El narcotráfico que todo corrompe
- On 5 de febrero de 2024
OMPRESS-BOLIVIA (5-02-24) El vicario apostólico de Pando, Bolivia, el misionero italiano Eugenio Coter, habla en una entrevista de la triste realidad del narcotráfico, que atrae a los jóvenes por el dinero fácil. Hay cientos de pequeñas pistas repartidas por el territorio desde donde despega la cocaína que pasado por los países latinoamericanos llegará al resto del mundo.
Bruno Desidera publicaba en SIR, la agencia de noticias de la Conferencia Episcopal Italiana, esta realidad que viven los misioneros en América Latina. Entrevista a Mons. Coter, originario de Bérgamo, que cuenta cómo cada día, pequeñas avionetas vuelan continuamente en el cielo, después de haber despegado de cientos de pequeñas pistas (440, según una reciente investigación realizada por la cadena independiente “Connectas” y el diario “El Deber”), repartidas por todo el territorio. Un ir y venir a cielo abierto, valorado en millones y millones de dólares, posible gracias a muchas connivencias políticas. Lo dice este obispo desde el vicariato apostólico de Pando, en el norte del país, en la frontera con Perú y Brasil.
Basta con levantar la vista hacia el cielo y prestar atención al ruido de fondo. Es imposible que los habitantes de las regiones del norte de Bolivia, aquellas que descienden desde la meseta andina hacia la selva amazónica y la sabana de la Chiquitania, no se den cuenta de lo que sucede a diario sobre sus cabezas: avionetas que continuamente sobrevuelan el cielo. Muchas de esas avionetas acaban incendiadas en los países vecinos, sobre todo en Paraguay. Al fin y al cabo, ¿qué son 35.000 euros, el valor medio de un Cessna o un Piper usados, frente a una carga de 500 kilos de cocaína, cuyo coste ronda los 30 euros el gramo? Bolivia se ha convertido en un “paraíso para los narcos” (mexicanos, colombianos, brasileños), una especie de “corredor aéreo” que conecta los Andes con Brasil y los países más australes de América del Sur, el llamado “Cono Sur”. Un “narco-Estado” con un papel preciso y dominante, en lo que hoy puede considerarse un “narco continente”.
Los efectos del narcotráfico, además, no solo afectan al cielo, sino que son claramente visibles, con su carga de devastación, en las comunidades locales. Con una fuerza y gravedad que nunca antes se había visto. Un episodio lo pone de relieve: el asesinato de 5 militares, quemados vivos dentro de su coche por una organización criminal en la frontera con Argentina, a mediados de enero.
Es el fin de la “retórica” de Evo Morales, como lo testimonia Mons. Coter: “Durante años Bolivia fue considerada un país de cultivo de coca. Es más, se sabe que el ex presidente Evo Morales nació como sindicalista y presidente de la asociación de productores de coca, los ‘cocaleros’ de la provincia de Chapare, al norte de Cochabamba. A lo largo de los años, Evo siempre ha alimentado la retórica del ‘Imperio’. Siempre dijo que la coca cultivada funcionaba según las necesidades de los países ricos. En cambio, está claro que este fenómeno, que ha crecido desproporcionadamente en medio de mil connivencias, está corroyendo el tejido social y la economía”.
El obispo notó estos cambios durante sus visitas al enorme territorio del vicariato apostólico. “Cuando iba río arriba por el río Madidi, casi al pie de los Andes, en un cierto punto me detuvieron: Mejor no sigas, más adelante hay narcotraficantes. El año pasado, 3.000 personas fueron asesinadas en el país, y el problema de la violencia y los asesinos es particularmente visible en las dos ciudades fronterizas con Brasil, Cobija y Guayaramerín. En la primera es visible, sobre todo, la acción del Primeiro Comando da Capital, el potentísimo cartel brasileño nacido en Sao Paulo”.
El narcotráfico y la habitual presencia de drogas corroen la sociedad y destruyen la vida de muchos jóvenes, incluso en las zonas periféricas del país, como las del vicariato apostólico: “Está surgiendo un gran problema educativo, también por el gran crecimiento del consumo. Hace unas semanas, un joven atropelló con su coche a un grupo de creyentes que realizaban una procesión con antorchas, estaba atiborrado de cocaína. Y luego muchos jóvenes se sienten atraídos por la posibilidad de ganar dinero fácil. Las escuelas de aviación son muy populares, con tan solo 16 horas de vuelo ponen un avión en tus manos. En el pasado hemos hecho un gran trabajo en las escuelas, pero se debe prestar atención continua”. En cuanto a la vigilancia de las autoridades, “en todo el país hay trece radares, pocos y defectuosos, a menudo saboteados”.
Una realidad similar a la relatada por Mons. Coter es la que cuenta el padre Fabio Garbari, misionero jesuita, desde la provincia de los Moxos en el vicariato apostólico de El Beni. El momento de la pandemia impulsó el narcotráfico. En términos generales, todas las actividades legales cesaron y las ilegales prosperaron. También en esta zona existen multitud de pistas de aterrizaje, algunas se encuentran en el interior de las grandes explotaciones agrícolas y ganaderas. Se trata de oportunidades laborales. Ante este ir y venir, la gente incluso se alegra y dice que las cosas están mejor que antes. Pero la cosa es muy diferente: “El narcotráfico tiene el problema de tener que lavar el dinero que obtiene, por lo que se fomentan otras actividades, desde las minas de oro, con la presencia de mercurio que envenena a las comunidades, y con la agricultura y ganadería intensivas, que aumentan la deforestación, con consecuencias directas también sobre el cambio climático. De esta manera, el narcotráfico multiplica los factores de destrucción, en una trágica cadena. Los propios campos mineros dan como resultado la trata de personas.”
Ante esta situación emergen los cambios políticos que se están produciendo en el país. Incluso en 2016, cuando la situación era menos grave que ahora, la Conferencia Episcopal Boliviana dedicó una carta pastoral al flagelo del narcotráfico, escribiendo entre otras cosas: “Como es de conocimiento público, el narcotráfico, en su estrategia de expansión e impunidad, también penetra en las estructuras estatales y las fuerzas del orden, comprando conciencias”.
Hoy sigue siendo así, aunque hay un dato nuevo: en los últimos meses Evo Morales ha desautorizado descaradamente a su delfín, el actual presidente Luis Arce. Una guerra fratricida que se proyecta en las elecciones presidenciales del próximo año. De repente, la lucha contra el narcotráfico, real o imaginario, se ha convertido en un arma política. En los últimos meses la policía ha allanado varias veces el Chapare, hasta ahora una especie de “estado dentro del estado”. Se destruyeron decenas de fábricas para el refinado y la producción de coca. Morales se sintió atacado y rodeado. Los acontecimientos son impredecibles, pero es difícil pensar que las escaramuzas políticas puedan socavar un fenómeno tan arraigado en las instituciones, entre funcionarios y los propios policías, a menudo especialistas en el “volteo”, la incautación de una carga que luego se vende, y alimentado por cárteles internacionales muy poderosos.