Conoce a Rafael Marco, misionero en uno de los países más pobres del mundo
- On 4 de noviembre de 2024
Catorce años después de llegar a Níger, y a pesar de los riesgos allí sigue Rafael Marco, en una Iglesia minoritaria, en una sociedad que sufre la amenaza de los fundamentalistas islámicos, pero en la que hay mucho cariño y donde se vive con sencillez la mucha pobreza que sufre. En esta entrevista concedida a las Obras Misionales Pontificias cuenta la realidad en la que vive y las motivaciones que le mueven.
P: Llegó a Níger en 2010. ¿Qué se encontró allí?
Níger es un país un poco especial, la gran mayoría de la población es musulmana. Yo había hecho antes una experiencia un año sabático en el desierto, siguiendo un poco los pasos de Carlos de Foucauld. Y había pasado alguna vez por Níger y vi una iglesia naciente, bastante influida por esa espiritualidad. Había hermanitas de Foucauld que vivían con los tuareg, con sus rebaños de cabras y con sus burros, con los que atravesaban el desierto e iban de acá para allá con ellos y llevando una vida muy sencilla en contacto con la gente, aprendiendo la lengua, viviendo con ellos y haciendo un testimonio sencillo. También había hermanitos que tenían a mi entender bastante impacto en la Iglesia local. Me llamó la atención que el primer obispo de entonces, Monseñor Berlier, hablaba mucho de la pastoral de la estera. La estera sirve para rezar en el mundo musulmán, y es donde se reúne la gente para hablar, para charlar, para intercambiar noticias. Y con eso hacía referencia al diálogo, las relaciones amistosas cercanas con el mundo musulmán, con las instituciones. Y es verdad que se tenían unas relaciones muy cercanas con el mundo musulmán y con las instituciones del país.
Níger es un país laico. La sociedad sí que es mayoritariamente islámica, pero la Constitución lo define como laico. Entonces había la posibilidad de crear Iglesia, de desarrollar, pero dentro de esta actitud de sencillez, de cercanía, de diálogo que me llamó la atención. Por otro lado Níger es el país más pobre del mundo, con hambrunas, pestes, epidemias recurrentes, y la Iglesia se ha volcado en ayudar. Hasta tal punto que recuerdo que una vez que pasé por allí, me dijo el obispo Berlier que estaban en plena actividad porque de los Emiratos Árabes habían mandado un barco de cereales en tiempo de hambruna. Y Lo habían enviado al obispo de Niamey por la fama y la actitud de la Iglesia. Y estaban distribuyendo los camiones que venían del puerto de Cottonou, camiones de cereal para trabajar contra la hambruna que sufría el país.
P. Esta relación de amistad con los musulmanes en estos años ha cambiado mucho, ¿Cuál es la situación actual?
La población ha vivido un cambio terrible. Ha sido toda la población musulmana la que ha sufrido este cambio. Por ejemplo, en los colegios las niñas vestían como cualquier otra niña. Pero cuando empezó a aparecer el yihadismo, Al-Qaeda, les obligaron a llevar toda una vestimenta, unos sayos, unos velos… Y se veía el miedo de la gente, las personas más sencillas tenían miedo a esta actitud que iba imponiendo Al Qaeda. Eso cambió también la relación con la Iglesia, sobre todo un momento dado en 2015. Cuando el periódico francés Charlie Hebdo publicó unas viñetas sobre Mahoma, un equipo yihadista entró en los despachos de la revista y mató a varios redactores. Hubo una manifestación internacional en París, a la que asistió el presidente de Níger. Y a partir de allí hubo una manifestación en Niamey movida por estos radicales yihadistas. Manifestaciones, pero también quemas de iglesias y de lugares occidentales (algún bar) pero sobre todo iglesias y residencias de religiosos y religiosas y sacerdotes.
Nos obligaron a llevar una escolta, si nos queríamos desplazar de la zona donde residíamos. En esa situación estamos. Pero vamos, dentro de todo yo estoy en Dosso, donde hay una comunidad cristiana, en la que nos reunimos alrededor de 200 personas, muchos originarios de Benín, cristianos. Y bueno, a pesar de todo, podemos vivir nuestra fe, con bastante libertad.
P ¿Cuál es la realidad de los niños ciegos en la que está usted también implicado?
Hay muchos niños ciegos en muchas partes. Hay una enfermedad muy extendida por toda África, que es la oncocercosis, que proviene de una mosca. En su proceso de metamorfosis, en un momento dado se convierte en un gusanito muy pequeño que vive en las zonas húmedas, zonas pantanosas o de ríos. Y allí tenemos el Níger. Entonces, pues hay muchos casos de oncocercosis, porque ese gusanito penetra en el cuerpo, es muy pequeño, puede entrar por cualquier parte por los poros, y emigra hasta los ojos y es allí donde ataca el nervio óptico. Y de allí viene que haya cantidad de personas en esas zonas.
Son niños que van a jugar, que entran en el agua, que se van a bañar. ¡Cómo no se van a bañar en Níger, con el calor que hace! Pues allí hay muchos que pillan esa enfermedad. Otros nacen ciegos por otras razones, seguramente que no es solamente esa enfermedad. Esos niños están considerados por sus padres, por la sociedad en general, como una maldición de Dios. Eso ya lo hemos experimentado en otras zonas por otras razones, pero aquí es por ser ciegos. En las familias se les margina prácticamente como un animal. A veces se les ata a un poste y allí pasan el día. Hasta que son poco mayorcitos y se les utiliza como mendigos.
Niños que viven totalmente en el miedo, acoquinados, encerrados en sí mismos; en cuanto oyen cualquier cosa se cubren de todo y se encierran en sí. Pero también descubrí cómo esos niños, a un gesto -tocarles por ejemplo-, poner la mano sobre ellos o una palabra, un saludo, se abren como una flor. Eso me llamó la atención. Además, hubo una niña que me recitó una poesía que se llamaba “Mañana la luz”. Tenía unos diez años. No me la sé de memoria, pero venía a decir mañana luz, mañana iré a la escuela, estoy yendo a la escuela ya. Por mi país, mi bello país que mis ojos no ven, pero mi corazón sí. Y mañana habrá luz por la escuela, porque voy a aprender a leer, a escribir, a contar. Aquello me impactó y busqué la manera de hacer algo. Y con otra gente de la comunidad empezamos a trabajar con esos niños.
P ¿Cómo los encontraste?
Los descubrí en una escuela “inclusiva” para niños invidentes, donde nadie en la escuela, ni ningún maestro, conocía ni siquiera la escritura braille. Allí había un maestro en la clase, que se ocupaba de los niños normales, y de los cuatro o cinco ciegos que estaban al fondo de la clase nadie se ocupaba, ni siquiera salían al recreo. Algunos de ellos ni siquiera comían a mediodía en la cantina escolar. Entonces, organizamos un equipo primero para que pudiesen comer todos, y ayudarles en el transporte. Después, una familia se presentó para acoger a esos niños. Poco a poco el número empezó a aumentar, y hubo que alquilar una casa, y buscar una mujer que les diese la comida. En fin, organizamos algo que pudiese responder a sus necesidades allí y aquí en España buscamos gente que nos pudiese ayudar. Hemos ido desarrollando ese proyecto por un lado ahí en Gaya y después en Dosso, donde fui nombrado por el obispo para atender la comunidad cristiana. Allí también empezamos a trabajar con los niños de la escuela inclusiva, en la que nos decían que allí ya aprendían algo de lenguaje braile y que había gente que se ocupaba un poco de ellos.
Pero la directora me decía que se habían inscrito 32 niños ciegos, pero que solamente ocho iban a clase. Así es que, después de estudiar y ver, organizamos cómo recoger y llevar al cole a los niños por la mañana, darles de comer a mediodía y después devolverlos a sus casas. Eso durante todos los días de clase. Y luego empezamos con ellos en los momentos de vacaciones, fines de semana, a organizar cursos de formación a la escritura, manualidades, orientación con los bastones, para que puedan memorizar recorridos e ir cogiendo referencias. Bueno, y tantas cosas… hasta ordenadores. Empezamos con esos 32, pero ahora son más de 50 en Dosso, con otros 20 ó 30 de Gaya, se ha trasformado todo el proceso de formación y asistencia. Y en eso estamos. Ahora, después de cinco años en los he ido aprendiendo, estamos organizando con los oftalmólogos, que no tienen un gran nivel ni son capaces de operar, pero sí pueden revisar los ojos. Con ellos queremos organizar una atención sanitaria básica y luego la formación. En eso queremos ir desarrollando dentro de lo posible.
Mira la entrevista en vídeo aquí.