Desde Kiev: “La vida está para darla, no para reservarla”
- On 23 de febrero de 2024
OMPRESS-UCRANIA (23-02-24) Cuando se cumplen 2 años desde el inicio de la guerra en Ucrania, OMP habla con el sacerdote del Camino Neocatecumenal Pedro Zafra desde Kiev. Cuando comenzó la guerra, este joven de 32 años descubrió que Dios quería que permaneciera en el país en el que se ordenó sacerdote. Lo descubrió tras leer un pasaje del Evangelio. En este tiempo ha acogido a parroquianos y les ha ayudado espiritual y materialmente. Dos años después explica de dónde le viene la fuerza para perseverar en la misión.
El 24 de febrero de 2022 Rusia atacó Kiev. En ese momento, Pedro Zafra estaba en otra ciudad ucraniana en un curso de formación. Este joven sacerdote del Camino Neocatecumenal llegó al país en 2011, y en Kiev se formó y fue ordenado. Lo que no podía imaginarse es que estrenaría su sacerdocio en tiempos de guerra. “Estaba en un momento de mucho combate porque obviamente tenía miedo”, explica Pedro Zafra. Ante las dudas sobre si regresar a España o quedarse, habló con su párroco y sus catequistas, que le dijeron: “tú eres libre, haz lo que quieras; cada uno toma la decisión según su conciencia, según Dios le va dictando”.
Lo primero que decidió fue volver a Kiev ese mismo día. “Fue un viaje… vimos cómo Dios fue abriendo el camino, porque toda la gente estaba saliendo de Ucrania y nosotros íbamos en sentido contrario. Todas las gasolineras estaban llenas de gente, había mucha tensión”, explica. “Conseguimos llegar a Kiev antes de las 20:00h de la tarde, que es cuando decretaron el toque de queda. Y llegamos a la parroquia, y ya no sabíamos lo que hacer”. Junto con otro misionero brasileño, cogieron sus cosas de las habitaciones y se fueron a dormir al sótano.
“Ya nos levantamos a la mañana siguiente, y estábamos en la capilla rezando Laudes, sin saber lo que hacer. La calle estaba vacía, todo en silencio”, recuerda. “Y rezando abrimos una Palabra al azar que dice que el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza, y después proseguía con el envío de los 72 discípulos, de dos en dos. Nosotros entendimos en ese momento que el Señor nos confirmaba el hecho de estar aquí”.
“Justo cuando estábamos rezando, en ese momento, empezaron a venir parroquianos pidiendo ayuda y acogida”, rememora. Y allí montaron un refugio para decenas de personas durante los primeros cinco meses de la guerra: familias con niños, personas mayores… Convivían, y rezaban, con el Santísimo expuesto. Retransmitían la Misa para aquellos parroquianos que se habían marchado de la ciudad. Y además de todo este acompañamiento espiritual, también ayudaron con lo material. “Muchos conocidos nuestros empezaron a preguntarnos si teníamos necesidades, y empezaron a mandarnos cosas, productos, ropa…”.
Ya han pasado dos años desde entonces, y la guerra aún continúa, pero de otra forma. “La situación en Kiev ahora es más o menos tranquila”, explica. Aún hay alarmas de bomba y toque de queda, pero los supermercados han abierto y la gente ha vuelto a trabajar. “La verdad es que seguimos con esa tensión”, afirma. Entre los principales problemas están la movilización de hombres –“hay muchos soldados que entran en tu casa y te llaman al Ejército, y tienes que ir si no quieres que te acusen de traidor”–, las familias separadas –“la madre con los hijos están en el extranjero y el padre está aquí, porque no puede salir del país”.
¿Cómo anunciar el Evangelio en tiempos de guerra? Pedro Zafra lo tiene muy claro: “Hablamos del Sermón de la montaña. Cuando hay paz es más fácil hablar de eso, pero nosotros desde el principio estamos predicando esto, y vemos cómo el Señor les está dando la Gracia de acoger esta Palabra, aunque es verdad que no es fácil”.
Personalmente, Pedro está tranquilo. “Miedo ya no tengo, la verdad es que me he acostumbrado un poco a las sirenas… aunque es verdad que cuando se oyen los bombardeos, que sobre todo son por la noche, el corazón late más fuerte”. Pedro ha encontrado paz y consuelo en el Señor. “El Señor me da la Gracia de perseverar en su voluntad, pues he visto que es el Señor el que me da la fuerza a través de la oración, de los sacramentos, y a través del ministerio, que me ha concedido ver que al final, la vida está para darla, no para reservarla”.