He aprendido del pueblo filipino a ser más agradecida
- On 3 de junio de 2024
OMPRESS-BADAJOZ (3-06-24) La misionera Manoli Sánchez ha visitado su localidad natal, Monesterio, en la sierra pacense de Tentudía. Ha tenido la oportunidad de compartir con sus vecinos la alegría de la misión que desde hace años vive en la provincia de Pangasinán, en la isla filipina de Luzón. Lleva muchos años fuera de España y ahora su comunidad, Servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios, la ha destinado a San Carlos City. Allí se está construyendo un “Centro Misionero Asiático”, en el que formar a jóvenes y adultos en el compromiso con la justicia, la solidaridad y el desarrollo en Filipinas, Corea, Japón y en el mundo entero.
Esta comunidad misionera llegó a Filipinas en 2015, desde entonces se han dedicado a formar y acompañar a adolescentes y jóvenes. La zona de Pangasinán donde se establecieron es rural con mucha población joven y muy pocos recursos de desarrollo, con extrema pobreza, bajo nivel educativo y de escolarización, malnutrición, enfermedades tropicales. Además muchos de estos jóvenes viven en mucha soledad, porque su padre o su madre trabajan en el extranjero. El centro busca, por ello, acoger, acompañar y empoderar a jóvenes asiáticos para realizar voluntariados y misiones, y un lugar desde poner las semillas de un futuro mejor. Será también vivienda de las misioneras, además de centro de formación para vocaciones misioneras consagradas de Asia.
“He aprendido del pueblo filipino a ser más agradecida”, declaraba la misionera entrevistada por la Archidiócesis de Mérida-Badajoz. Fue “un flechazo que me hizo propagar la mirada y la bondad de Jesús”. Manoli Sánchez, a pesar de la pobreza y precariedad con la que viven las personas a las que ha sido enviada como misionera reconoce que el pueblo filipino, “pese a sus dificultades y sus carencias para salir adelante, son personas agradecidas, que aceptan la vida amoldándose a sus posibilidades”.
Los Servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios llevan organizando durante varios años una “Misión Asiática” en Pangasinán, en la que participan jóvenes coreanos y japoneses, además de filipinos. Muy en la línea de la espiritualidad y carisma de Evangelización de esta comunidad, en la crónica del último de estas misiones reconocían: “Todos nos sentimos misioneros porque salimos de nuestra zona de confort y al acercarnos a los demás recibimos mucho más de lo que podíamos dar”.