Los doce años de un misionero en Zimbabwe
- On 28 de octubre de 2024
OMPRESS-ZIMBABWE (28-10-24) Manuel Ogalla es un misionero nacido en Cádiz y es la Delegación de Misiones de su diócesis la que comparte este testimonio profundo sobre los años que lleva en Zimbabwe este misionero claretiano que claramente ama su vocación religiosa y misionera.
“Mi nombre es Manuel Ogalla y soy Misionero Claretiano. Desde enero de 2012 vivo en la misión de Zimbabwe, al sur del sur, en el corazón del África Negra. Recuerdo perfectamente el día que aterricé en Harare. No llevaba ni siquiera un año ordenado, sin apenas experiencia pastoral, lleno de incertidumbres, cargando algún que otro prejuicio y, he de confesar, que con bastante miedo a lo desconocido. Otro continente, otra cultura, nuevos compañeros a los que no había visto nunca, una lengua totalmente diferente… mucha novedad, un sinfín de sorpresas, toda una vida por descubrir.
Desde entonces, en estos doce años, sin duda ha llovido mucho. El Dios de la vida y de los pequeños ha ido tejiendo toda una urdimbre de experiencias y aprendizajes que, a pesar de mi debilidad, me han ayudado a crecer, a otear horizontes de esperanza y a saborear el misterio de lo divino-encarnado.
Quizás aquí radica la clave de bóveda de lo que estos doce años han supuesto en mi servicio misionero y en mi ministerio sacerdotal: Un verdadero misterio de encarnación. Esta es la mejor manera que encuentro para, en primer lugar, sintetizar lo que Zimbabwe y el pueblo Shona me han enseñado; y, en segundo lugar, para explicar el cómo concreto de mi ser religioso y misionero. Mi vocación y mi misión o son encarnadas o no son. Para mí, encarnación no sólo es el concepto teológico por antonomasia capaz de vislumbrar la dinámica entrañable de un Dios que por amor se hace humano con el deseo inefable de que todos acariciemos el cielo con nuestras manos; encarnación es también una llamada valiente a un determinado estilo de vida, es un clamor existencial que sustenta y conforma el quehacer misionero.
Encarnación significa vivir desde dentro. Participar del día a día de la gente. Compartir la historia y su devenir. Hacerme uno con la cultura que me abraza. Sentirme parte de un pueblo que incluso me adopta como uno de sus hijos dándome un tótem (de hecho, para el pueblo Shona, yo soy Shava, el antílope). Encarnación significa también vivir desde abajo. Ese abajo que pisan todos los pies. El abajo que invita a la humildad y a la mansedumbre. Vivir desde abajo significa estar siempre dispuesto a aprender, a dejarse tocar por la realidad, a desinstalarse de prejuicios y esquemas etnocéntricos, a descubrir que vamos en camino vislumbrando a cada paso un ápice nuevo del misterio que siempre nos supera.
Zimbabwe ha sido y es escuela de vida para este misionero Claretiano que se sabe llamado a vivir en clave de encarnación, para entrar en el corazón del pueblo y dejar al pueblo que entre en el corazón. Así y solo así Dios será más conocido, amado y servido por todos”.