En Costa Rica y Colombia, compartiendo la espiritualidad del Padre Pío
- On 12 de septiembre de 2024
OMPRESS-GETAFE (12-09-24) La Delegación de Misiones de Getafe comparte el testimonio del párroco de la Iglesia de los Santos Justo y Pastor de la localidad madrileña de Parla, el padre Isaac Parra, que este verano vivió la experiencia de la misión en Costa Rica y Colombia. Pertenece al Instituto Secular Siervos del Sufrimiento, nacido de la espiritualidad del Padre Pío. Un Instituto Secular fundado por el sacerdote diocesano italiano padre Pierino Galeone.
“Dos países de la América en la misión: Costa Rica y Colombia. Dos países en las que las personas brillan por su sencillez y humildad. Donde se respira el perfume de Dios. Cualquier persona que te encuentras por la calle te responde: estoy bien, gracias a Dios. En estos días, el Señor me hablaba al corazón recordándome que solo los humildes y sencillos de corazón pueden acoger en sus corazones la Palabra de Dios. Solo en aquel que es humilde Dios puede entrar y hacer su obra. Estas son las personas que me he encontrado en estos días. Personas con un amor a Dios.
Cuando salía de España camino de Costa Rica, en el avión, preparaba todo aquello que yo iba a aportar a los Asociados y a los que me pudiese encontrar por el camino. Todo lo preparaba con delicadeza y sencillez. Yo iba con un deseo: ser Misionero y llevar no solo la Palabra de Dios, sino la vida y la espiritualidad del Padre Pío y de nuestro instituto Siervos del Sufrimiento.
¿Cuál ha sido mi sorpresa? La sorpresa ha sido que el Señor ha sido el que me ha traído, no solo para que yo hable sino para que le escuche a Él. Me ha querido traer a estos países para hablarme de nuevo al corazón. El misionero ha sido Él de nuevo. Hablando de Jesús, del Instituto, de la espiritualidad, del Padre Pío y del Padre Pierino, era Jesús quien me estaba evangelizando. Estaba poniendo en mi corazón sentimientos de agradecimiento y de entrega. Me estaba diciendo la forma de vida que quiere que yo viva y que quiero vivir. Ha sido un recordar de nuevo lo que el Señor ha hecho conmigo. Me ha recordado lo que quiere de mí como Siervo del Sufrimiento: una relación más profunda con Él y un enamoramiento más pleno del carisma del servicio al Sufrimiento. Empezando en mi vida a aceptar, abrazar y ofrecer mi sufrimiento cotidiano.
Esta semana he podido comprobar de nuevo que anunciar a Jesucristo y el carisma es una necesidad. Lo necesito. ¡Ay de mí si no lo anuncio! Anunciar es renovar. Predicando me predicaba.
En estos días he podido descubrir de nuevo a mi familia espiritual. Empecé la llegada a Costa Rica con la Eucaristía. Allí ofrecí cada paso y cada palabra que iba a dar. No quería hablar yo. Mis palabras son pobres. Quien quería que hablase era Él. Así se lo pedí desde lo más hondo del corazón. Mis miedos me podían y le decía a Jesús: ‘Ocúpate Tú’.
Estuvimos en los diques donde me encontré con la pobreza, pero a la vez con corazones humildes que acogían cada una de las palabras que transmitíamos. La Palabra de Dios solo puede ser acogida con un corazón humilde. Visitamos a la comunidad de Asociados donde me encontraba como uno más en medio de ellos. Se nota el cariño y la familiaridad que tenemos. Poder hablar con cada uno de ellos hacia que en mi corazón hubiera un deseo grande de transmitirles a Jesús, al Padre Pierino y el carisma. A ellos les transmití tres breves pensamientos: hay que cuidarse uno mismo en la relación con Jesús, hay que cuidar la familia y cuidar la comunidad.
Al día siguiente estuvimos con los jóvenes, donde les pude hablar de la vocación y de que escuchasen a Jesús, que tenía algo que decirles. Después de escuchar un testimonio del Padre Pierino, de compartir el testimonio, acabamos con un compartir fraterno. Los jóvenes me dieron una gran lección con sus testimonios: un amor grande al Señor y un empeño en querer seguirle con todo el corazón.
El último día fue el retiro con asociados y simpatizantes. Yo me limité simplemente a transmitir la Palabra de Dios, la palabra del Padre Pierino y la del Padre Pío. Me conmovía ver que la palabra del Padre era una luz para ellos. A la vez que predicaba yo, me predicaba a mí mismo. Soy yo el que necesita vivir así. La dirección espiritual y las confesiones fueron una constante durante estos días. Qué belleza transmitir a Jesús y su perdón.
Cuando parecía que todo había acabado no fue así. Después de la cena, me fui a la casa de las religiosas donde estaba alojándome. Cuando entré, me encontré con un grupo de juventudes franciscanas. Me pidieron poder exponerles el Santísimo y que les dirigiera unas palabras acerca del Padre Pio y de la vocación. Les hablé de mi vocación como Sacerdote y como Siervo del Sufrimiento. Fue una bella oportunidad también para hablarles al corazón. Me emocionaba. Estaba emocionado. Esa emoción era una súplica y una oración para Jesús de querer vivir siempre unido a Él.
Llega el momento de partir. Me voy con el corazón lleno del amor de la familia y del amor de Dios. Siempre que estoy en tierras latinas mi corazón se ensancha y se llena del amor de Dios. Fueron días maravillosos en la familia de los Asociados y con las Hermanas. ¡Todos miembros de una sola familia!
El vuelo hacia Colombia estaba preparando. En mi corazón había una doble sensación: por un lado, tristeza de la despedida, de dejar Costa Rica y, por otro lado, alegría, ya que me iba a encontrar con mi amigo Andrés. Andrés para mí es un hermano y un amigo. Tenía muchas ganas de verle para poder compartir y pasar unos días de descanso. Aquí en España hay un dicho que dice que ‘el hombre propone y Dios dispone’. Días de descanso iban a ser, pero también el Padre Pío tenía muchas cosas preparadas para mí.
Mi llegada a Colombia fue después de dos horas de vuelo. Yo ya me había hecho al horario ya que había estado con Paulina en Costa Rica 7 días. El camino hacia Jericó fue de mucha emoción. Mi corazón estaba deseando encontrarme con Andrés. Habíamos compartido durante 4 años en España y fueron años preciosos. Llegué a la Catedral donde está destinado. ¡Qué bonito encuentro! La emoción fue común para los dos. Nos dimos un abrazo e intercambiamos algunas lágrimas. A día de hoy, escribiendo este relato, todavía salen de mis ojos. Aquí uno se da cuenta de la importancia de una amistad sana. Una amistad que te lleva a Jesús con la que puedes compartir y abrir el corazón. Esto es la Iglesia. Una familia, que vayas donde vayas, no eres extraño y puedes compartir tu fe con amigos y con hermanos. Así me he sentido yo, tanto en Colombia como en Costa Rica. Estar con familia donde no soy extraño.
Estos 7 días en Colombia fueron días de descanso, de compartir, de estar con el Señor y como no, de anuncio del Carisma y de Padre Pío. Estoy convencido de que fue el Padre Pío quien fue hilando este encuentro. Yo solamente iba a descansar, a encontrarme con mi hermano sacerdote y a entronizar una imagen del Padre Pío que ellos mismos habían comprado allí.
Mi encuentro con las personas de allí fue muy especial. Muchos de ellos ya me conocían. Me ayudó mucho encontrarme con gente sencilla, humilde, de fe, donde ciertas cosas no tienen tanta importancia como la tienen aquí en España. Yo pude experimentar allí lo importante de la vida, una fe sencilla y llena del amor de Dios. Estar compartiendo la experiencia con ellos, la Eucaristía y la oración me puso en mi sitio de nuevo. Aquí me doy cuenta de que no es tanto lo que yo diga o haga sino lo que Dios tiene preparado para mí. Como decía antes, yo estaba convencido de que era el mismo Señor quien quería de nuevo evangelizarme. ¡Cuántos detalles tan bonitos en la oración, en la Eucaristía, en el trato intimo con Jesús y con Padre Pío! Yo no me sentía digno de recibir tantos dones.
Andrés me estuvo llevando por la naturaleza, por ciertos pueblos donde mi corazón y mi mente descansaban. Qué bonito ver aquellas casas en la montaña, esas fincas con pequeños oasis de agua donde los animales podían beber y refrescarse, montañas con diferentes tonalidades de color verde… ¡Qué descanso del alma!
Al día siguiente de llegar, el padre Andrés, en el canal local de televisión, tenía que grabar un programa de 5 minutos. Este programa trataba de un comentario acerca del Evangelio del día. El padre me invitó a participar durante los 7 días de programas. Fue una bendición porque aprovechamos para anunciar por el canal local que el viernes siguiente íbamos a tener la entronización de la imagen del Padre Pío en la Catedral y se iba a venerar el mitón-guante de Padre Pío.
Aquí estuvo la mano del Padre Pío. Aquí, tanto Andrés como yo, nos dimos cuenta del sentido de mi viaje a Colombia. El Padre Pío y el Padre Pierino querían entrar en Jericó. Jericó es el lugar de nacimiento de Santa Laura Montoya. Andrés decía que nadie es profeta en su tierra ya que la santa allí no era tan valorada como lo ha sido el Padre Pío. Este es el juego de los santos.
Mientras contábamos el encuentro que íbamos a tener el mismo viernes, el cámara que nos grababa, se quedó admirado de que el Padre Pío hubiese llegado. Parece ser que él era devoto, o le gustaba la vida del santo de los estigmas. Por ello me planteó dos cosas. La primera, una entrevista de 45 minutos donde pudiese hablar del Padre Pío, del Padre Pierino y de los Siervos del Sufrimiento. La otra cosa, en otro programa local, durante 15 minutos, una entrevista acerca de mi vida y padre Pío. Andrés y yo nos miramos y dijimos, a pesar de que no me gusta salir en televisión, que sí. Que no éramos nosotros sino la voluntad de Dios. El Padre Pío así lo quería. Y así fue. Hicimos estos dos programas. El de 45 minutos fue una bonita entrevista que me hizo a mí el Padre Andrés. Se notaba el cariño y la amistad entre los dos. El me conocía bien y supo hacer las preguntas que eran necesarias. Ahí pude hablar detenidamente de cómo el Padre Pío, el Padre Pierino y los Siervos del Sufrimiento habían hecho una obra importante en mi vida. Pude hablar con el corazón a pesar del miedo que corría por mis venas. La otra entrevista ya fue más de andar por casa. Me hicieron dos o tres preguntas más sencillas.
Llegó el viernes. Una semana muy intensa de emociones. Visitas a diferentes casas. Subidas y bajadas por las veredas de Jericó. Yo estaba feliz y emocionado de estar por aquellas tierras. A veces me venía la tentación, el miedo, la ansiedad y el decir: no me creo que pueda estar aquí. Cuando ocurría esto descansaba en Él. Estos días en Colombia fueron días preciosos de estar con el Señor. Era Él quien me había llevado. Su abrazo a través de los demás consolaba mi corazón. El encuentro con la gente sencilla, el poder hablarles a ellos para mí era un descanso del corazón. Estaba hablando de lo que mi corazón está lleno: de mi amor a Dios, de mi amor al Padre Pío y al Padre Pierino. Me daba cuenta que en la sencillez puede entrar Dios. Así era. Un corazón sencillo y humilde puede dejar que las palabras lo atraviesen y lo transformen.
Comencé el encuentro con una breve charla sobre la vida y la espiritualidad del Padre Pío. Me di cuenta de cómo la gente vibraba con su vida y su espiritualidad. Se emocionaban de ver la obra de Dios en este fraile. Luego nos encontramos con gente que había venido de los distintos lugares, no solo de Jericó, sino también de Medellín. El Padre Pío había entrado en ellos. Algunas otras parroquias de los pueblos de alrededor habían pedido al Padre Andrés la posibilidad de ir a llevarles el mitón y la vida del Padre Pío, pero no pudo ser. Lo que sí vimos es que vino gente con devoción al Padre y que no se era consciente y, por otro lado, el encuentro con la imagen y el mitón despertó el hambre por conocer la vida de este santo que ha llevado a tantas almas al Corazón de Jesús.
Después de la charla hicimos la bendición de la imagen y la colocamos en el altar de la Catedral junto al mitón del Padre Pío. La gente se acercaba a ella emocionada. Con sus peticiones en el corazón, como les dijimos, para que el Padre Pío se las presentase a Jesús. Gente humilde y sencilla que le ofrecía a su familia, a sus enfermos, a sus amigos y sus sufrimientos personales. Cuando el Padre Pio entra en el corazón de una persona que sufre, ya no sale más.
Para finalizar el acto, hicimos la oración ‘Has venido a visitarme’ y pasaron uno a uno a presentarles a través de la reliquia, sus súplicas y peticiones. En la Catedral habría unas 70 personas. Durante el fin de semana pasaron muchas personas de los distintos pueblos, grupos de jóvenes, de monaguillos donde puede explicarles quién era este santo y la obra que había hecho con los Siervos del Sufrimiento. Qué bonito poder hablar de lo que a uno le ha hecho tanto bien.
Padre Pío ha querido quedarse en Jericó junto con Santa Laura Montoya. Yo estoy convencido de que juntos harán de las suyas y tocarán el corazón de todo este pueblo de Jericó.
Llegó el lunes. Era el momento de marchar para España. La misión se había cumplido. No por mí sino por el Santo Fraile. Él fue quien movió los hilos. Nosotros, los sacerdotes, éramos meros instrumentos. El Padre Andrés quedó feliz de la obra del Padre Pío en su corazón y en la Catedral. Él había estado conmigo en San Giovanni Rotondo, y esa visita le hizo mucho bien también en su ministerio sacerdotal. Era el momento de despedirnos. Un abrazo de hermanos y amigos hizo que otra vez más nuestras vidas se unieran más para siempre. Es un regalo tener amistades santas y buenas. Amistades donde poder hablar de las cosas de Dios y de lo que pasa por nuestros corazones. Si Dios así lo quiere, hablábamos entre nosotros, el próximo año haremos las visitas por las distintas parroquias de la zona donde no se pudo llevar la reliquia y el testimonio del Padre Pío, Padre Pierino y los Siervos del Sufrimiento.
Doy gracias a Dios. Han sido unos días en los que el Señor nos ha bendecido a través de la vida de los Santos. Durante estos días estuvimos visitando la casa de Santa Laura Montoya y la casa natal de un mártir de la guerra de 1936 en España, de Barbastro. Los Santos nos llevan siempre a Jesús”.