La oración: fuente e impulso de la misión de la Iglesia
- On 9 de julio de 2024
OMPRESS-BURGOS (9-07-24) Este es el título de la carta semanal dirigida por el arzobispo de Burgos, Mons. Mario Iceta, a los fieles burgaleses, en la que recoge el tema de la Semana Española de Misionología que se acaba de celebrar en Burgos, donde se ha reflexionado sobre el íntimo nexo entre el anuncio de Cristo y el encuentro personal con Él.
“La Facultad de Teología de Burgos ha acogido, durante esta semana, la 76 edición de la Semana Española de Misionología. Unos días entrañables que combinan la reflexión teológica sobre la misión en sí, junto a las múltiples experiencias de algunos misioneros que se dejan la vida en diferentes lugares del mundo.
Con el objetivo de mantener vivo el espíritu misionero con una reflexión abierta a la universalidad de la Iglesia y a la solidaridad con todos los pueblos, el tema principal que ha guiado el encuentro ha sido La oración: fuente e impulso de la misión de la Iglesia.
Qué importante es orar para entender la Misión desde Dios, tal y como nos decía en la conferencia inaugural don Francisco Julián Romero Galván, director del Secretariado del Jubileo 2025. Cualquier misión que queramos llevar a cabo ha de comenzar, sin duda alguna, por la oración, por la presencia callada de Dios en medio de nuestra labor. De otra forma, la base carecerá de tal sentido y perderá el elemento más importante: Dios. Sólo orando con devoción, poniéndolo todo en las manos del Padre antes que en las nuestras, podremos llegar a ser apóstoles de ese Amor que da sentido a absolutamente todo.
Otros de los argumentos que se han compartido han sido la oración en la Biblia y con la Palabra de Dios, así como el sentido del kerigma desde la mirada de las teólogas Marta Gracia Consolación y Mª Judith Anderson Nokko, quienes conocen a fondo los frutos de ese anuncio capaz de traspasar cualquier frontera porque en el centro espera Jesús de Nazaret.
Asimismo, los testimonios de varios misioneros en Tailandia, en Zimbabue o en las Selvas Amazónicas, la oración desde santa Teresita de Lisieux, el modo de afrontar la misión desde el sufrimiento, las nuevas formas de evangelizar a través de la misión y de la oración o el sentido de la Misión ad gentes en las proximidades, han dado luz a un encuentro apasionante.
A medida que iba interiorizando cada uno de los temas que se compartían, mientras pensaba en la inconmensurable tarea que realizan tantos misioneros, me venía al corazón el acento de una «vida activa que comunica lo que ha contemplado», como decía santo Tomás de Aquino. Este, como san Agustín, dejaba entrever que el trabajo pastoral no puede llevarse a buen término sin una vida basada en la contemplación, en la oración y en el estudio. Tres pilares fundamentales que, indudablemente, han de estar presentes en cualquier misión.
Si no hay oración que nazca de un encuentro íntimo con Cristo, difícilmente habrá acción que sea fuente e impulso para quienes lo esperan y más lo necesitan. Porque la oración cambia la misión, y la misión cambia la oración.
«Necesitamos una oración más profunda para el apostolado y los retos del mundo; debemos convertirnos nosotros mismos antes que a los demás», decía, hace unos días, Jacques Philippe, el sacerdote de la Comunidad de las Bienaventuranzas y escritor, durante un encuentro diocesano en Cádiz. Dios «nos suplica que oremos», decía, y que no nos conformemos con una oración superficial: «Si rezo por motivos propios puedo dejar de hacerlo; pero no podré dejar de hacerlo si me lo pide Dios, porque no es el hombre el que busca a Dios, es Dios quien busca al hombre».
San Juan de la Cruz dejó escrito que «un solo acto de amor vale más que todas las obras». Retomando estas palabras, Philippe, autor de numerosas monografías sobre espiritualidad, señaló que la oración, por sí misma, ya establece una forma de apostolado, misión y evangelización.
«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación» (Mc 16, 9-15), les dice Jesús a los discípulos, tras haber dudado de su resurrección. Y ellos, después de orar, comenzaron su misión.
Le pedimos a María, la primera misionera, mujer activa en la contemplación y contemplativa en la acción, que nos ayude en la tarea misionera de llevar a los hermanos al Cielo, para que lleguemos a reinar con Ella y con Jesús, por toda la eternidad. Con gran afecto, pido a Dios que os bendiga”.