mamoré separa dos ciudades con un mismo nombre, la boliviana Guayaramerín, y la brasileña Guajará-Mirim. En la boliviana existe una “carceleta”, la Palmas, con personas privadas de libertad, cumpliendo una condena o en situación de detención preventiva. Como en todas las cárceles de Bolivia, también aquí hay problemas de hacinamiento. Las parroquias, comunidades religiosas e incluso grupos de catequesis se vuelcan en la medida de sus posibilidades en ayudar a los detenidos. Muchos de ellos son jóvenes, que acabaron cometiendo delitos tras caer en el mundo de la droga. En Bolivia no hay centros de rehabilitación ni nada parecido por lo que la labor de la Iglesia es, en muchas ocasiones, la única vía para reintegrarse a la sociedad. La labor de este Vicariato misionero en este lugar siempre ha sido llevar esperanza a estas personas, precisamente lo que pedía el Papa Francisco en la bula que convocaba este jubileo de 2025, en la que recordaba sitios “donde la esperanza se pone a dura prueba, como las cárceles, los hospitales y los lugares donde la dignidad de la persona es pisoteada; en las situaciones más precarias y en los contextos de mayor degradación, para que nadie se vea privado de la posibilidad de recibir el perdón y el consuelo de Dios”.