Los misioneros “son una joya preciosa de la que nos sentimos orgullosos”
- On 21 de octubre de 2024
OMPRESS-MADRID (21-10-24) En la Catedral de Nuestra Señora de la Almudena, tenía lugar ayer la Misa del Domund, presidida por el cardenal José Cobo y transmitida por La 2 de TVE, con la presencia de José María Calderón, Director Nacional de las Obras Misionales Pontificias, en la que se tuvieron muy presentes a los misioneros de Madrid y de todo el mundo.
En su homilía el arzobispo de Madrid recordó el lema del Domund de este año, el “Id e invitad a todos al banquete”: “Misión y regalo. Esas son las dos palabras clave que nos congregan a todos en esta mañana. Las dos forman parte de lo más precioso de la identidad de la Iglesia. La misión es la razón de ser de la Iglesia”.
Jesucristo “nos ha convocado esta mañana, a ti y a mí, a este banquete de la Eucaristía. Espera que demos un paso nuevo. Su invitación no excluye a nadie, ni tiene favoritismos o atajos. ¡Cuesta trabajo entenderlo! Como los discípulos, que se disputan los lugares de preferencia, nosotros también queremos “enchufes”. Por eso, explicaba el cardenal José Cobo, “en un mundo donde todos quieren los primeros puestos y los más influyentes, cueste lo que cueste, hoy queremos traer ante el altar a los que han aprendido este camino. Son tantos hermanos y hermanas misioneros, clérigos, religiosas y religiosos y laicos que por todo el mundo, desde las periferias, a precio de su vida, pero siempre con alegría, son los mejores embajadores de Dios en nuestro mundo. Sí. Los mejores embajadores son nuestros misioneros y misioneras, que no dudaron en alejarse de sus raíces para hacer que la Buena Noticia de Jesucristo diera frutos abundantes. Frutos dados entre sufrimiento y no sujetos a los triunfos o éxitos humanos, sino a la lógica de la Cruz”.
Los misioneros, insistía el cardenal, “son nuestros maestros para aprender en este mundo globalizado a responder sin disimulos. De su mano podremos entender cómo servir y a gastar la vida por la misión, cómo ser creativos y no perder el tiempo en tonterías de sacristía, en partidismos nada misioneros o veleidades humanas. A menudo el ‘Id’ que da Jesús nos pilla entretenidos en nuestras cosas de siempre y olvidamos la pedagogía que enseñan los misioneros: unir fuerzas y adecuarlas a las exigencias de la misión, de cada misión. Necesitamos su testigo para aprender a acoger la misión como prioridad y confluir nuestras fuerzas para responder juntos a lo que realmente Dios nos pide. Son una joya preciosa de la que nos sentimos orgullosos. No queremos que estén solos. Nuestro mundo no necesita grandes discursos, sino el testimonio sencillo y creíble de quienes hoy queremos hacer entrañablemente presentes en esta Eucaristía. Que aprendamos de ellos y con ellos, ‘vayamos e invitemos’ a todos”.
Concluyó dando las gracias “a nuestros misioneros y misioneras por hacer visible, creíble y significativo a Dios en los lugares más recónditos del planeta. Gracias porque no os habéis peleado por los primeros puestos de honor, como los zebedeos, sino que habéis aspirado precisamente a los últimos y más difíciles. Gracias porque os habéis empeñado en seguirle a paso ligero y no por sentaros a su derecha e izquierda. Y gracias también muy especiales a quienes desde casa, postrados y doloridos por la enfermedad, la soledad o los años, sois no menos misioneros que los primeros, al modo de Teresita de Lisieux, patrona universal de las misiones sin haber abandonado su tierra. Gracias por ayudarnos a recuperar nuestras raíces y recordarnos la razón de ser de la Iglesia que es servir y dar la vida como su Maestro”.